En ese espacio de orfandad estratégica de las fuerzas de derecha, se fortaleció la popularidad del gobierno, se implementaron algunas medidas importantes y adquirieron una posición favorable algunos símbolos de la propuesta del cambio.
Hace un año, luego del triunfo electoral del gobierno del cambio, presenciamos el tránsito de aquellos que siempre han gobernado el país, hacia el antes menospreciado lugar de la oposición. Aturdidos por la derrota, los sectores históricamente dominantes pasaron los primeros meses tras la toma de posesión presidencial intentando encontrar una estrategia común para enfrentar al gobierno. En ese espacio de orfandad estratégica de las fuerzas de derecha, se fortaleció la popularidad del gobierno, se implementaron algunas medidas importantes y adquirieron una posición favorable algunos símbolos de la propuesta del cambio.
La escasa cohesión de los partidos tradicionales acostumbrados a unirse entorno a la repartición del botín burocrático, la diversidad de opiniones entre aquellos que aspiraban a convertirse en voceros críticos del gobierno y la baja participación en las convocatorias a la movilización callejera marcaron el desarrollo de la contradicción entre la oposición y el gobierno durante los meses transcurridos entre junio y diciembre de 2022.
Estas cuatro líneas de acción, cada vez mejor coordinadas, buscan poner a la defensiva al gobierno para desgastarlo, aislarlo de la mayoría que lo eligió y, en últimas, inmovilizarlo para que no cambie nada o, en caso de persistir en la idea de cambiar el país, derribarlo.
El inicio del trámite parlamentario de reformas a la salud y al trabajo, que amenazan con tocar poderosísimos intereses de las élites, en conjunción con algunos errores del gobierno hábilmente capitalizados por los medios de comunicación, ofrecieron un terreno fértil al proceso de reconfiguración de la estrategia opositora, constituida por cuatro pilares que aquí analizamos: el mediático, el institucional, la calle y el boicot parlamentario. Estas cuatro líneas de acción, cada vez mejor coordinadas, buscan poner a la defensiva al gobierno para desgastarlo, aislarlo de la mayoría que lo eligió y, en últimas, inmovilizarlo para que no cambie nada o, en caso de persistir en la idea de cambiar el país, derribarlo. En cualquier caso, estamos ante las maniobras de una oposición que, a diferencia de los primeros meses del gobierno, cuenta con una estrategia que ha puesto en marcha para preparar su retorno a posiciones de mando en las instituciones del Estado.
El poder mediático
Un ejército de plumas, micrófonos y pantallas se ha alzado para fabricar y magnificar escándalos casi diarios que enlodan al gobierno y a sus funcionarios
Controlado por grandes grupos empresariales que se encuentran fuertemente vinculados a partidos políticos tradicionales y valores derechistas, ha sido el principal puntal de la acción de la oposición. Un ejército de plumas, micrófonos y pantallas se ha alzado para fabricar y magnificar escándalos casi diarios que enlodan al gobierno y a sus funcionarios, al tiempo que desarrollan un cubrimiento malintencionado de todas las actuaciones del presidente y su equipo. Ya sea sembrando interrogantes sobre asuntos que nunca antes contaron con el “ojo vigilante” de la prensa, como los costos del combustible del avión en el que la vicepresidenta hizo un viaje oficial al continente africano, o directamente falseando titulares para contribuir a ampliar la atmósfera de desprestigio del gobierno, como vimos esta semana en el caso de una entrevista al afamado jugador de fútbol James Rodríguez, que según parecía también estaba «cuestionando el gobierno de Petro». James no dice nada en el desarrollo de la entrevista que permita concluir semejante cosa, pero la verdad a los altavoces de la derecha les importa poco.
Guerra institucional
varias instituciones del Estado permanecen en manos de exfuncionarios o amigos reconocidos del expresidente Duque, que en la actual coyuntura han convertido sus cargos en verdaderas trincheras opositoras en nombre de la lucha contra la corrupción y la separación de poderes
Al tiempo, varias instituciones del Estado permanecen en manos de exfuncionarios o amigos reconocidos del expresidente Duque, que en la actual coyuntura han convertido sus cargos en verdaderas trincheras opositoras en nombre de la lucha contra la corrupción y la separación de poderes. Tal es el caso de la Procuraduría General, que ha abierto investigaciones a personas cercanas al gobierno en tiempo récord, y el de la Fiscalía, que ha mostrado ser muy rápida y diligente para llamar a declarar personas o emitir órdenes de allanamiento de edificios gubernamentales con el fin de alimentar el escándalo mediático del polígrafo. Sin embargo, como era de esperarse, ha sido muy lenta para dictaminar la causa de la muerte del coronel Dávila, de quien no pocos periodistas y opinadores de derecha alcanzaron a sugerir que había sido asesinado por el gobierno para silenciarlo. Esta tesis, machacada hasta el cansancio por el poder mediático, contó con la lentitud y silencio de la Fiscalía, que solo hasta hace pocas horas se pronunció para confirmar que el dictamen técnico permite concluir que el coronel Dávila se suicidó, como desde el comienzo sostuvo el gobierno.
