Si bien han pasado 70 años desde el asesinato de Gaitán, el orden político dominante surgido luego de su muerte mantiene aún estructuras profundas de continuidad, por eso la reflexión de Antonio García sigue siendo valiosa.
Apartados del balance de Antonio García Nossa sobre la experiencia gaitanista (Gaitán y el camino de la revolución colombiana, 1974)
“Gaitán desencadenó una de las más formidables movilizaciones de masas de la historia colombiana, pero sin comprender la necesidad estratégica de articularlas, organizarías y educarlas políticamente en un nuevo partido, con el objeto de romper la petrificada estructura bipartidista y de imponer una nueva dinámica en las relaciones políticas entre las clases. Es sorprendente cómo Gaitán no logró clarificar nunca el verdadero papel desempeñado por el sistema tradicional de partidos —liberales y conservadores, rojos y azules, capuletos y mónteseos— en la alienación y manipulación de las clases populares y en la preservación del control oligárquico sobre los aparatos del Estado. Este hecho explica uno de los más irremediables e ingenuos errores cometidos por el caudillo popular, en la recta final de su vida: la aceptación de la jefatura única del partido liberal, cambiando su condición de líder social del pueblo, por la de jefe de una de las acciones políticas de la oligarquía gobernante. En estos dos acontecimientos centrales —la aceptación de las antiguas reglas del juego político y la renuncia implícita a trasformar la alianza transitoria de clases populares en un nuevo partido, esto es, en una alternativa políticamente válida frente a la República Señorial— radica la clave no sólo de la frustración histórica del caudillo, sino del conmocionado y violento proceso de desmovilización popular. Este era, precisamente, uno de los más importantes objetivos de la estrategia contrarevolucionaria, ya que a la desmovilización popular pudo seguir la institucionalización de la violencia, la plena concentración del poder económico y del poder político, la instauración de la Nueva Dependencia y el desmantelamiento puro y simple del Estado Liberal de Derecho”.
Reflexión: Una vez las fuerzas ultraconservadoras conquistan el poder del Estado proceden a destruir la amenaza que representa las conquistas democráticas populares.
“Gaitán no alcanzó a tomar conciencia de que no podía luchar eficazmente contra las nuevas estructuras corporativas y contra un Estado autoritario, con los métodos espontaneistas y morales del liberalismo político. Su concepción romántica o positivista de los partidos tradicionales, le impidió ver críticamente los cambios ideológicos internos y comprender el trasbordo totalitario de caudillos conservadores tan implacables, y enérgicos como Laureano Gómez. El Partido Conservador que durante la segunda guerra mundial se sintió identificado con Hitler, Mussolini, Laval y Franco, —a quienes consideró los abanderados de la civilización cristiana occidental—, no era el Partido conservador de la época patriarcalista de José Vicente Concha o de Miguel Abadía Méndez, ni menos el movimiento girondino que alentó a partir de 1.842 el insigne rousoniano José Eusebio Caro.
Contra la escalada absolutista, Gaitán solo podía oponer las normas frágiles y el ingenuo doctrinarismo de la República Liberal: desmantelado en la práctica el Estado Liberal de Derecho, carecía de sentido el intento de luchar con sus fórmulas y sus ritos. Una de las expresiones más patéticas de esta desproporcionada y bizantina lucha entre el abogado santanderista y el Gobierno minoritario que sólo reconocía las reglas de hierro del poder, fue la manifestación del silencio destinada no sólo a protestar sino a frenar el proceso de la violencia política desencadenado desde los propios órganos superiores del Estado. Dentro del nuevo orden de cosas, la simple protesta multitudinaria, la fuerza moral de un pueblo desfilando silenciosamente en la noche para reclamar del gobernante respeto por las libertades y derechos consagrados en la Constitución, carecía de eficacia y de sentido. Sin organización y sin conciencia política, el pueblo resultaba un soberano sin poder; sin iniciativa y sin poder, no era políticamente posible ni la presión ni la negociación, ni siquiera para preservar el derecho elemental a la vida. La escalada absolutista —apoyada en una creciente identificación ideológica entre las oligarquías conservadoras y liberales, entre Laureano Gómez y Alberto Lleras, entre Mariano Ospina Pérez y Carlos Lleras Restrepo— era la condición histórica para que los convulsionados procesos de concentración del poder económico y del poder político pudiesen llegar hasta sus últimas etapas y consecuencias”.
Reflexión: A la fuerza moral popular, necesaria en tiempos de crisis del poder dominante es necesario rodearla de la fuerza organizada y políticamente disciplina de los inconformes dispuestos a ser Estado.
“La crisis de la República Liberal se originó en una profunda, insalvable y explosiva contradicción entre la concentración del poder económico canalizada a través de las modernas corporaciones oligárquicas y la democratización del poder político conquistada a través de la movilización de masas, la apertura política del Estado y la Constitución de una Central Única de Trabajadores. La dictadura contra-revolucionaria desató por eso la violencia, desde el Estado, con el objeto de desarticular y aniquilar esa amenaza política representada en una movilización popular enfrentada revolucionariamente al sistema. El gobierno de Laureano Gómez —orientado de acuerdo con los modelos corporativos de España y Portugal— regularizó el estado de sitio, comprometió políticamente a las fuerzas armadas y aplicó una fórmula ya clásica en América latina: la de absolutismo político y liberalismo económico”.
Reflexión: El proyecto hegemónico dominante, liderado hoy por el uribismo, busca reestructura la conducción autoritaria y antipopular del Estado, desbaratar los tejidos organizativos populares territoriales, los pocos cambios enunciados en los Acuerdos de Paz, como condición para el nuevo ciclo de acumulación capitalista-imperialista.
La respuesta al momento ubista III no puede estar recluida en marco convencional y ritual de lucha parlamentaria. La acción parlamentaria, importante porque ahora cuenta con un jefe de la oposición (Petro-Angela María), cobra sentido en un marco mayor de emergencia y afianzamiento de nuevas lógicas de desarrollo de un nuevo proyecto hegemónico popular, democrático y nacional, de base territorial y regional.
Es como diría Gramsci tiempo de guerra de posiciones, o de apuesta popular prolongada, (en Mao lo prolongado no es lo eterno, sino el tiempo de transformación construcción de lo fuerte en débil y de lo débil en fuerte, mediante una creciente movilización, organización y politización de las fuerzas sociales del pueblo).
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Por: profe Frank Molano, amigo de la casa Hekatombe.