¿Ya vieron No mires arriba? Si, la película que critica el capitalismo y que pertenece a una empresa capitalista.
Pasando por encima de las famosas frases de cajón del tipo “una empresa capitalista que produce contenidos de crítica al capitalismo”, o “critica al sistema viendo películas en una plataforma del sistema”, que a la larga limitan del todo la posibilidad del análisis de productos masivos de consumo, creo que No mires arriba es una película que vale la pena ver, así como todas esas películas o series que encierran algún tipo de crítica a la organización actual de la vida social, pese a no ser ultra independientes y admiradas solo por un grupito selecto de personas.
Ese tipo de películas y series, entre las que también podría caber el Juego de Calamar, más allá de ser muestra de una contradicción evidente o un intento por normalizar e incluir la crítica a la dinámica económica actual, con sus valores y sus estupideces dentro de los cánones del mismo capitalismo, expresan, de un lado, un estado de ánimo de época, y del otro, una variedad de inquietudes que pueden desatar preguntas entre las personas que buscan entretenimiento como escape de la rutina laboral o la rutina del desempleo.
Leyendo comentarios y análisis que han salido sobre No mires arriba, algunos concluyen que se trata de un cuestionamiento a la humanidad y su avaricia, una idea con la que se asume que las prácticas y discursos propios de una época y de un modo de organización de la economía y la vida específicos al capitalismo y agudizados bajo el modelo neoliberal, son las prácticas y discursos normales de la humanidad en toda su historia.
expresan, de un lado, un estado de ánimo de época, y del otro, una variedad de inquietudes que pueden desatar preguntas entre las personas que buscan entretenimiento como escape de la rutina laboral o la rutina del desempleo.
Frente a esta lectura, cabe insistir en que el énfasis social puesto en el consumo exacerbado, la depredación de minerales por parte de grandes empresas a una escala global, y la primacía de la ganancia privada sobre el bienestar común, características que se pueden ver en la película, pertenecen al actual sistema económico, no a la actividad humana en abstracto, más allá de todo contexto y momento histórico.
También se ha dicho que es una película que aprovecha la idea del anuncio científico del impacto contra la tierra de un cometa, para hacer una crítica explícita del negacionismo anticiencia que rechaza en la realidad hechos como el calentamiento global o los efectos positivos de cualquier tipo de vacuna.
En el tercer grupo de análisis se encuentran los que además de compartir la interpretación de la película como una crítica al conspiracionismo, la anticiencia y al antiintelectualismo, señalan que en efecto se trata de una crítica a la tendencia en el capitalismo a que sea el poder económico el que gobierne sobre el poder político, siendo las grandes empresas que financian a las y los políticos de derechas las que terminan tomando la decisiones importantes cuando esas candidaturas se vuelven gobierno.
Finalmente, en el cuarto grupo, se encuentran quienes hacen hincapié en la forma superficial que los grandes medios de comunicación asumen la noticia sobre la catástrofe, y la atención puesta en noticias banales que despiertan mayor interés que las noticias que afectan la vida.
Hay una vieja noción, usada ya bastante en textos académicos sobre el análisis de la producción cultural, que recuerda la trama de la película y que articula la mayoría de las interpretaciones: la sociedad del espectáculo.
Guy Debord tenía 36 años cuando publicó el texto “La sociedad del espectáculo”, apenas un año antes de la revuelta obrero/juvenil francesa conocida como Mayo del 68. En 1957, con tan solo 26 años, había hecho parte de la creación de la Internacional Situacionista, una organización política y a su vez una vanguardia artística que se inspiraba en la tradición de las internacionales socialistas y en las ideas más subversivas del surrealismo, y que agrupaba a las y los trabajadores de la cultura.
“Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación”.
Debord era un cineasta independiente que quería escribir un manifiesto para la Internacional Situacionista, así como el Manifiesto Comunista y los manifiestos de las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo XX. La idea de los integrantes de la organización/ vanguardia era relativamente clara, en pocas palabras: construir situaciones y participar de situaciones que desafiaran el orden capitalista. Esas situaciones tendrían lugar en el plano amplio de la revuelta o la huelga, pero también en el plano inmediato de la vida cotidiana gobernada por la rutina capitalista. En las situaciones se buscaba la conexión entre el arte y la vida propia de las personas, tomando distancia de aquellas visiones que distancian el arte de la acción y el arte de la vida cotidiana.
La sociedad del espectáculo vino a ser entonces el manifiesto que caracterizaba la realidad en la perspectiva del situacionismo. Arranca el escrito diciendo: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación”.
Para Debord, en el capitalismo el espectáculo ha dejado de ser solo una acumulación de imágenes para ser incluso una forma de relación social «mediatizada por imágenes».
Con el espectáculo, el ocio de las y los trabajadores también es expropiado por el capitalismo. Ya no solo el producto de su trabajo deja de pertenecerle al trabajador en el proceso de venta de su fuerza de trabajo, sino también la capacidad creativa que se pudiera desarrollar en su tiempo de descanso es despojada por la representación de la vida que hace el espectáculo, en donde las personas ven elementos de su vida representada pero sin que sea esa su vida, ya que sus vidas están dejando de ser vividas mientras están sometidas a la contemplación del espectáculo o incluso al hecho de querer ser parte del espectáculo. Se trata de otra forma de enajenación.
El espectáculo termina siendo un elemento crucial de la producción y reproducción del capitalismo: «Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente», o, en otros términos, también en palabras del autor «Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria».
Es un proceso en el que ya no importa solo poseer sino también parecer. Es la primacía de la imagen o la apariencia que parte del mundo real, pero se distorsiona para imponerse finalmente sobre el mundo real de las personas de a pie.
Es un texto fascinante y les invito a que lo revisen, pues nos permite hacer una lectura de la sociedad actual. Para cerrar con esta parte cito esta última idea:
"La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas".
Una de las críticas posteriores a este manifiesto fue que la lectura de Debord parecía limitar la capacidad de interpelación del espectador frente al espectáculo, así como las posibilidades contra-hegemónicas que pueden construirse al interior del entretenimiento masivo.
«hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
Volviendo a la película, podemos ver cómo es el espectáculo el que termina mediando todo. Primero para el gobierno resulta problemático en términos políticos y económicos la difusión de la catástrofe, así que el canal al que recurren los científicos es el espectáculo, pero la agenda mediática del momento y los modos de presentación de la noticia sacrifican en últimas el aviso del siniestro.
Más tarde, cuando finalmente gana fuerza la difusión de la noticia, la victoria de la postura racional depende de su espectacularización, con la que viene una toma de partido mediada a su vez por el espectáculo: dos bandos enfrentados por la idea de la catástrofe o su negación, valiéndose del ataque por redes o de mega conciertos y eventos que rayan en lo ridículo.
Al final, el espectáculo capitalista gana y la vida pierde.
Pero como una producción cultural que guarda dentro de sí el hecho de ser crítica dentro de los cánones de lo criticado, queda la idea del realismo capitalista según la cual no existe alternativa. Al final no hay agencia social real que se traduzca en movilización como recurso de presión. Al final toda la sociedad sucumbe al espectáculo, los gobiernos distintos al de los Estados Unidos no logran enfrentar la catástrofe, y terminan a merced del interés de los Estados Unidos.
Con la película, así como con otras películas y libros sobre catástrofes, queda una vez más sobre la mesa la afirmación de Fredric Jameson citada por Mark Fisher en su libro Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?: «hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.