La pandemia del Covid-19 ha dejado al mundo en suspenso. Llevamos más de un año y esta situación crítica ha cambiado las rutinas cotidianas de la humanidad en todo el planeta. En Colombia las medidas del gobierno nacional y los gobiernos locales para intervenir la crisis han sido insuficientes. Diversas problemáticas sociales se han agudizado y se reflejan cada vez más en la vida cotidiana y en la imposibilidad de la satisfacción de las necesidades humanas básicas en la corporalidad de Los de Abajo.
La respuesta del gobierno nacional ha sido generar unas políticas violentas, para favorecer a los sectores económicos y financieros más privilegiados de la sociedad y los intereses corporativos transnacionales, es decir Los de Arriba. Así como presentar un paquete de reformas en el Congreso de la República, entre las que se encuentran: una reforma tributaria regresiva; una al sistema de salud que busca privatizar y mercantilizar por completo el derecho a la misma; una reforma laboral; una reglamentación anticonstitucional a la consulta previa de los pueblos en sus territorios y, un nuevo cambio al régimen pensional en el país.
A su vez, la ciudadanía se ha movilizado en la coyuntura del actual Paro Nacional en contra de la implementación de fumigaciones con glifosato en los territorios del campo colombiano; el incumplimiento sistemático de los puntos del Acuerdo de Paz; el asesinato sistemático de líderes sociales y excombatientes; la falta de empleo que se agudiza cada vez más en el territorio; la brutalidad policial y la militarización de la protesta social; la falta de gestión eficiente de las vacunas para atender la pandemia; la corrupción estructural que corroe las instituciones y empresas del Estado, entre otras problemáticas.
La falta de apremio por parte del gobierno nacional y su miopía para ver lo visible, desató una situación extraordinaria e impensable en el país hasta hace unos pocos días: provocar una transición desde la pandemia al cambio social, que si bien puede verse con esperanza, no deja de ser contradictoria, ya que la misma presenta grandes peligros, pero a su vez, también algunas oportunidades para las transformaciones de la sociedad colombiana. Las mismas que desde hace mucho tiempo, son anheladas por el pueblo, por Los de Abajo.
La crisis de la pandemia y el manejo de las redes sociales de la comunicación y sus plataformas y aplicaciones, han hecho que emerja lo que antes era de cierta manera invisible para la gran mayoría de la ciudadanía en Colombia: el poder ver en vivo y en directo la violencia simbólica, estructural y física histórica; generada por el gobierno del Estado colombiano; así como su ineptitud en lo que se refiere a la imposibilidad del diseño y ejecución de políticas acertadas, para la intervención en crisis de las problemáticas desatadas por la pandemia y su incompetencia institucional en general.
Históricamente en la sociedad colombiana se ha vivido en la narrativa del miedo, y por estos días se quiere seguir imponiendo ésta desde el gobierno del Estado, pero para poder salir airosos de la crisis desatada por la pandemia, se hace necesario que se imponga la narrativa de la esperanza. La forma en que se decida esta situación determinará el futuro de nuestro país. Reconociendo, sin embargo, que vivimos en un contexto de capitalismo de Estado autoritario y agresivísimo en donde el que ejerce el poder es un populismo de derecha que reafirma el modelo neoliberal y guerrerista.
La movilización social actual, si bien se da por una reforma económica que el gobierno plantea, la cual atenta las posibilidades de garantizar alguna condición de vida digna en Los de Abajo, tiene sus antecedentes a finales del año 2019 y en las movilizaciones, especialmente estudiantiles universitarias de los últimos años. Las mismas que se mantuvieron en el año 2020 quietas por la crisis sanitaria desatada por la pandemia. Parece irónico que el gobierno en plena crisis haya decidido hacer una reforma tributaria que se plantea asistir socialmente a Los de Abajo, con el dinero que no tienen los mismos, mientras un poco más de un año antes, con otra reforma se le habían dado grandes exenciones tributarias a los más poderosos, es decir a Los de Arriba. Pero es cierto.
Los tiempos de la pandemia para nada son propicios e idóneos para el activismo callejero de Los de Abajo contra el gobierno neofascista de Los de Arriba, pero no les quedó otra opción. Ya que, los movimientos sociales siempre suelen surgir en momentos de grandes emergencias y de fuerte represión sobre las libertades individuales y colectivas de la ciudadanía. Los de Abajo luchan en pandemia por sobrevivir al mal gobierno.
Si bien, desde los gobiernos locales del país, como el de la alcaldesa Claudia López en la ciudad de Bogotá, se intentó persuadir para que las protestas fueran solo de tipo cacerolazos y plantón en las salas de las casas, las resistencias sociales desbordaron estas expectativas en tiempos de pandemia en el país. Eso es ya un hecho histórico que, hoy después de varios días de movilización está más que comprobado, para el caso del pueblo colombiano, que se viene movilizando en masa y de manera contundente.
A pesar de que el gobierno anunció que retiraría temporalmente la reforma tributaria en el Congreso de la República. Varios sectores sociales como el movimiento indígena, los transportadores, los taxistas, los campesinos, entre otros, han manifestado la intención de unirse a la movilización social y a esta, la demanda de sus luchas. No le va quedar fácil al gobierno de Duque desmontar el paro. Más aún cuando desde muchos sectores inconformes con el tratamiento policivo y militar hoy hasta piden su salida del gobierno por ineptitud.
La presión de los medios de comunicación internacional y el multilateralismo internacional puede empezar a jugar en su contra, ya que el efecto esperado por la reforma tributaria, empieza a generar efecto contrario para la economía del país, ante las calificadoras económicas internacionales, debido a la violación de los derechos humanos por parte de la fuerza pública a su mando, ya que se está rompiendo el orden constitucional colombiano y los acuerdos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas ratificada por el Estado colombiano. Cosa que no se ve con buenos ojos en el espectro internacional.
Los de Abajo se levantan y se movilizan como un poderoso movimiento social en tiempos de pandemia en Colombia a pesar del distanciamiento social y de la crisis, SE levantan con una fuerza inusitada en las últimas décadas en Colombia. El hambre y la ira han configurado un potente movimiento social compuesto por diversos actores sociales, estructurados desde las regiones y la espontaneidad del alter-activismo de los y las jóvenes en las ciudades.
La legitimidad gubernamental tambaleará más si persiste en creer que a través de la violencia se puede dar control a la crisis estructural del mal gobierno del Estado colombiano. La disputa ahora es entre el autoritarismo y la posibilidad de conservar la democracia y el Estado social de derecho. El futuro es incierto, pero asistimos a una revuelta contra el neoliberalismo, que quizás pase de una crisis sanitaria a la refundación de la política en Colombia.