Ya llega… ¡la hora estudiantil!

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“El cielo está limpio como si no debiera nada.
La paloma es su único hueso.
Leo perfectamente el siglo, el viento
y en esta dimensión se transparenta
la revolución a que estamos invitados,
y que no se pronuncia tal vez por no ahogarla”.

Fragmento de “Los anuncios”, del poeta colombiano Luis Vidales.

El poeta del porvenir, como alguna vez Porfirio Barba Jacob calificó a Luis Vidales, escribió sus más bellos versos, inmortalizados en elogios a la superación del orden de todo lo existente, para augurar el futuro que le está reservado al rebelde y fogoso estudiantado de Colombia: el de la revolución estudiantil.

Han ascendido, desde 1918, los fragorosos vientos del estudiantado del Cono Sur, aquellos que inspiraron a Deodoro Roca, y a las masas estudiantiles de la Universidad Nacional de Córdoba para escribir el Manifiesto Liminar, un documento hito para la historia de las reivindicaciones del movimiento estudiantil en Latinoamérica y en el mundo.

Al calor de la reciente Revolución Rusa (1917), de las injerencias imperiales del Norte y su consecuente reacción antiimperialista, del compromiso con su momento histórico y de la consciencia de clase que tendría como posterior exponente a Mariátegui y a su ilustre revista Amauta, se concibió aquella hazaña de Reforma Universitaria que inauguró la senda que habrían de recorrer, y siguen recorriendo, los y las estudiantes del continente. Ya fuesen cubanos, uruguayos, mexicanos, chilenos o colombianos, todos se avivaron al son de las nuevas consignas que cantaba, entre gritos de júbilo y protesta, la juventud americana, aquella que incesantemente reafirma que es su hora, la hora estudiantil.

¿Qué significa, para el estudiantado colombiano, que haya llegado la hora estudiantil? Significa que es el momento, condicionado por la incomparable coyuntura histórica que afrontamos, de enarbolar en alto las banderas que hemos legado de nuestras y nuestros compañeros. El movimiento estudiantil no va solo: va sobre hombros de gigantes. Representamos la contundencia y rebeldía de quienes nos han precedido en el ajetreado campo de batalla de las luchas estudiantiles: desde la incipiente Federación Nacional de Estudiantes (FNE – 1922-1930), pasando por la fervorosa Federación Universitaria Nacional (FUN – 1963-1966), hasta la eclosión de las recientes integraciones gremiales en la MANE (2011-2015)[1] y la UNEES (2018). La convergencia de estas organizaciones y coordinadoras gremiales, buscando la consolidación de los reclamos y derechos estudiantiles, ha derivado en la creación de brújulas para direccionar la lucha, como los Programas Mínimos (como el del paro estudiantil de 1971, instado por la Univalle; o el programa construido por la MANE) y los pliegos de exigencias inmediatas.

Ahora, cuando el movimiento estudiantil experimenta una suerte de quietismo pospandemia, y que el Gobierno del Cambio exhorta al estudiantado a deliberar sobre un potencial proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992 (la que regula la Educación Superior), es más importante que nunca aplicar tres tácticas de oro: ilustrarnos, para conocer el recorrido histórico del movimiento y sus necesidades actuales; agitarnos, para vencer la perturbación del adormecimiento, instando a la consciencia —de sí— del estudiantado; y organizarnos, para fortalecer la unidad sobre lo fundamental y lograr una acción contundente e imparable por parte de las masas estudiantiles.

El próximo Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior (ENEES), que a fecha de hoy está preparándose por el estudiantado, ha de estar a la altura de nuestros tiempos. No puede ceder ante el afán o la premura, pero tampoco dar prevalencia a una paciencia silenciosa, como si se quisiera no ahogar la potencial reforma. Ya hemos aprendido, lastimosamente a sangre y fuego, de lo que estamos hechos como estudiantes, y ello significa que no podemos claudicar de nuestras exigencias, ni tampoco conformarnos con migajas insustanciales y veleidosas.

¡Que esta hora que llega, la hora estudiantil, anunciada con estrépito desde hace más de un siglo, glorifique y enaltezca a nuestros muertos, y dignifique al estudiantado que no se rinde en la lucha por una educación como bien común y al servicio del pueblo!


[1] Consúltese: Archila, Mauricio (2012). «El movimiento estudiantil en Colombia, una mirada histórica» en OSAL (Buenos Aires: CLACSO) Año XIII, N° 31, mayo.

Dylan Sánchez Giraldo. Estudiante de Derecho. Representante estudiantil al Consejo Académico de la Universidad de Caldas. Activista de la Federación Universitaria Nacional, FUN Comisiones MODEP. 
Twitter: @dyalectico.

Artículo enviado en el marco de la convocatoria ¡Publica en Hekatombe!

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