Compartimos a continuación, algunos fragmentos de uno de los discursos más conocidos del dirigente político Jorge Eliecer Gaitán, representante de una corriente nacionalista y popular del liberalismo colombiano. Gaitán era conocido por su cercanía juvenil al líder, militar e intelectual Rafael Uribe Uribe, y por su posicionamiento anti oligárquico y democrático radical.
Un creciente respaldo social que lo proyectaba como el próximo presidente de la república, le valió un oscuro destino: su asesinato el 9 de abril de 1948. Gaitán perteneció a la tradición de liberales y socialistas que a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, hicieron de la realización de las ideas de la revolución francesa, una bandera política que se contraponía tanto al liberalismo librecambista que afectaba al artesanado, como al conservadurismo que llevaba el lastre del colonialismo. La interpretación de las ideas y aspiraciones populares antes que burguesas de esta revolución, le llevaron a oponerse al capitalismo monopolista y a su espíritu de competencia que arrasaba con los artesanos [zapateros, sastres, tipógrafos, etc.], y a las formas de contratación que pasaban por encima del pago de salarios justos para las y los trabajadores. Sobre esta revolución diría:
“¿Acaso la Revolución Liberal democrática del 89 corresponde, después de los siglos que lleva, al noble y grande ideal que la guió, que la impulsó? ¿Acaso el pensamiento de sus filósofos, el grito de sus tribunos, la sangre vertida por sus descamisados, le dieron a la humanidad la igualdad, la libertad y la justicia que la iluminaron?. Aún vivimos sin la igualdad, en mucho vivimos sin libertad, y vivimos bajo el dominio de la injusticia”.
Por este motivo, defendió un modelo económico cuya productividad estuviera afincada en el pequeño y mediano propietario antes que en la empresa monopolista; así como en salarios que permitieran un mayor poder adquisitivo de los sectores trabajadores, dando paso a una demanda cualificada que dinamizara una oferta nacional sólida, con un aporte equilibrado de impuestos, en función de las ganancias, en la misma línea de lo propuesto por Rafael Uribe Uribe.
De este manejo económico, con una democratización de la tierra frente a su acumulación sostenida por una élite rural, sumado al incentivo de un industria nacional, consideraba que Colombia quedaría con los recursos suficientes para que el Estado cubriera la salud y la educación de la población, siempre reivindicando el trabajo y el esfuerzo como valores y prácticas necesarias para el progreso del país.
En la plataforma del Colón, en la que están consignadas estas y otras propuestas referidas a la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres, así como para comunidades étnicas en función de sus «costumbres», diría: “La producción es para el hombre y no el hombre para la producción”.
Reproducimos, entonces, algunos de los fragmentos del discurso de Gaitán.
En Colombia hay dos países: el país político y el país nacional
Teatro Municipal – Abril 20 de 1946
Acompañadme a sacar una conclusión, una conclusión patente y clara: el pueblo, meditando en sus problemas económicos, en sus problemas sociales, en la educación de sus hijos, en el enriquecimiento de la agricultura, en la bondad de sus campos, (…) en la defensa del hombre y la grandeza de Colombia, que se asientan sobre la salud, la inteligencia y la capacidad del colombiano. Ese es vuestro sentimiento, el sentimiento de todo el pueblo que me escucha ahora. Esa es su preocupación constante y trascendental.
Y en parangón desesperante, hay otro grupo que no piensa en esas soluciones, que no se diferencia por esas cuestiones, que no pugna por esos motivos, que tiene como razón vital de su actividad, de su pasión, de su energía, los votos más o los votos menos; la firma de fulano o el escamoteo de la de zutano; la habilidad salvadora de un fraude, la promesa de una embajada, el halago del contrato. En una palabra: ¡él sólo y simple juego de la mecánica política que todo lo acapara! Por eso me siento autorizado para sacar otra conclusión:
En Colombia hay dos países: el país político, que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!
(…) Debo ahora preguntar ante vosotros: ¿cómo es posible que estos hombres [del país político] cambien tan fácilmente de opiniones? ¿Por qué este comercio de firmas alrededor de la Presidencia de la República? Por una razón terriblemente sencilla: es que el hombre no puede incendiarse sino por grandes ideales; no puede sentir pasión sino por las cosas que tengan perspectiva histórica; es que el hombre no se aferra con empeño sino a sus ideas, sus amores, su hogar, su pedazo de tierra; a sus tumbas y sus escuelas, a aquello que le da razón a su vida. Pero toda esa mecánica política no tiene raigambres tales en la vida nacional. Es una pequeña cosa con atributos momentáneos, con simples derivaciones instantáneas. No tiene odios, porque apenas conoce la degeneración del odio, que es la antipatía. No tiene amores, porque apenas conoce la degeneración del amor, que es el capricho. Le falta iluminación, porque su lucha es por lo inmediato y efímero. Su trinchera no mira hacia el mañana sino hacia la minúscula escudilla del instante. ¡Por eso cambia de votos, pareceres y opiniones!
