#Opinión: con Chantal Mouffe digo: Petro presidente

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Lo reconozco, soy un ñoño. No un Ñoño Elías, claro, sino un ñoño de esos que estudian por el simple gusto de estudiar. En una fría mañana de martes, en esas en las que tengo un pequeño tiempo libre, gusto de ir a una biblioteca en la que los libros estén al directo alcance del lector para caminar entre estantes e ir viendo que me llama la atención leer. En unas ocasiones el interés se inclina por la historia, en otros por la filosofía y en esta oportunidad por la teoría política.

En el rincón más recóndito, rodeado de libros de habla inglesa y alemana, asomaba de entre las portadas oscuras forradas por desgastadas cuerinas, un libro de tamaño mediano con sugerente título “El retorno de lo político”, de una polémica autora de la que marxistas y postestructuralistas reniegan: Chantal Mouffe.

Al iniciar su lectura, sentado en el tapete a los pies del estante e incomodando a las pocas personas que por allí tenían que pasar, me encontré con unas páginas cargadas de actualidad que parecían pensadas para caracterizar la coyuntura electoral que afronta Colombia.

El retorno de lo político es un título exótico que lleva a pensar que en algún momento lo político se fue pero que volvió, que retornó. Pero también abre algunas preguntas ¿lo político?, ¿cómo así, osea, diferente de la política?, en efecto, lo político distinto de la política. La autora nos dice que la política no necesariamente contiene a lo político, o mejor, que algunas teorías pretenden separar lo político de la política.

Pero… ¿y qué es lo político y la política según la autora?, la política, etimológicamente, la asocia a la polis, a la vulgarmente conocida como “ciudad-estado” de la Grecia clásica antigua, y a lo político con el pólemos, también del griego antiguo, que hace referencia a la batalla y a la guerra. Evidentemente esa asociación no basta para entender la diferencia, aunque nos da ya un indicio de lo que es cada término.

Teniendo en cuenta que la política hace referencia a un modo de organización de la vida [la polís], en términos de la gestión de su producción y reproducción, la autora nos indica entonces que precisamente se trata del establecimiento de un orden, de organizar la coexistencia humana, ¡aunque! En condiciones “siempre conflictivas” al estar atravesadas por lo político, que hace referencia al rasgo humano de contradicción, diferencia, conflicto.  Es decir, que la política y lo político están integrados, así se separen para fines de caracterización. Que la pretensión de ordenamiento siempre está atravesada por las relaciones conflictivas establecidas por los seres humanos. Conflicto entendido como la contradicción de intereses distintos y por tanto como potencial de diversidad, de movimiento, y de estabilidad relativa.

La autora nos dice que los liberales, no solo los del partido sino aquellos que se encuadran dentro del pensamiento liberal, quieren solo establecer la política y sostenerla por la vía del pleno y casi que total consenso, de la plena aceptación, algo sumamente difícil en todas las sociedades hasta el día de hoy, ya que no tiene en cuenta la existencia de múltiples posturas, de lugares de enunciación, de distintas clases sociales, grupos diferentes con reivindicaciones sexuales, étnicas,etc, sino que supone a la sociedad como un todo homogéneo de ciudadanos.

Así que como alternativa sugiere la necesidad de concebir una democracia que admita al conflicto, sin pretender suprimirlo, así sea por la vía del lenguaje al no nombrarlo. Señala que lo político denota un carácter de antagonismo, teniendo como núcleo problemático la presunción de un enemigo al que hay que eliminar, por lo que nos dice que es importante hacer transitar ese antagonismo de la lógica “amigo-enemigo” a un agonismo que sustituya esa lógica por la de adversarios políticos, en un marco de tolerancia que no implique la eliminación del contrario aunque sí su férrea disputa de proyectos de país y de mundo. Como quien dice, el problema no está en la “polarización” en sí misma, sino en la visión de que hay que matar al otro, al ellos, para que el nosotros gobierne.

