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La pérdida de la aureola

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Charles Baudelaire en su Spleen de París, refleja quizá la más cruda simbología de la vida o condición moderna. Basta con echar un vistazo a sus anécdotas vitales, para identificar la resistencia que el sistema estatal ejercía a sus escritos. 

En su obra poética, figuran personajes machacados por el sistema y marginados por un entorno social viciado por el consumo y sostenido por la decadencia moral. Desde creaciones como Los ojos de los pobres y La pérdida de la aureola, se hacen evidentes sus críticas mordaces y la intención de visibilizar aquellos momentos cotidianos que constituyen la debacle ética, política y estética de nuestra existencia mundial. 

La aureola, como pretexto del presente artículo, simbolizará como es debido, la inocencia de los individuos en su proceso de vinculación social y su consecuente pérdida. A este respecto, sería loable cuestionarnos ¿Perteneció alguna vez la aureola a la pérfida condición colombiana? ¿La imponemos o retiramos a nuestro amaño? El filósofo norteamericano Marshall Berman ha sido uno de los eruditos que ha tomado como punto de partida, no solo al poeta francés Baudelaire, sino a su creación simbólica de la aureola. 

En su obra Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire, entremezcla la imaginería poética baudeleriana, con conceptos cruciales del marxismo. A saber: “La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al artista, al sabio. Los ha convertido en sus servidores asalariados. Para ambos (Marx – Baudelaire), una de las experiencias cruciales endémicas de la vida moderna, y uno de los temas centrales del arte y el pensamiento modernos, es la desacralización.” (Berman 157)

Este último término (desacralización), es al parecer uno de los mayores condicionantes del estatus quo colombiano. Los ideales de superación social y enriquecimiento cultural con los que miles de jóvenes realizan sus estudios universitarios, antes de someterse a la masacre y prostitución laboral, son tan solo un claro ejemplo de la pérdida de la aureola. 

En este sentido, aquellos que procuramos ganarnos la vida como docentes, no por azares del destino, nos topamos con una gran cantidad de jóvenes que descartan la academia como una forma íntegra y decente de llevar comida a sus casas. En un país donde un personaje como Iván Duque llegó a ser presidente, Marbelle es considerada artista y por esta misma línea, un sinfín de ineptos carentes de formación, o en su defecto, moviendo influencias para obtener títulos o empleos, se hace cada vez más innecesario llevar el nimbo de la probidad profesional. 

Lo cómico de Baudelaire, cobra un realismo casi trágico. Aquel sujeto que pierde su aureola en el fango, es la premonición poética del horror social y sistemático, como nos lo indica Berman, “la pérdida de una aureola nos enfrenta a un espíritu muy diferente: el drama aquí es esencialmente cómico, la forma de expresión es irónica, y la ironía cómica es tan lograda que enmascara la seriedad del desenmascaramiento que está ocurriendo (…) Apunta hacia un siglo en que los héroes aparecerán vestidos de antihéroes y cuyos momentos más solemnes de verdad no solo serán descritos, sino realmente experimentados como payasadas.” (Berman 157)

La crisis del modernismo colombiano, es quizá el referente clave para analizar el cambio simbólico de la aureola. Como es sabido, desde el marxismo más puro y duro entendemos que la dificultad social deriva de la lucha de clases. Discurso por demás trillado y panfletario, pero que encierra una notable condición de realidad. La desacralización de la academia es ahora uno de los síntomas trágicos de la voluntad capitalista en el país. 

Desde sentencias de la talla de “es mejor ser rico que pobre”, referida por el boxeador Pambelé, hasta “¡estudien vagos!” enunciada por uno de los personajes más nefastos que ha podido existir en la política nacional, la lucha sustancial por los ingresos económicos y la subsecuente minimización del discurso educativo como potencial de una vida sostenible, ha rondado la cabeza de miles de jóvenes en las diferentes regiones del país. ¿Son los jóvenes una ofrenda más para el capitalismo moderno? ¿Estamos frente a la más grande obsolescencia del discurso académico?

Tal y como lo llegara a plantear Zygmunt Bauman en su obra Sobre la Educación en un Mundo Líquido, “gracias al exhibicionismo despreocupado y entusiasta de los adictos a Facebook (cualquier red social a día de hoy), que se exponen ante miles de amigos que están conectados y ante millones de otros que simplemente vagan por la red, los dirigentes de las agencias de publicidad están ahora en condiciones de canalizar los deseos y aspiraciones más íntimos; los más ostensiblemente personales y únicos, ya sean articulados o tan solo conscientes a medias, ya estén rabiosamente presentes o sean sólo deseos y aspiraciones proyectados por el gigante consumista” (Bauman 66). 

Por lo anterior, sólo  navegando en una red social como Tik-Tok, podemos encontrar personajes precarios tomando algunos milloncitos para disfrutar un fin de semana, cargando autos deportivos con dinero, haciendo alarde su supuesto éxito social, gurús del coaching o como quiera llamarse a este discursillo, exponiendo abiertamente que invertir dinero y tiempo en estudios universitarios es algo inútil, además de hacer un pompa vacía de marcas y gustos estéticos que sobrepasan las pretensiones consumistas de cualquier ciudadano promedio. 

Ciertamente, hemos retirado las aureolas de manera voluntaria. La academia en declive, nos hace recordar aquellos bienes de consumo que caducan con el tiempo. Aquellos conocimientos cercanos al ejercicio del pensamiento y el arte, son cada vez más sacrificados bajo el señalamiento de inutilidad. Tal como plantea el encantador y superficial discurso del marketing, “venda los beneficios del producto y luego el producto se venderá solo cuando los compradores lleguen a la página de ventas (…) lo que de verdad debe hacer es enfatizar lo que el producto puede conseguir para que la vida del comprador sea mejor, más fácil, más rápida, más feliz, más exitosa… ¿Comprende a qué me refiero?” (Bauman 67). La premisa fundamental de las nuevas aureolas, nos evocan un breve apartado de Baudelaire, “la historia entera de la mitología, ahora debe estar al servicio de la gula”.

REFERENCIAS

  • Bauman, Zygmunt (2013). Sobre la Educación en un Mundo Líquido. Editorial Paidós, Madrid 
  • Berman, Marshall (1978). Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire. Editorial Siglo XXI, México  

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