(…) Cuando en un país la política llega a extremos tales, de espaldas a los intereses de la nacionalidad, podemos afirmar sin vacilaciones que se ha implantado el régimen oligárquico. Porque no creáis, como algunos sofistas han querido hacerlo pensar, que la oligarquía es solamente el dominio de la plutocracia. ¡No! Esa es la oligarquía plutocrática. Ni que oligarquía es únicamente el dominio de la aristocracia. ¡No! Esa es la oligarquía aristocrática. Oligarquía es la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la comunidad. (…)
Y entre nosotros tiene su división en tres estructuras.
La primera, a cuya cabeza están los dirigentes que, a su turno, se bifurcan en unos que no quieren sino el dominio, el IMPERIUM, en el sentido romano de la palabra; que su voz sea la voz del amo, sin la cual no se puede mover ninguna de las actividades colombianas. Y otros que aspiran a que todas las riquezas, la especulación, los contratos, los negocios, sean para la camarilla afortunada.
Viene enseguida la segunda, o sea la estructura intermedia, la que sirve de lazo de comunicación. Se cotiza especialmente entre los hombres de inteligencia que tengan almas de secretario[5]. Ellos hablan, mas no por su propio albedrío sino atendiendo al soplo director de los de arriba. Son como las bridas de los caballos, que sirven para dirigir pero siempre que otros las manejen. Estos odian a sus compañeros independientes, sienten la necesidad de abominar de los hombres de su propia generación que recorren su brecha personal y cuya presencia constituye para ellos un permanente reproche, erguido contra su incapacidad para la lucha. Saben que no han logrado por sí mismos la aptitud de vivir para su pueblo; saben que periclitando los amos su posición es secundaria y por eso lo reducen todo a rendir pleitesía a quienes los dirigen.
Y la tercera estructura. Esa es moral e intelectualmente minúscula, pero muy útil en este proceso de formación. Ya tenemos el cerebro y tenemos la voz que prefabrica el ambiente según las órdenes recibidas. Pero se necesitan los tentáculos, los brazos que penetren a todos los lugares, que vayan desde el ambiente municipal al barrio, a la asamblea, al comité; que atiendan al tinglado electoral para beneficio del país político. A estos se les acaricia con las únicas cosas con que es posible acariciarlos: con las granjerías.
No se habrán sentado en los bancos de la universidad; ni descollado en la agricultura, en la ciencia, en la técnica, pero serán senadores o representantes o diputados, o mimados con las mejores canonjías. El criterio para medirlos no será su capacidad sino su habilidad electoral. Y desplazarán al médico, ahuyentará al ingeniero, sustituirán al universitario.
(…) El país político o la oligarquía, que es la misma cosa, selecciona a los hombres, los infla, los llena de importancia aun cuando no la tengan. De ahí los internacionalistas que jamás han abierto un tratado de derecho internacional; los constitucionalistas que jamás en su vida han sabido lo que es el derecho constitucional; los miembros de comisiones parlamentarias que deciden sobre códigos penales y no han asistido jamás a las aulas universitarios. ¿Por qué se irrespeta así a un país tradicionalmente respetuoso del culto a las jerarquías de la inteligencia? Hemos llegado al sistema según el cual la única norma de victoria es el sometimiento a la oligarquía o país político, que otorga los títulos, califica la inteligencia y el conocimiento e ignora o destruye al resto del país, que no tendrá categoría sino le ha sido bondadosamente dispensada por los de la propaganda.
(…) La oligarquía piensa en función de mecánica electoral. Nosotros pensamos en función de agricultura, de sanidad, de trabajo, de organización, de dignidad humana. El pueblo colombiano desea que el hombre no pueda escalar la cima de la victoria sino por el trabajo, por el esfuerzo y por la voluntad.
¿Cuál es, señores, el porvenir de nuestros hijos, de prolongarse este ambiente en que nos debatimos? ¿Estáis seguros de que triunfarán por el estudio, por el mérito, por la capacidad, por el esfuerzo? ¡No! Si nuestros hijos quieren triunfar, dentro de esta situación, tendrán que transitar por bajos caminos, por los que no queremos para ellos. No triunfarán por trabajadores, por consagrados, por técnicos, agricultores o ingenieros conocedores del ramo, ni por desvelados en el estudio, sino porque sean viles o abyectos con el cacique o con la situación creada.
