¡Salud por la gloriosa Pedagógica!

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Siempre quise entrar a la universidad. Me acuerdo que en el colegio pensaba: solo me faltan tres años para entrar a la universidad, dos años y se acaba esto. Me imaginaba las conversaciones, las fiestas, las marchas y todo eso que veía en las películas sobre la vida universitaria.

Cuando llegó el momento tenía tres certezas: en primer lugar, me presentaría a la Universidad Pedagógica, en la que enseñaba un profesor al que había leído en el colegio. En caso de no pasar, estudiaría para ser técnica electricista en el Sena, porque siempre me habían apasionado los circuitos. Y en tercer lugar, me postularía a la Nacional, porque ese examen siempre ha hecho parte del ritual de transición.

Entrar a la Pedagógica no era fácil, estaba la Prueba de Potencialidad Pedagógica, en la que le medían a una la vocación docente; luego la prueba específica, que en mi caso, era sobre geografía e historia. Finalmente, una entrevista, la más difícil de todas. Fue el profesor Frank Molano quien me preguntó por qué quería estudiar en la Pedagógica y cuál había sido el último libro que había leído. Mi mamá me estaba esperando afuera del A, me acuerdo que le dije: “paila mami, no paso. Miremos el otro semestre en el Sena”.

Felizmente pasé y bebí de todas las ciencias sociales, también bebí Chin Chin; participé en el movimiento estudiantil; disimulé mi ausencia de vocación docente y mi poco interés de trabajar en la escuela; me estrellé con el machismo de mis compañeros; me enamoré de la historia; viajé a Boyacá, Huila, Bolívar, Valle del Cauca, Cauca, Cesar, mientras aprendía de problemas ambientales, geografía, política, interculturalidad y las variedades de chirrinchis.

La UPN me ha dejado amistades entrañables con quienes nos seguimos encontrando después de muchos años, y seguimos compartiendo ese afán de cambio, ese espíritu juvenil y revolucionario que continúa presente en lo que hacemos.

Mucho de lo que aprendí en la Universidad Pedagógica, de ese currículo diverso y sus profesor_s apasionad_s, la lucha por la defensa de la educación pública, la resistencia al uribismo, la pedagogía crítica, el vibrante sentimiento de clase, todas esas cosas me brindaron las bases para trabajar e investigar en lugares diferentes a la escuela y profundizar en otros campos de las humanidades, incluso, a llevarle la contraria a ese fundamentalismo escolar que hay en la peda y explorar otros caminos dentro y fuera de la academia. 

Ustedes pensarán que esto pasa en todas las universidades, pero les aseguro que lo inspiradora que resulta una licenciatura, el hecho de que todas las carreras estuvieran tan cerca la una de la otra, que casi todo el mundo se conozca y se forme profesionalmente desde algo tan generoso como la educación, lleva a que la vida en la UPN sea más intensa y excitante.

Hoy mi universidad cumple 70 años y con emoción me sumo a esta fiesta.

Yo soy rebelde
trabajadora
egresada y educadora.
Por eso lucho
por eso lucho
¡Por construir un mundo mejor!