Dos noticias marcan el fin de semana: la primera, los cinco violadores de una joven en España fueron condenados solamente a nueve años de prisión, además de ser nombrados por los medios como “La Manada” para darle un aire de travesura a su crimen, un magistrado de Navarra denunció que en el vídeo que da cuenta de la violación, lo que en realidad se puede observar es sexo “con un ambiente de jolgorio”.
La segunda, una estudiante de la Universidad Nacional grabó el momento en el que fue acosada por un profesor. La noticia ya salió en todos los medios y en este momento, mientras escribo esto, la Universidad no ha emitido ningún pronunciamiento oficial, salvo el correo enviado por la representación estudiantil convocando un plantón contra el acoso.
Frente a la primera noticia la joven violada fue juzgada por “no resistirse”, no resistirse a cinco hombres que le doblaban en estatura y fuerza. Frente a la segunda noticia, la joven es juzgada por no empujar al profesor y “solamente decir no profe” sin identificar las relaciones de poder allí presentes, así como el sentimiento de indefensión de una situación tan compleja como esa.
En Navarra hay pruebas del momento en que los cinco violadores planearon, grabaron y hablaron de la violación, pero para que la justicia la considere realmente una violación –a pesar del espantoso testimonio de Nagore de 18 años- la víctima, la mujer violada debe demostrar algún tipo de resistencia, no basta con un NO. En Bogotá, aunque en el vídeo el profesor intenta a la fuerza besar a Liseth y ella además de decirle NO, le da explicaciones, para muchos esto no es considerado acoso.
En los dos casos son las mujeres las juzgadas no solamente por los medios, también por hombres y lo que resulta peor, por otras mujeres. Más que intentar ser solidarias y señalar la violación o el acoso por parte de hombres, hombres con poder, se señala, se tilda a la víctima.
Liseth es juzgada por grabar el vídeo, por no reaccionar de otra forma. Julio Sánchez Cristo al entrevistar a Liseth hace preguntas como ¿usted qué busca con ese vídeo? Señala que es culpa de ella el hecho de que el profesor quisiera besarla sin su consentimiento. La juzga porque “el vídeo es muy largo”, una periodista recalca que debió denunciar al señor Monroy en la Universidad, pese a que era el director de una maestría. 15 minutos tratando de justificar al profesor e insistiendo en cómo debió reaccionar Liseth.
Hace un tiempo: Escandaloso que una violación se titule como una fiesta sexual.
Estas dos situaciones son síntomas del patriarcado, un término que ha sido caricaturizado y satanizado para descalificar y deslegitimar a las mujeres. Sin embargo, si vemos lo sucedido a la luz de las características identificadas por la antropóloga Marcela Lagarde, es posible entender el panorama general y no como dos hechos aislados:
1. El patriarcado esta asociado a la opresión de las mujeres y al dominio de los hombres en las relaciones sociales, normas, lenguaje, instituciones y formas de ver el mundo.
Vemos en la violación y el acoso, la búsqueda del control del cuerpo de la mujer en términos físicos, dicho dominio también se manifiesta en términos simbólicos al ser juzgadas, descalificadas y revictmizadas por instituciones y otros dispositivos patriarcales que propenden la defensa del agresor.
El hecho de que las mujeres juzguen a las mujeres víctimas se puede explicar con la segunda característica, el:
2. Rompimiento entre mujeres, basado en una enemistad histórica en la competencia por los varones y por ocupar los espacios que les son designados socialmente a partir de su condición de mujeres, visible en, como ya se dijo, la revictimización de la víctima mujer, a través de una suerte de enjuiciamiento moral hecho por otras mujeres.
3. Finalmente, Lagarde apunta que el patriarcado se caracteriza por su relación con un fenómeno cultural conocido como machismo, basado en el poder masculino y la discriminación hacia las mujeres. (¿Qué es patriarcado?)
Discriminación que se evidencia en la víctima como culpable, porque usaba la falda muy corta, porque le tocó el hombro, porque cerró los ojos, situaciones que según ésta lógica, le otorgan al hombre el poder de usar el cuerpo de la mujer “a su gusto” y no entenderlas como iguales.
Dicho esto, propongo que este sea entonces un llamado de atención, para que revaluemos qué juzgamos y a quién, para que identifiquemos esas actitudes que son funcionales a un sistema dañino en el que son los hombres los que violan y son los hombres los que deciden qué es una violación.
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Por: Stephanía Pinzón, conocida en el bajo mundo como @TerribleStepha.