Nuestra campaña es campaña colombiana, que quiere restaurar la grandeza que nutrió su historia, para demostrar que aún somos una raza fuerte, altanera y batalladora. Por eso nos miran con el desdén con que fingen mirarnos. La oligarquía, el país político, no comprende que pueda ser candidato a la presidencia de la república uno de vosotros, los del país nacional, sin el previo permiso o asentimiento de ellos, aun cuando lo sea en nombre de la república y por autoridad del pueblo. No pueden ni quieren entender que la presidencia de Colombia pueda ser ocupada por gente distinta del oligarca en persona, del secretario, o de aquel que sincera o insinceramente se le someta. El pueblo colombiano, en cambio, piensa que esa dignidad no debe ser ocupada en lo sucesivo, ni por el oligarca, ni por el secretario, ni por el sometido.
Y no creáis que cometen una equivocación cuando sienten ese desprecio por estas inmensas multitudes. Ellos tienen su técnica, que es la misma técnica de los micrófonos del doctor Goebbels: adulterar, engañar, para crear la opinión Y por eso no os extrañéis de su comportamiento despectivo. En realidad para ellos nada valéis los hombres de Colombia que unís vuestro fervor al mío. Sois las fuentes del trabajo y de la riqueza, pero no pertenecéis al país político y por consiguiente no tenéis personería política. Y por eso tampoco os extrañe que afirmen que este movimiento no tiene dirigentes. Sí los tiene, pero entre los hombres de trabajo y de independencia, que por ello carecen de nombre en el país político u oligarquía. Y ello es natural, porque somos una rebeldía contra la ignominia.
(…) Para concluir, porque ya es la hora, tengo que expresar: no hemos hablado esta noche sino del criterio; de que tenemos distinto criterio al del país político. Y es en este sentido que estamos enfrentados con él.
Pertenecemos al país nacional que va a combatir contra el país político. Se emplearán contra nuestro movimiento todos los medios: la calumnia, el desconocimiento del problema, la propaganda falaz. Nada de eso ha de arredrarnos. Vamos a ganar la batalla. Ellos se creen las únicas gentes importantes, y por eso al pueblo que me escucha y me sigue lo toman por gente ignara y sin prestigio. No invitamos a que se queden con nosotros los débiles de voluntad, los que tienen miedo a la mecánica organizada, los que sólo adhieren a la lucha que tiene ya asegurada la victoria. Esos son frágiles y ésta es una lucha fuerte para gente fuerte. ¿Que no tenemos máquina política y que su máquina nos puede aplastar? ¡Pues nosotros aplastaremos a la máquina! ¿Se piensa que el fraude, a la manera del que se suele cometer, va a dar la victoria a nuestros adversarios? Pues tenemos que declarar que el fraude y la coacción son un delito y que contra el delito sólo hay una cosa que no es ni puede ser permitida: ¡someterse al delito!
(…) Pero una nación no se salva con simple verbalismo, con jugadas habilidosas, ni con silencios calculados, sino con obras, con realidades, con el otro aspecto de nuestro criterio, que es el de tener como objetivo máximo de la actividad del Estado al hombre colombiano, cómo va su salud, cómo su educación, cómo su agricultura, cómo su comercio, cómo van su industria, sus transportes y su sanidad. Eso es lo que queremos. Lo demás, las consejas mentirosas, el mutuo robo de las firmas, esos odios que acaban en abrazos falsos, todo eso nos causa risa o nos causa indignación, ¡porque la patria es lo primero en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestra vida!
(…) Para el país político la política es mecánica, es juego, es ganancia de elecciones, es saber a quién se nombra ministro y no qué va a hacer el ministro. Es plutocracia, contratos, burocracia, papeleo lento, tranquilo, usufructo de curules y el puesto público concebido como una granjería y no como un lugar de trabajo para contribuir a la grandeza nacional.
(…) Nuestro movimiento es lucha de hombres que quieren redimirse y tienen fuerza para ello. Porque nos sentimos capaces para esa lucha; porque no tenemos odios; porque respetamos personalmente a nuestros adversarios y a los que no piensan con nosotros, estamos y queremos estar en esta batalla de perfil nacional.
PUEBLO:
Por la restauración moral de Colombia ¡A la carga!
PUEBLO:
Por la democracia ¡A la carga!
PUEBLO:
Por la victoria ¡A la Carga!