Chantal nos explica que está tomando fuerza -en el momento en que escribió el texto, en la Europa de fines del siglo XX- una idea de “república del centro” más allá de izquierdas y derechas, que, en sus propios términos, no permite emerger la figura de adversario, aun cuando siempre, siempre está latente el conflicto en la sociedad. Lo que lleva a una situación “peligrosa para la democracia”, esto es: “crea un terreno favorable para los movimientos de extrema derecha”, que logran articular pasiones políticas, dejadas de lado por el liberalismo [que cree que todo en política es razón e ilustración] para reforzar ahí si un antagonismo.

Por eso, de nuevo con Chantal, es necesario que una democracia pluralista reconozca la dimensión de lo político “en lugar de negar su existencia”.

En ese sentido, la propensión por respaldar a toda costa una propuesta de “centro” como la de Fajardo con la “Coalición Colombia” conformada por su Compromiso Ciudadano, el partido Alianza Verde y la tendencia Moir del Polo Democrático, con tal de tener una suerte de tránsito “no polarizador” hacia un gobierno diferente al de “los mismo con las mismas” resulta vacía, literalmente, al omitir el componente de lo político con tal de mostrarse por encima del bien y del mal. Omisión que solo permite que partidos de derecha y extrema derecha como Cambio Radical y “Centro” Democrático [así, entre comillas y puesto en mucha duda] aprovechen un encausamiento de las pasiones políticas, que son mayoritarias, antes que de las razones, en función de un antagonismo en contra de los proyectos realmente democráticos.

La convergencia democrática entre la Coalición Colombia y la Colombia Humana representada por Gustavo Petro era la mejor salida, con tal de que no llegaran de nuevo al poder las mismas elites asociadas en los partidos de derecha y extrema derecha. Aunque con esta visión tan estrechamente liberal de no contemplar la pervivencia del agonismo, de este antagonismo de ideas de corte democrático, con tal de “no polarizar”, están forzando el ocaso de la esperada y lejana unidad y del consecuente triunfo de los sectores democráticos que solo esperan la paz con justicia social para Colombia.

Con el sueño de convergencia cada vez más oculto en el horizonte creo que solo queda respaldar una propuesta fresca y democrática como la de Gustavo Petro, tildado de populista [como término peyorativo típico en el liberalismo] al no concebir la posibilidad real de cambios sustanciales en un país sumido en el medioevo impuesto, conjugado absurdamente a un republicanismo de elites, al no concebir como posibilidad real la potencia plebeya, a las personas sencillas construyendo rutas de justicia social codo a codo con un gobierno de corte humano que entiende la importancia de convivir con la naturaleza en tiempos de crisis ambiental global.

Este liberalismo cerrado, mecanicista, e insisto, bastante estrecho de visión política, porque como ya vimos, omite lo político, no puede entender que haya una propuesta de cambio que no solo movilice razones ilustradas sino que también movilice pasiones políticas y siendo democrático a la vez. Entendiendo junto a Mouffe que “el objetivo de una política democratica no reside en eliminar las pasiones ni en relegarlas a la esfera privada, sino en movilizarlas y ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos agonísticos que favorecen el respeto del pluralismo”.

Ante el ocaso de la convergencia, decido levantar decididamente, aunque bueno, por ahora mentalmente desde el frío de la biblioteca, la bandera del agonismo, de la democracia plural radical y por ende, de la Colombia Humana en respaldo a Gustavo Petro a la presidencia.

Nota:

Qué bonito cuando se enarbolan en las plazas el azul, blanco y rojo del M-19, el amarillo y verde de la UP así como el negro y amarillo del Polo Democrático, junto a los colores diversos de la Colombia Humana.

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David Pinzón Hernández @DavidPinzonH |Amante de las Ciencias Sociales|Co-director de la REVISTA HEKATOMBE.

 

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