Una de las representantes a la Cámara que llego en 2018 al Congreso es Juanita Goebertus. Bajo eslóganes como “los nerdos en política” (asociando el uso de gafas a la capacidad intelectual), y de la mano de Claudia López y Angélica Lozano, su fórmula al Senado en ese entonces, alcanzó más de 83 mil votos en su primera aspiración electoral en Bogotá. Contar con esa aceptación nada despreciable en cifras, además de ser una académica que da muestra de sus conocimientos en el trabajo legislativo, le ha permitido destacarse en este cuatrienio. El año pasado, sin embargo, decidió no aspirar de nuevo al Congreso afirmando más o menos que ser oposición y minoría en el legislativo es muy desgastante, además de poco efectivo, y que se ve a ella misma en un escenario de ejecución de políticas. Ese anuncio estuvo acompañado de la decisión de dedicar sus esfuerzos a la unidad del autodenominado centro, como lo hizo saber a través de sus redes digitales: “Trabajaré para que una coalición de centro y centro-izquierda sea Gobierno y serviré desde allí”.
La representante Goebertus, que en 2018 apoyó decididamente a Sergio Fajardo en la carrera presidencial y luego en el voto en blanco en segunda vuelta cuando el candidato no paso de la primera
La representante Goebertus, que en 2018 apoyó decididamente a Sergio Fajardo en la carrera presidencial y luego en el voto en blanco en segunda vuelta cuando el candidato no paso de la primera, además de ser una de las caras más visibles de la campaña de Alejandro Gaviria, también impulsa a una candidata a la Cámara por Bogotá elegida por ella para sucederla en su curul. Y si una mira con atención la campaña electoral que adelanta para lograr que su ahijada política llegue a la Cámara, difícilmente se le ve la cercanía que otrora tenía con sus compañeras de partido, las mismas que la convidaron a la política electoral. Con Claudia López se entiende, pues como alcaldesa tiene el deber de no participar en política, pero con Angélica Lozano, que incluso está apoyando a Olga Lucía Velázquez (excongresista Liberal que hoy tiene el aval del Verde), ahora no se le ve ni en fotos, ni bajo otro de los eslóganes que compartían, el de mujeres berracas.
En ese encadenamiento de hechos advierto yo un oportunismo político camuflado de una supuesta ética incorruptible, enmarcada en el valor que otorga la academia, un cierto intelectualismo que está por encima del fangoso y cuestionado quehacer político. El pedestal al que solamente llegan algunas cuantas luminarias que pueden, gracias a su formación y a su intelecto, señalar lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto. Y de ahí, como no, ser el faro moral para construir un “cambio sereno, responsable, sensato” y, por sobre todas las cosas, “basado en la evidencia”, no en el temible y poco riguroso populismo.
El primer hecho oportunista fue sacrificar la candidatura de Fajardo por la de Gaviria
El primer hecho oportunista fue sacrificar la candidatura de Fajardo por la de Gaviria. Goebertus fue una de las principales voces que pidió a Alejandro Gaviria ser candidato en 2022 y ni bien el nuevo candidato profesor se lanzó al ruedo, fue casi que su primera voluntaria declarada. El partido Verde, que tanto había cuestionado a otros congresistas como Inti Asprilla por sus críticas a la imposición de la coalición centrista al interior de la colectividad, de un día para otro se quedó sin cómo seguir amenazándolo a él con sanciones por posible doble militancia, pero no a Goebertus. Luego, el Verde que batallaba por esconder sus peleas, mostrarse unitario en la DesEsperanza y en su apoyo mayoritario a Sergio Fajardo, se hizo aguas en disputas públicas y optó por dejar en libertad a sus militantes tanto en las consultas como en las presidenciales (todavía recuerdo las muchas entrevistas de Angélica Lozano diciendo que era impensable que la primera fuerza política de oposición, la más grande, la que más ha crecido, se quedara sin candidato propio… Y miren ustedes).
El Verde que batallaba por esconder sus peleas, mostrarse unitario en la DesEsperanza y en su apoyo mayoritario a Sergio Fajardo, se hizo aguas en disputas públicas
La decisión de quitar su apoyo a Fajardo y transferirlo a Gaviria fue explicada por la representante, quien expresó públicamente su solidaridad con el otrora candidato profesor frente a la que considera injusta opinión que se ha generado sobre él después de 2018. Considera la representante que, lastimosamente, esa opinión desfavorable, algún tipo de persecución por los órganos de control en su contra, así como la estigmatización azuzada por el terrible petrismo, hacen de la candidatura de Fajardo inviable; mientras que Gaviria es una figura “nueva”, “refrescante”, “intelectual” y “verdaderamente de centro”, que puede permitir a Colombia salir de la “encrucijada dramática” –como ha descrito recientemente en sus redes digitales–, en la que nos encontramos al tener que elegir entre, según ella, un populismo de izquierda y un populismo de derecha. Y por acá recordamos su anuncio de “trabajar por una coalición de centro y centro-izquierda”: Ya ven ustedes, el adjetivo de ‘izquierda’ fue removido sutilmente.
