Fuí jurado en las elecciones del 2 de Octubre del 2016 en donde ganó la opción de rechazar los acuerdos entre las FARC-EP y el gobierno Santos para terminar el conflicto armado y construir una paz estable y duradera.
Confirmé con esta experiencia que nuestro sistema electoral es arcaico, debería ser electrónico-digital. Por la sola razón que todo está basado en la buena fe de los jurados en la mesas de votación, es muy complicado que los mecanismos que deberían confirmar que lo registrado por los jurados sea cierto, se activen de manera oportuna para considerar el sistema electoral como transparente.
En otras palabras, el sistema electoral colombiano es ineficiente y corruptible, y eso no le interesa cambiarlo a los de arriba, en el momento que lo hagan y se preocupen por garantizar la plena participación de la ciudadanía (por qué no necesariamente es un problema de importaculismo) y ataquen la corrupción, seguramente los resultados electorales empezaran a evidenciar la voluntad real de la mayoría de la gente.
Los resultados del plebiscito me enseñaron que es heroico soñarse un país en donde quepamos todas y todos. Es de héroes seguírselo pensando a pesar del odio manifiesto de buena parte de la ciudadanía por lo diferente, por lo diverso, por lo amplio, por todo lo que los saque de su zona de confort e implique ponerse en los zapatos del otro. Y así como es heroico, también es necesario ¿o acaso de qué manera le damos sentido a una vida en donde la única certeza es la muerte?
Me reconfirmó que la política en Colombia y en el mundo está en crisis como consecuencia de los últimos 30 años de neoliberalismo y los errores de la mal llamada izquierda tradicional, y al caso colombiano se le suman los efectos del terrorismo de estado. La política como el arte de hacer posible lo que la mayoría consideramos justo. Lo anterior teniendo en cuenta que crisis puede ser la antesala de una oportunidad, y la crisis de la política en nuestro país no se ha cerrado, de hecho el resultado del plebiscito mete el dedo en la llaga en la misma, como lo fue la victoria de Peñalosa en las elecciones a la alcaldía de Bogotá para la crisis misma que vive la izquierda.
Lo he mencionado en otros escritos y espacios y lo vuelvo a mencionar ahora, si lo que se denomina izquierda en Colombia no se preocupa seriamente por cambiar sus prácticas más allá de la forma, sino precisamente sus prácticas de fondo, que tanto se parecen a la derecha, la corrupción, la rosca, la distancia entre los liderazgos y las bases, en resumen, el castrante envejecimiento que las hace no ser alternativa; no existe forma que sean protagonistas del cambio que necesita este país.
La respuesta a lo anterior siempre ha estado en el movimiento social y popular colombiano, y no precisamente en las organizaciones o las siglas, sino en las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, y también en las comunidades urbanas o lo que denominan algunos nuevas ciudadanías.
Todavía recuerdo como parte de mi humilde experiencia política cómo en noviembre del 2011 los estudiantes universitarios querían mantener el paro estudiantil hasta hacer aprobar en el Congreso una nueva ley de educación superior, y cómo las cabezas de las organizaciones estudiantiles se negaron a semejante audacia, 5 años después no tenemos nueva ley y sí una profundización del modelo neoliberal de educación superior. Tampoco se me olvida ser testigo de cómo las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes querían mantener el bloqueo de las carreteras del país en el 2013, por que no confiaban en la palabra del gobierno de Santos, que hace 3 años se comprometió a dar trámite a un pliego de exigencias que hoy en día no ha cumplido en sus puntos estructurales, y nuevamente en ese momento las cabezas no escucharon a sus bases.
En el momento que exista un instrumento político capaz de traducir las voluntades diversas de todo eso que representa lo que es Colombia en posiciones de poder y victorias electorales, en ese momento empezamos a avanzar hacia la Nueva Colombia, y ese instrumento no es ni el PDA, el “Progresismo”, la UP o el Partido Verde, tiene que ser algo nuevo, y ese instrumento no lo puede liderar Clara López, Robledo, Gustavo Petro o Piedad Córdoba (como por dar un ejemplo) y menos alguien como Claudia López o Humberto de la Calle, ya que la historia que cargan encima, con sus aciertos y errores, les impide ser la cara del cambio real. Ojala tuvieran la grandeza para dar un paso al lado y respaldar los nuevos liderazgos que se han cultivado en los últimos años tanto en la izquierda misma como en el movimiento social y popular del país. Por que es igual de importante el qué como el quién a la hora de hacer política.
Claramente parte de la ruta para resolver el limbo en el que estamos después de los resultados del plebiscito es defender lo ya pactado y procurar que se llegue a un acuerdo con el ELN. Pero también es entender que la derrota no solo fue por la manipulación de la extrema derecha sino también por los errores históricos de la propia izquierda. Cuando comenzó el mes de esa campaña asistí a una de las primeras reuniones de la PazSiEsContigo en Bogotá, y me deprimió observar que estaban mas preocupados por definir las vocerías de esa campaña y muy confiados con la mermelada santista para la misma, antes que un plan efectivo para ganar la mayor cantidad de votos posibles. Las FARC-EP le confió la victoria electoral a una izquierda que no sabe ganar elecciones en una elección que no nos podíamos dar el lujo de perder.
El plebiscito me enseño que las cosas no necesariamente mejorarán y que siempre podrán ser peores. Que la única respuesta al desastre de país que tenemos es politizar a la gente, demostrarle que la solución a sus problemas no está en ser un buen ciudadano, según los estándares de quienes nos gobiernan, o en los libros de auto ayuda, el deseo de ganarse la lotería, o el horóscopo semanal, sino por el contrario en ser ingobernables, para que entreguen sus espacios de poder en el estado a las comunidades mismas que nos conforman como país.
La politización comenzará con ese cambio radical que tiene que tener lo que hoy denominamos izquierda y progresismo en el país. La antesala de cualquier revolución es una gran conversación dirían algunos, y esa gran conversación no debe ser gatopardista para hablar de todo para que todo siga igual, aquí o cambiamos o definitivamente todo podrá ser peor a como esta. En la izquierda actual la gente le huye al debate, sobre todo porque están conscientes de sus errores y lo peor es que no tienen la humildad de reconocerlos y hacerse a un lado, prefieren hacer oídos sordos y continuar el camino suicida del desastre, prefieren apegarse a lo que también hacen bien, porque no todo es blanco y negro, pero no entienden, o simplemente no quieren comprender que no es suficiente con eso, o también es que están acostumbrados a resistir y no se plantean realmente la vieja cuestión de tomarse el poder. Para mi es solo un problema terrible de ego, maldito ego.
El plebiscito me re confirmó una enseñanza que me ha dado la vida, esa de que no importa si te caes una, dos o tres veces, lo importante es que sigas caminando, y eso es lo que se debe hacer, a pesar de este panorama pesimista, siempre se encuentra uno con momentos, personas y comunidades que le devuelven la esperanza en la posibilidad real de avanzar hacia un paz con justicia social en Colombia, espero que lo logremos, siendo responsables con nuestro propio futuro.
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Shameel Thahir Silva | @ShameelThahir | Integrante de la REVISTA HEKATOMBE.
Politólogo y Magister en Estudios Políticos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia. Ciclista urbano. Enamorado de Bogotá y con ganas de servirle a su gente. Preocupado por un país en donde quepamos todxs.