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Pensar en los que ya no están, votar por quienes quedan

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En una entrevista que le hicieron a Gustavo Petro le preguntaron que, de ganar la presidencia el 19 de junio, qué haría esa tarde del domingo o el lunes siguiente. Entre otras cosas, dijo que buscaría un momento para estar solo y poder pensar en lo que significa la victoria; en la planeación técnica y política para dirigir al país hacia los objetivos de paz y justicia, y una cosa que destaco es que dijo que pensaría “en las generaciones que se fueron”.

Los periodistas le preguntaron por nombres, por personas concretas que ya no están, pero que recordaría en ese momento de soledad y reflexión sobre la victoria electoral de un candidato que no hace parte de las familias y castas tradicionales que han gobernado y, al contrario, sí hace parte del variopinto y heterogéneo mundo de las izquierdas políticas colombianas.

un candidato que no hace parte de las familias y castas tradicionales que han gobernado y, al contrario, sí hace parte del variopinto y heterogéneo mundo de las izquierdas políticas colombianas.

Mientras esperaba la respuesta, pensé que podría decir que pensaría en los 6.402 dos jóvenes que fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales, pensé en Teófilo Acuña, líder campesino digno y valiente que fue asesinado el 22 de febrero de este año por ejercer ese liderazgo, por defender los playones y las ciénegas del Sur de Bolívar de la apropiación ilegal a manos de grandes terratenientes.

Creo que, como yo, muchas de quienes escuchamos esa entrevista, nos conmovimos con la pregunta y le dimos una respuesta, nuestra propia respuesta.

Creo que, como yo, muchas de quienes escuchamos esa entrevista, nos conmovimos con la pregunta y le dimos una respuesta, nuestra propia respuesta. Porque pensar en los que ya no están, para quienes conocen y, sobre todo, para aquellas y aquellos que han vivido la escabrosa historia de exterminio y violencia que han sufrido las izquierdas en el país, tiene como respuesta miles de nombres, miles de mujeres y hombres, jóvenes y viejos que han muerto por la persecución sistemática del Estado y sus mecanismos de represión, llámese grupos paramilitares o fuerza pública; mujeres y hombre que ya no están por culpa de una guerra que han azuzado desde las ciudades sin consideración  a que quienes se disparan en el campo, en las montañas y las selvas, en su mayoría hacen parte de un mismo sector social marginado y oprimido. Hijos de familias campesinas reclutados por grupos armados llamados ilegales, o reclutados también por la fuerza pública sin tener otras oportunidades para salir de la guerra estando en cualquier bando.

Tratar de acercarse siquiera a un estimado de quienes ya no están, quienes hoy no están, es una tarea titánica. Si hablamos de candidatos presidenciales, es escandaloso en verdad recordar que en este país han matado a los candidatos liberales y de izquierdas que han tenido una posibilidad real de llegar a ese cargo de poder desde hace algo menos de un siglo, desde Gaitán hasta Pizarro y Galán; y eso ha sido luego de procesos de paz en los que la institucionalidad se ha comprometido con promover una apertura democrática.

En esa guerra que ha vivido Colombia, pensar en quienes ya no están, incluso si no les conocimos, nos hace pensar también en votar por una fórmula presidencial que intente superar no solamente esa guerra, sino en conjurar las razones de la violencia para que esta no persista y no siga cobrando más víctimas.

Si hablamos del conflicto armado, éste ha derivado en millones de muertes y millones de víctimas de violencias distintas al homicidio (más de nueve millones de víctimas hay en el registro que lleva la Unidad de Víctimas). De estos podemos nombrar sectores como el sindicalismo, el periodismo, partidos y movimientos políticos como A Luchar y la Unión Patriótica, que suman más de cinco mil militantes que fueron perseguidas y exterminadas en las dos últimas décadas del siglo pasado; también organizaciones defensoras de Derechos Humanos, liderazgos sociales, campesinos, comuneras y comuneros indígenas, reclamantes de tierras y ambientalistas asesinados que se cuentan por cientos, así como firmantes del Acuerdo de Paz más recientemente.

En esa guerra que ha vivido Colombia, pensar en quienes ya no están, incluso si no les conocimos, nos hace pensar también en votar por una fórmula presidencial que intente superar no solamente esa guerra, sino en conjurar las razones de la violencia para que esta no persista y no siga cobrando más víctimas. Y no, no estoy estratificando dolores, porque también podemos pensar en los cientos de integrantes de la fuerza pública, militares y policías que han sido víctimas mortales en los años más oscuros de una guerra degenerada. También podemos pensar en los nombres de muchas y muchas personas que murieron por causas distintas, pero en todo caso esperando un cambio en el país, probablemente un cambio por el que lucharon en sus vidas.

Pensar en quienes ya no están por las razones que sea, pensar que no están porque la violencia de Estado les silenció la vida, también nos debería llevar a pensar en quienes siguen vivas y firmes en este camino de la transformación

Petro finalmente respondió la pregunta con tres nombres de amigos de juventud, dos que murieron de vejez y enfermedad, y uno que lo acompañó en el M–19, luego lo acompañó en su vida política en el Congreso, pero posteriormente fue torturado y asesinado. Y esa parte de la entrevista se cierra con la voz del candidato entrecortada. 

Pensar en quienes ya no están por las razones que sea, pensar que no están porque la violencia de Estado les silenció la vida, también nos debería llevar a pensar en quienes siguen vivas y firmes en este camino de la transformación; muchas vidas valiosas que merecen un cambio. Las y los sobrevivientes de la persecución política y que hoy siguen en la vida pública merecen más de este país, una recompensa, porque no solamente casi nunca han ganado nada, sino que, además, han perdido mucho: familiares, amigas y amigos, amores, proyectos de vida…

Y también podemos votar para que en unos años la nostalgia de quienes no están, sea también la alegría del cambio para quienes siguen.

Apéndice. Pensar en quienes ya no están también tiene que ver con qué significaría para la historia republicana del país que llegara a la presidencia por primera vez una tendencia política proveniente de la izquierda, porque nos han obligado a pensar que ser de izquierdas es algo vergonzante, casi como si fuera malo moralmente pensarse y definirse una misma como persona de izquierdas. Este momento del país no se agota en las elecciones presidenciales. Por mucho, este es apenas un camino para el cambio, pero sin duda, este momento de la historia política que vivimos nos permite pensar también en que la izquierda colombiana se puede recomponer como una fuerza política y social deliberante y amplia, porque si bien muchas y muchos ya no están, hay otras tantas que quedan.

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