El mito del rey filósofo: esa forma de gobierno ideal en la que el mejor gobernante es, por supuesto, el filósofo, el mejor intelectual –si se me permite el pleonasmo– y el más virtuoso de los hombres. Y aunque no solo Maquiavelo, sino la historia de las sociedades democráticas ha desvirtuado con creces ese mito
Goebertus, como una de las intérpretes principales del canto de sirena que llevó a Gaviria a lanzarse a la presidencia, al exaltar su cualidades intelectuales y éticas nos lleva a pensar en el mito del rey filósofo: esa forma de gobierno ideal en la que el mejor gobernante es, por supuesto, el filósofo, el mejor intelectual –si se me permite el pleonasmo– y el más virtuoso de los hombres. Y aunque no solo Maquiavelo, sino la historia de las sociedades democráticas ha desvirtuado con creces ese mito, hay una nueva/vieja generación de personajes que, quizás amparadas en esa idea, quizás porque se creen ellas y ellos mismos una buena imagen de ese rey filósofo, enarbolan una figura similar para la política contemporánea, pero no desde las reflexiones de Platón, sino desde corrientes políticas más cercanas al [neo]liberalismo. Los nuevos reyes filósofos serían los conocidos tecnócratas, y la tecnocracia se reviste de una supuesta imparcialidad y rigurosidad, también de una presunta ética incorruptible que permite a sus defensores ser quienes señalan los males del mundo, de la política, de la ideología. A la representante podemos ubicarla en ese sector, el de los tecnócratas. Y en ella se encuentran el oportunismo político y la tecnocracia.
Los nuevos reyes filósofos serían los conocidos tecnócratas, y la tecnocracia se reviste de una supuesta imparcialidad y rigurosidad
El otro hecho que advierto como oportunista es la escogencia de su candidata, de un lado, y la distancia de sus mentoras, como reverso. Para una tecnócrata con una ética incorruptible como ella debería generar al menos un debate el hecho de haber seleccionado a su sucesora individualmente y estar haciendo campaña con ella en una nueva forma de endoso o heredamiento de votos que se podría resumir en “voten por ella porque yo la acompaño y la recomiendo” (hasta en las publicidades dice “Apoya Juanita Goebertus”). Porque sí, la forma en la que se lanza su ahijada a la política electoral es bajo el mote de ser la candidata de Goebertus, así como Gobertus fue la candidata de Claudia López y Angélica Lozano. A pesar de eso, ahora la representante ha cuidado mucho que su candidata no salga muy cerquita de Angélica Lozano o de la administración de Claudia López, porque ante el desgaste que le ha significado a la primera la pugna interna del Verde, y a la segunda la alcaldía de Bogotá, muy estratégicamente la representante mantiene resguardada a su candidata para que no salga ni de lejos con las dos mujeres que la llevaron a ella al Congreso. Y ella tampoco. Ahora su candidato es Gaviria y él también parece cuidarse de los líos del Verde, de las mujeres que se echaron encima la fracasada coalición y que es altamente probable que sean perdedoras en esta cruzada, mientras Gaviria se alza con las banderas de lo que él llama el centro liberal.
Ahora su candidato es Gaviria y él también parece cuidarse de los líos del Verde, de las mujeres que se echaron encima la fracasada coalición
Y un tercer hecho que refleja el oportunismo político de la representante, siendo el más cuestionable para mí, es la consigna con la que la hoy promociona a su sucesora: “El poder de una es el poder de todas”. Además de instrumentalizar apuestas feministas de décadas, es notorio que la representante Goebertus y su candidata están lejos de representar en una persona a todas las mujeres –y me perdonarán con esto la literalidad–. Discusiones puede haber muchas sobre la democracia representativa y su valor, pero convertir una disputa que en esencia es y ha sido colectiva como la de los derechos y la autonomía de las mujeres en un eslogan de campaña para una persona que dice acreditar años de trabajo institucional sobre género es cuando menos cuestionable éticamente. Pero acá de nuevo nos encontramos ante la aparentemente infranqueable barrera de la corrección tecnocrática, pues los mismo que vemos con Alejandro Gaviria, lo vemos con la ahijada política de Goebertus: la incorruptible sucesora que retomará sus banderas de defensa de la paz y, por supuesto, “será la fuerza de todas las mujeres” en el Congreso, porque sus cualidades son tales que puede interpretar las afugias y dolores de todas, de las mujeres, de las víctimas del conflicto, de todas, porque la evidencia de que ello es así es el trabajo y la trayectoria de una, de ella. Cómo son las cosas, ¿No?
