Hace un par de días, reciclando algunos DVD que aún tenía en mi poder, me encontré con un agradable redescubrimiento. Un documental titulado Surplus: Terrorismo de consumo, que por algunos años acumuló polvo en mi biblioteca. Al repasar algunos momentos de la producción, por demás bastante decente y recomendable, me encuentro con uno de los teóricos invitados al documental. El filósofo y primitivista John Zerzan. La anécdota en cuestión, encuadra el interés puntual de transitar algunas de las ideas del pensador, bastante aterrizadas a nuestros momentos de lasitud ideológica, económica y moral. Adentrémonos en el cuento con dos de sus producciones, que podrían llegar a evocarnos las más álgidas propuestas de la ciencia ficción, sin dejar de lado la realidad que nos ahoga diariamente. Empecemos con la primera de ellas:
1. Futuro Primitivo
¿Qué tal si la salida de la humanidad fuera retornar a la caverna? ¿Qué si dejáramos de lado aquel principio platónico de permitir deslumbrarnos por el albor civilizador y volver a la frugalidad? Estos dos cuestionamientos rondarán nuestra mente al abordar esta corta, pero potente propuesta.
Si bien es complejo establecer una negación a la evolución histórica y cultural, se hace evidente la laberíntica condición posmoderna que digerimos. Zerzan nos recuerda la simpleza del hombre primitivo, el tiempo libre como principio fundamental, la caza y recolección como actividades cooperativas que marcaban los abecedarios sociales sin el agobio de los señalamientos hiperproductivos que no conducen a nada, dejando de lado aquel halo de negativismo que se le atribuye al salvaje, que en palabras del filósofo: “Asimismo, el límite de nuestra existencia precivilizada, hecha de privaciones, de brutalidad y de ignorancia acaba por hacer aparecer la autoridad como un beneficio que nos salva del salvajismo. Aún se invoca al “hombre de las cavernas” y al “hombre de Neanderthal” para indicarnos donde estaríamos sin la religión, el Estado y los trabajos forzados”. (Zerzan 3).
La comprensión y domesticación de la naturaleza ha sido uno de los grandes cuestionamientos de Zerzan. ¿Por qué simplemente no dejar que esta nos lleve en su noble proceder? ¿Existe algo de malo en la condición primitiva como balance de la naturaleza humana? A este respecto el pensador suscita un interés especial en el lenguaje como dispositivo socializador. Es innegable la condición simbólica de nuestra especie, la evolución, si puede dársele dicho apelativo, ha sido estimulada por la necesidad inexorable de comunicar ideas, pensamientos y percepciones. Aunque, en su vastedad, como determinaría el pensador norteamericano, el exceso de ficcionalización nos ha arrojado a la complejidad estructural, no solo como condición cognitiva, sino cultural, ideológica y económica. A este respecto podríamos citar:
“El lenguaje parece haber operado como un agente inhibidor, como medio de someter la vida a un control mayor, de poner trabas a las olas de sensaciones a las que el individuo pre-moderno era receptivo. Visto así, se habría producido verosímilmente un alejamiento a partir de esta época, de la vida de apertura y de comunicación con la naturaleza, en dirección a una vida orientada hacia la dominación y la domesticación que siguieron a la aparición de la cultura simbólica” (Zerzan 20).
Es bastante interesante, concebir el lenguaje como componente de dominación. Quizás, el mejor ejemplo que podríamos traer a colación, es la mirada europea en su proceso de descubrimiento al continente americano. En su tendencia dominante, no soportaban la imagen del buen salvaje. Aquel nativo en balance natural y alejado de la dominación simbólica que el hombre blanco había hecho de su mundo: una máquina devastadora de producción mercantil.
2. La catástrofe del posmodernismo (ensayo)
¿Existe alguna definición precisa que encuadre este término? ¿Estamos realmente en la cúspide de la decadencia cultural? Zerzan plantea el concepto de pospensamiento para referirse a la crisis posmodernista. Si bien, la teorización en torno al lenguaje, enfrasca la poca certeza de llegar a una posible unificación de criterios respecto a lo que acorrala la condición humana, resulta relativamente perceptible el deseo en la deconstrucción de aquellos patrones que solían ser sólidos y determinantes en la consolidación teórica que nos ha servido como brújula para entender nuestra historia. En palabras del pensador norteamericano:
“El posmodernismo subvierte dos de los principios centrales del humanismo de la Ilustración: el poder del lenguaje para configurar el mundo y el poder de la conciencia para dar forma a un yo. De este modo nos encontramos con el vacío posmodernista, la noción general de que el anhelo de emancipación y libertad prometidos por los principios humanistas de la subjetividad no puede ser satisfecho. El posmodernismo considera al yo como una convención lingüística. Como señaló William Burroughs: «Nuestro “yo” es un concepto completamente ilusorio» (Zerzan 5).
Si hablamos de emancipación, la ficción que nos plantea la máquina, nos da simplemente para elegir entre el producto A o B. La libertad se consolida en la capacidad de producción, y el yo o consciencia de sí, no es más que un cúmulo de fragmentos ideológicos, discursos, marcas y demás naturalezas que refuerzan la pecera que habitamos. Parafraseando a Fernando de Rojas, aquel escritor medieval, célebre por La Celestina: la vida es aquel voraz trillo que nos recibe cual tierno trigo recién segado.
El ideal de John Zerzan podría definirse como la posible vigorización de un anarquismo individual. Lejos de relacionarlo con la descerebrada corriente libertaria, que promueve con sus estupideces el individualismo mercantil. El pensador, nos lleva a cuestionarnos el ritual capitalista con sus templos de vitrinas y maniquíes perfectos. Un discurso que, tristemente es otro vapor exhalado por la máquina, pero quizá nos arrojé a un noble devenir primitivo.
Referencias
Zerzan, John (1994). Futuro Primitivo. Numa Ediciones, Valencia
Zerzan, John (1991). La Catástrofe del Posmodernismo. www.primitivism.com