Movilización callejera
muchas de las consignas que se coreaban el 20 de junio eran para respaldar a periodistas de derechas y a los medios hegemónicos, o para replicar en pancartas sus narrativas más agresivas.
La movilización callejera no ha sido esquiva a la acción de las derechas en momentos específicos de la vida nacional, y es previsible que gane importancia en el futuro inmediato. Podemos recordar, en el pasado reciente, las movilizaciones del 2008 que apuntalaron el discurso anti-FARC del gobierno uribista, las marchas contra la llamada «ideología de género» en 2016 que sirvieron al uribismo para alimentar lateralmente el sentimiento de rechazo al plebiscito de ratificación de los acuerdos de paz, y las marchas del 20 de junio de 2023 que evidencian la creciente capacidad que han ganado las derechas colombianas para movilizar a su base social.
Si algo tienen en común todas estas movilizaciones, además de la agenda conservadora que defendían, es su indiscutible vinculación con productos mediáticos. El auge de los grupos de Facebook en el 2008, las cadenas falsas que advertían de unas supuestas cartillas de adoctrinamiento en la «ideología de género» en 2016, y el alud de ataques del poder mediático contra el gobierno del cambio en 2023. No en vano, muchas de las consignas que se coreaban el 20 de junio eran para respaldar a periodistas de derechas y a los medios hegemónicos, o para replicar en pancartas sus narrativas más agresivas.
Boicot parlamentario
Por último, la derecha parlamentaria, que se mostró cautelosa y relativamente respetuosa de las formas al comienzo del gobierno, ha asumido una posición más combativa, alentada por el cerco mediático, respaldada por la creciente capacidad de movilización de las derechas y favorecida en su accionar por el clima de enfrentamiento institucional. Este viraje se ha traducido en la consistente aplicación durante las últimas semanas de la táctica del boicot parlamentario, orientada a romper los quórums necesarios para discutir las reformas propuestas por el gobierno, para que las iniciativas se hundan sin siquiera discutirse.
Esta huelga parlamentaria no declarada busca arrinconar al gobierno, para que no pueda cumplir el programa por el que votamos las mayorías del país, o en último término, obligarlo a moderarse
Esta huelga parlamentaria no declarada busca arrinconar al gobierno, para que no pueda cumplir el programa por el que votamos las mayorías del país, o en último término, obligarlo a moderarse, lo que implica hacer reformas que dejen contentos a los poderosos o directamente no hacerlas. En últimas, la derecha parlamentaria quiere poner al gobierno en una situación en la que se vea obligado a optar entre el desgaste de persistir en las reformas o el desprestigio de renunciar a ellas.
Estos cuatro pilares de la estrategia de las derechas tuvieron su grado máximo de desarrollo hasta ahora el 20 de junio pasado, fecha en la cual, teniendo como telón de fondo semanas enteras de fustigación mediática al gobierno, miles de personas se lanzaron a las calles a protestar, en medio del silencio de las instituciones controladas por la oposición, que convenientemente demoraron hasta un día después el dictamen sobre la muerte del coronel Dávila, cuya fotografía apareció en muchas de las pancartas de los y las marchantes.
Mientras todo esto ocurría, en perfecta sincronía, la derecha parlamentaria rompía el quórum para hundir la reforma laboral, que pretendía devolver algunos de los derechos arrebatados a la clase trabajadora colombiana durante los últimos 30 años. Celebraron los empresarios, sus gremios y el llamado centro invito a la moderación.
Estoy convencido de que el futuro de Colombia puede ser otro. Necesitamos recomponer nuestra estrategia para hacer avanzar el gobierno del cambio.
Los desenlaces posibles que pueden resultar de esta estrategia opositora son múltiples: la parálisis del gobierno para que no cambie nada, su moderación para que cambie muy poco o el golpe para cortar de raíz el ímpetu transformador de las mayorías nacionales. Por supuesto, a quienes apostamos por este proyecto aún nos quedan fichas por mover. Estamos a tiempo de recomponer nuestra propia estrategia para erosionar la base social de las derechas, reconfigurar la narrativa del cambio y retomar la iniciativa política.
Esto es claramente un problema del gobierno que tiene varios ajustes por hacer, pero también de los movimientos sociales y las organizaciones populares, que tienen que tomar en sus propias manos esta cuestión y, colectivamente, sin renunciar a su independencia, definir los mejores medios para enfrentar a las derechas colombianas, que están habituadas a hacer naufragar todas las iniciativas de cambio en el país, por modestas que sean. No hay que olvidar que de esos intentos fallidos para cambiar las cosas casi siempre emerge un país más derechizado que lo pone todo más difícil. Estoy convencido de que el futuro de Colombia puede ser otro. Necesitamos recomponer nuestra estrategia para hacer avanzar el gobierno del cambio.