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¡Viva el centro! Sobre la política despolitizadora 

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“El centro es la opción política que permite el recambio de elites sin que las elites se inquieten”

Pablo Iglesias Turión

El avance del modelo neoliberal es directamente proporcional a la despolitización de todos los asuntos de la vida colectiva e individual de una sociedad. Y es que las terribles injusticias que trae aparejado el fundamentalismo de mercado son padecidas de mejor gana si las entendemos como simple mala suerte o como producto de nuestro esfuerzo insuficiente. Despolitizar la vida y los sufrimientos cotidianos, le sirve objetivamente a quienes mandan para que las cosas sigan exactamente como están. Ese sentido común hegemónico despolitizado opera en la forma en que racionalizamos y procesamos las experiencias que nos rodean, así cuando vemos a un anciano en silla de ruedas que vende dulces en un semáforo al sol y al agua, leemos esa visión terrible como una historia de superación y esfuerzo, en lugar de la materialización de las estructuras económicas de desigualdad; o cuando normalizamos culpar a los pobres cuando roban para comer, en lugar de señalar al sistema social y económico que los empobrece. La responsabilidad es siempre de uno, esa es la misma narrativa alrededor de la que se vienen juntando los líderes de la extrema derecha mundial en relación con la pandemia: cada uno es responsable de cuidarse como pueda.

Si a una tarea consagran esfuerzo los operadores ideológicos y políticos al servicio de los neoliberales y las derechas  —muy pocos de los cuales se presentan o reconocen como tal, porque ser de derecha sabiendo lo que eso significa, no es para enorgullecerse— es a vender y generalizar una manera de entender la realidad, según la cual, el hecho de que la gente no tenga salud, educación, comida, trabajo digno o vivienda, no es un problema que pase por variantes o discusiones políticas, sino un asunto de merecimiento individual, producto del esfuerzo que cada persona empeñe en forjarse sus propias condiciones de vida; de hecho todo intento por politizar esos fenómenos seriamente es inmediatamente rechazado, cuando se trata de llevar este ejercicio más allá, señalando quiénes son culpables e invitando a la acción, es abiertamente satanizado. ¡Recuerden a Duque después del desastre del día sin IVA diciendo: “no se trata de buscar culpables”! Seguramente hemos oído una idéntica retórica en los que dicen que hacen política, pero sin confrontar y sin polarizar.

En ese universo de la no política se mueven a sus anchas y crecen en audiencia posiciones funcionales al poder, pero que presumen de otra cosa, quienes las encarnan les da lo mismo afirmar hoy que son de centro derecha, porque igual mañana pueden ser de centro izquierda, de acuerdo a como soplen los vientos. La política del extremo centro, cuya convicción es no tener convicciones, que no se la juega por nada, que no toma partido, que aplica el marxismo línea Groucho —“estos son mis principios, pero si no le sirven tengo otros” —, se presenta como la alternativa posible, tolerable y tolerada por el poder, precisamente porque este la sabe inofensiva. El centro repite hasta la saciedad: “no confrontar, no polarizar”, pero los hechos revelan que, ciertamente, no adversan ni polarizan a la derecha de la que suelen decir que está llena de buenas personas un poco equivocadas, en cambio siempre atacan furiosamente a su izquierda. El centro está llamado a cumplir una innoble labor aquí y en todas partes: llegadas las circunstancias parecer de izquierda para sabotear el cambio y atajar el desprestigio de la derecha, un rol en resumen eminentemente conservador.

Está de moda decir que ya no hay izquierdas ni derechas y ante la impotencia y los errores de unos y otros lo mejor es decir “como todos son iguales pues me pongo en el centro”, y si bien es cierto ese eje de expresión de la conflictividad (izquierda-derecha) puede ser complejo de situar hoy, y puede resultar gastado dadas las vueltas que ha dado el mundo, lo que es un engaño en toda regla es decir que se puede hacer política para gustarle a todo el mundo, obviando la conflictividad y la lucha; es reaccionaria y conservadora toda posición que olvida que la disputa política es cuestión de amigos y enemigos, de polaridad y lucha como recordaba Perón citando a Mao, de fuerza y persuasión como planteaba Gramsci en su célebre metáfora del centauro. Por eso una posición política que quiera dejarlos contentos a todos, en el fondo está hecha para no cambiar nada.

Lo hondo que se ha arraigado esta perspectiva despolitizadora explica por qué muchas personas que sostienen convicciones progresistas y de cambio respecto a varios asuntos, terminan de buena fe asumiendo como punto de vista esa impostura de equidistancia refinada con retórica librepensadora. El peor error que pueden cometer las izquierdas para sortear esta situación es querer parecerse al centro o prestarse para cargarle ladrillos a la espera de recibir reciprocidades improbables de ese espacio político, no se trata de llevar la izquierda al centro si no de atraer a miles de personas que genuinamente quieren cambios, del centro a la izquierda.

En el transformismo posibilista nada bueno nos espera, la tarea de las izquierdas es, independientemente del rótulo que se quiera poner, la gente o los símbolos con los que prefiera identificarse y desde la autocrítica seria, ganar mayorías alrededor de ideas de cambio auténticas, plurales, dialogantes pero claras, por encima de caudillos, pero asumiendo que los liderazgos son necesarios, privilegiando la lucha de ideas y argumentos paciente con la gente, pero desenmascarando con energía y sin piedad los valores de los de arriba y de quienes los defienden aun cuando quieran verse como nuestros amigos. La idea del centro ha sido constantemente utilizada para enmascarar la derecha, de centro se llama el partido de la extrema derecha colombiana y de centro se llamaban los herederos del franquismo en España en tiempos de la transición en 1978 (también se llamaban Centro Democrático).

Los presos políticos españoles en tiempo del franquismo, relata el poeta Marcos Ana en sus memorias, tenían un chiste y es que alguna vez un condenado a muerte gritó antes de ser fusilado ¡Viva el centro! Todo el mundo se reía porque nadie creía que a alguien lo fusilaran por ser de centro. Todas las causas que han permitido la redención de la humanidad y que siguen valiendo la pena defender en nuestros días, están muy lejos de la moderación ramplona que postula el centro, frente a un mundo que grita injusticias y miserias no caben puntos medios ni centros.

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