Como dijo Ángela Davis “cualquier feminismo que privilegia a quienes ya tienen privilegios será irrelevante para las mujeres pobres, las mujeres de la clase trabajadora, las mujeres de color, las mujeres trans, las mujeres trans de color”
Por supuesto que necesitamos más mujeres en el Congreso, por supuesto necesitamos que sean afines a las disputas feministas, que sean feministas, pero como dijo Ángela Davis “cualquier feminismo que privilegia a quienes ya tienen privilegios será irrelevante para las mujeres pobres, las mujeres de la clase trabajadora, las mujeres de color, las mujeres trans, las mujeres trans de color”. Las que usan el eslogan de “el poder de una es el poder de todas” representan un sector de lo que podríamos darnos la licencia de llamar feminismo blanco que bien se ha servido de las luchas de todas –ahí sí– para estar donde están. Que se empoderen mujeres, por supuesto, pero no intenten hacernos creer que porque hay una mujer blanca empoderada que lo ha logrado, entre otras por su extracción de clase, ella nos representa a todas. No es así, el poder de una que lo está heredando de otra no es el poder de todas y nunca lo será.
podemos ver que ha llevado a la representante en no en pocas ocasiones a estar del lado de la derecha partidista en debates legislativos, aludiendo una imparcialidad o rigor intelectual que a fuerza de sí mismo la llevó
Debo decir que a veces escucho las intervenciones de la representante Goebertus en el Congreso, son rigurosas, se nota que sabe de lo que habla. Sin embargo, lo que no me cuadra es, precisamente, su profunda tecnocracia, ¿La tecnocracia es un sentimiento, una decisión, una forma de vida?, ¿Es acaso una virtud del intelecto?, ¿Es un honor como lo afirmó la representante hace un tiempo? No creo que sea nada de eso, así las y los tecnócratas sí lo crean. Lo que sea, podemos ver que ha llevado a la representante en no en pocas ocasiones a estar del lado de la derecha partidista en debates legislativos, aludiendo una imparcialidad o rigor intelectual que a fuerza de sí mismo la llevó, por ejemplo, a no suscribir la moción de censura en contra de Carrasquilla por no creer que hubiera suficiente evidencia para demostrar que el mecanismo era procedente, aunque sí hubiera serios cuestionamientos éticos al entonces Ministro de Hacienda. Ahí creo que olvidaba la tecnócrata que el control político que se ejerce a través de la moción de censura es, justamente, para identificar y censurar actuaciones de los funcionarios públicos que ponen en cuestión su idoneidad política y también ética para mantenerse en ejercicio. Olvidaba la representante que las faltas éticas también son evidencias de peso para decidir estar de un lado o de otro. Lo olvida convenientemente cuando ha sido precisamente un criterio ético más que otra cosa el que impulsa con vehemencia al llamado centro del que ella hace parte.
Olvidaba la representante que las faltas éticas también son evidencias de peso para decidir estar de un lado o de otro. Lo olvida convenientemente cuando ha sido precisamente un criterio ético más que otra cosa el que impulsa con vehemencia al llamado centro del que ella hace parte.
Comentario
Quizás se juzgue que no es sororo escribir sobre dos mujeres, menos desconocer el trabajo de una que comienza su carrera política, acusándola prácticamente de no tener agencia propia y hacer su carrera bajo el manto de otra. ¿Ante eso qué puedo decir? Que, frente a las mujeres, a todas ellas, no quiero que ninguna sea víctima de ningún tipo de violencia ni agresión, que el mundo de la política está lleno de eso, y es algo que hay que combatir. Por eso, justamente, me atrevo a opinar sobre dos personas que noto son oportunistas con las luchas de otras miles de mujeres que les han permitido desenvolverse en política con mayor libertad. No por ser mujeres no se les puede cuestionar, es lo que puedo escribir; y no las cuestiono por ser mujeres en todo caso, sino por escudarse en la academia y la tecnocracia para mostrar que su actuar es supuestamente mejor que el de otras personas.
Apéndice
Comencé a escribir esta prejuiciosa[1] opinión el 21 de febrero, nada tuvo que ver la valla que por estos días hizo bulla. En todo caso, esa valla, la forma en la que se expresó el mensaje, es una muestra más del oportunismo de la representante y la ahijada. Porque ajá, recordemos que los nerdos en política, los tecnócratas, siempre tendrán una prístina razón y argumento para explicar sus decisiones, siempre basadas en evidencia, siempre sensatas, siempre correctas, y si la gente no las entiende es porque hacen parte de esa plebe no educada, esa que no está preparada para tan elevados cuestionamientos sociológicos. Eso nos hace recordar que el poder es de ellas, las luminarias, no de todas las demás que no llegamos a ese nivel.
[1] Prefiero afirmar que soy prejuiciosa antes que intentar revestir mis opiniones de una objetividad inexistente. Una vez leí a un filósofo por ahí que decía “mucha gente cree que está pensando cuando simplemente está reorganizando sus prejuicios”, y pensé “Sí, ¿Y qué con ello…?”. Hay otro filósofo que dedicó gran parte de sus reflexiones a discutir el método en la filosofía y, con ello, generar una muy buena discusión sobre el lugar que ocupan los prejuicios en las aproximaciones a la verdad; les da a los prejuicios un estatus epistemológico que a otros intelectuales no les gusta tanto. Se llama George Gadamer y me gusta más que el otro filósofo que cree que los prejuicios son muy horribles porque se confunden con el pensar, pero realmente inducen al error.