El amor como lo conocemos no viene dado por naturaleza como en un “gen del amor”, es producto de una construcción social que se puede rastrear al siglo XII con la reina Leonor de Aquitania que después de acompañar a su primer esposo, el rey Luis VII, a la segunda cruzada, se encontró con los sufíes que centraban todo su pensamiento en el amor. Leonor aprendió de ellos, lo adoptó y lo llevó a las cortes parisinas con la Universidad del Amor y el amor cortesano, los juglares llevaron las enseñanzas que ajustó la reina de los sufíes, por todo el territorio que hoy se conoce como Francia.
Leonor de Aquitania se divorció de Luis VII quien no aguantaba su ímpetu, su afán de conocimiento y su pasión por la política, no sin antes difamarla y acusarla de adulterio
De esta manera, el matrimonio que era entendido como una transacción para pasar de unas manos a otras títulos y tierras con la entrega de mujeres, pasó a tener un componente “romántico”, en el que las mujeres ya no estaban disponibles para atender los apetitos de los hombres y sus “negocios”, sino que era necesaria la seducción por medio de heroicas y grandes pruebas de amor, lo que significó una revolución en aquella época.
Leonor de Aquitania se divorció de Luis VII quien no aguantaba su ímpetu, su afán de conocimiento y su pasión por la política, no sin antes difamarla y acusarla de adulterio, acusaciones a las que se sumó, por supuesto, la iglesia en cabeza del Papa. Al ser joven y propietaria de tierras, decidió huir para no ser raptada y obligada a casarse.
Tiempo después conoció al joven Enrique II con quien se casó y fue reina de Inglaterra. Todo iba bien, hasta que él decidió encarcelarla en fortalezas para no tenerla cerca porque no toleraba su ímpetu, su afán de conocimiento y su pasión por la política. Fue con la muerte del rey que Leonor se liberó y vivió hasta los 83 años.
Así como el amor romántico o cortesano representó una revolución en el siglo XII, ya va siendo hora que más de ochocientos años después repensemos las maneras de amar
Así como el amor romántico o cortesano representó una revolución en el siglo XII, ya va siendo hora que más de ochocientos años después repensemos las maneras de amar más allá de la lógica de la media naranja, del amor para siempre, del matrimonio como sinónimo de amor, o de mitos como que una crisis de pareja se “soluciona” con hijos, la espera por la persona perfecta, o el dominio y control sobre la otra persona como expresión de pasión y cariño.
Aquí les compartimos algunas reflexiones que nos ayudarán a meterle mente al amor y no perder la cabeza por su causa.
Coral Herrera (1977-)
«Por amor aguantamos insultos, violencia, desprecio. Somos capaces de humillarnos “por amor”, y a la vez de presumir de nuestra intensa capacidad de amar. “Por amor” nos sacrificamos, nos dejamos anular, perdemos nuestra libertad, perdemos nuestras redes sociales y afectivas. “Por amor” abandonamos nuestros sueños y metas, “por amor” competimos con otras mujeres y nos enemistamos para siempre, “por amor” lo dejamos todo… Por eso este “amor” no es amor. Es dependencia, es necesidad, es miedo a la soledad, es masoquismo, es fantasía mitificada, pero no es amor».
Caitlin Moran (1975-)
«Junto con la ropa interior, el amor es una de las tareas de las mujeres. Las mujeres se tienen que enamorar. Cuando hablamos de las grandes tragedias que pueden ocurrirle a una mujer, una vez descartadas la guerra y la enfermedad, la idea que más nos estremece es no ser amada».
Toni Morrison (1931-2019)
«tú piensas que si él no te ama entonces tú no vales nada. Piensas que si él ya no te quiere él tiene razón, crees que su opinión sobre ti debe ser correcta. Piensas que si él te desecha es porque eres basura. Tú piensas que él te pertenece a ti porque tu sientes que le perteneces a él. No. “Pertenecer” es una mala palabra, especialmente cuando la usas con alguien que amas. El amor no debería ser así».
Kate Millet (1934-2017)
«Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a las mujeres y hacerlas dependientes, en todos los sentidos.
Entre seres libres es otra cosa».
Simone de Beauvoir (1908-1986)
«El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal».
«El amor auténtico debería basarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades».
Errico Malatesta (1853-1932)
«Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro motivo que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física. (...) Eliminemos la explotación del hombre por el hombre, combatamos la pretensión brutal del macho que se cree dueño de la hembra, combatamos los prejuicios religiosos, sociales y sexuales, aseguremos a todos, hombres, mujeres y niños, el bienestar y la libertad, propaguemos la instrucción y entonces podremos regocijarnos con razón si no quedan más males que los del amor».