En el último video de Ingrid Betancourt, vemos como la heroína trágica de nuestro país, convertida ahora en una de las más grotescas oportunistas del escenario político nacional, ensalza las marchas de la derecha, al candor de una estúpida canción de Jorge Villamizar. Todo este despropósito, con un dejo de malicia venenosa, que su discurso emocional exhibe sin pudor. Si, Villamizar, aquel excelso músico y compositor, integrante de Bacilos, de quien esperamos su estruendoso retorno a la escena musical (valga el sarcasmo). Si bien, sus salidas en falso han resultado completamente nefastas, por no decir patéticas, no lo han sido tanto, las asociaciones que la descontextualizada Ingrid, ha logrado con siniestros activistas de la ultraderecha colombiana. Por mencionar algunos rostros, nos encontramos con Diego Santos, notorio acomodado y paladín de los valores uribistas en el territorio. Fútil “periodista”, quien aparte de su peligroso activismo político en redes sociales, no sabemos claramente cuál es su trabajo. Por otro lado, y no menos horripilante o venenoso, aparece en la palestra Pierre Onzaga Ramírez, presunto fundador de logias empresariales, promotor agresivo de valores patrioteros, además de ser uno de los mayores impulsores de las marchas “políticamente correctas”. Todos ellos, unos devotos ciudadanos a la causa.
El filósofo Byung Chul-Han, citado por su servidor aquí al teclado en artículos precedentes, en su obra En el Enjambre, nos guía por una gran exploración respecto a la masificación amorfa de los individuos en las redes sociales. Acentúa el gran alcance de la cultura digital, pero enfatiza en la pobre racionalización de la misma, a saber:
“Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en virtud de su carácter fluido y volatilidad no son apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público. Para esto son demasiado incontrolables, incalculables, inestables, efímeras y amorfas. Crecen súbitamente y se dispersan con la misma rapidez (Han 13).
Si bien es ya sabido por muchos, tanto derecha como izquierda se sirven de las redes para exponer su contenido y perseguir la tan anhelada empatía emocional de sus simpatizantes. Hecho que en últimas es la esencia misma de toda relación comunicativa, pero ¿Qué si dicha relación es virulenta o desigual en términos de exposición objetiva a la información y a su cantidad desplegada en las redes? ¿Debemos estar atentos a la consolidación monstruosa de posibles fenómenos políticos producto de la masificación de la cultura digital?
Como establece el sociólogo Le Bon, en palabras de Han, “la masa se presenta como un fenómeno de las nuevas relaciones de dominio (…) La rebelión de las masas conduce tanto a la crisis de la soberanía como a la decadencia de la cultura” (Han 15). La masificación informativa no es el infortunio, como si lo puede ser su mensaje implícito. No es un secreto ver cómo en ocasiones desafortunadas “la voz del pueblo NO es la voz de Dios”, ya Argentina nos lo ha manifestado.
Las idioteces que una Ingrid Betancourt haga en las redes sociales, no es el problema propiamente. El inconveniente es el trasfondo conceptual y discursivo de tal manifestación. Desde lo estúpido de la letra del tema de Villamizar, hasta llegar al mensaje anacrónico por parte de Betancourt. Una intervención que no va de cara a la realidad política y social del país, además de poseer una clara intencionalidad de eternizar la jerarquía hegemónica, tratando de otorgarle forma a la masa, o en términos de Han, procurando liderar el enjambre, con la complicidad de tóxicos portavoces como Santos u Onzaga. Curioso que en dicho despropósito incurra un personaje como ella. Alguien que debería estar llamada a la evocación histórica y figurar un discurso como el neoliberal en los anaqueles de la violencia primigenia colombiana y no como la salida a nuestra paupérrima condición.
El discurso digital de la ultraderecha colombiana, es una composición completamente desmitificada. Posee una ira emocional propia de un alegato desprovisto de toda lógica humana y social. Al igual que en Argentina, donde vimos tumultos de sujetos corear a un idiota que cantaba que era un león, a expensas de su estabilidad integral y la de un país, aquí por poco y entronan a un tik-tokero condenado por corrupción como lo es Rodolfo Hernández. La masa posee espíritu cuando su lucha representa los dones negados a un pueblo, su confrontación brutal contra el tirano, quien fuera aquí representado por el incompetente de Iván Duque, y cómo su hálito ha sido moldeado por el hambre, la enfermedad y la marginación. Es en este momento que el espíritu de la masa se conecta con las individualidades, formando un estallido, más no con un pequeño grupo de idiotas funcionales al poder.
Citando una vez más a Han:
“El enjambre digital no es ninguna masa porque no es inherente a ninguna alma, a ningún espíritu. El alma es congregadora y unificante. El enjambre digital consta de individuos aislados. La masa está estructurada por completo de manera distinta. Muestra propiedades que no pueden deducirse a partir del individuo. En ella los individuos particulares se funden en una nueva unidad, en la que ya no tienen ningún perfil propio” (Han 16).
Con esta cita dilucidamos explícitamente el craso error del enjambre derechoso en nuestro país. Ellos simplemente persiguen la defensa de sus individualidades. Que sus empresas no pierdan privilegios fiscales y sus familiares se envistan con los mejores puestos laborales, sin ningún tipo de competencia o mérito. De no ser este el caso, y al no poseer tal cantidad de dinero o ejercicio del poder, me basta con idolatrar a estos badulaques y defender sus causas miserables, asumiendo ingenuamente, que pueden llegar a ser las mías en algún momento.
“La política como acción estratégica necesita un poder de la información, a saber, una soberanía sobre la producción y distribución de la información” (Han 24). Es una verdadera lástima que estas palabras de Han, hayan sido aplicadas de forma inequitativa en nuestro territorio. El poder jerárquico, acumula, pervierte y distribuye la información a su amaño. El enjambre simplemente replica este prodigio sin ninguna asimilación. Cada vez más, la necesidad de una absurda transparencia salpica la información consumible. Continuamente con algarabía nos muestran la verdad. La pregunta es ¿Cuál Verdad?
REFERENCIAS
Han, Byung-Chul (2013). En el Enjambre. Editorial Herder. Barcelona