Hiperconsumir: el mandamiento contemporáneo

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El consumo no para. En la actualidad el consumo, o mejor, el hiperconsumo, construye la vida. Consumir mercancías y experiencias: en eso se termina resumiendo todo.

No importa tanto el contenido del lugar como la forma, lo que se pueda mostrar como evidencia.

No son pocos quienes reflexionan en torno al hiperconsumo, desde autores modernos hasta postmodernos. Desde marxistas y anarquistas hasta decoloniales o neo nietzschianos. Sí, parece un tema desgastado, pero es difícil que no sea abordado en estos tiempos cuando el sistema solo empuja hacia su generalización y agudización.

Puede que no todo sea hiperconsumir, y que en ese espacio esté, quizás, la fuga, el lugar de resistencia, pero el consumo se va expandiendo y lo va ocupando todo.

 Viajar, por ejemplo, parece no ser solo una actividad para desconectarse, conocer y sentir, sino, en muchos casos, para consumir más y más experiencias novedosas. No importa tanto el contenido del lugar como la forma, lo que se pueda mostrar como evidencia. El viaje no es una experiencia valiosa sino que es un objeto que ingresa a la suma de cosas, a la acumulación de más experiencias vacías. A la lista de chequeo que pueda ser enumerada en la siguiente conversación y que pueda ser mostrada en las redes sociales. 

El gasto viene a ser el factor fundamental, el signo del prestigio. Las salidas de viernes no valen por sí mismas, no valen por la experiencia específica, sino por la sumatoria, y en esa sumatoria, por el incremento del gasto. Así, el foco del salario y el tiempo libre es el gasto ascendente que da gozo momentáneo y prestigio. 

Se consumen afectos, relaciones y vínculos. Se consumen tan rápido como se descartan. Se consumen estudios que ya pasan a ser más datos que conocimientos significativos para las personas.

El lugar, para pasarla mejor en el ideal hiperconsumista, tiene que ser costoso, porque además se podrá mostrar a los contactos que se estuvo en ese lugar

Y así, casi que cualquier ámbito de la vida está mediado por el hiperconsumo como índice de la satisfacción y la felicidad. No solo gastar sino gastar cada vez más: ese es el imperativo. No basta con una cerveza, es necesario que sea una cerveza costosa. El lugar, para pasarla mejor en el ideal hiperconsumista, tiene que ser costoso, porque además se podrá mostrar a los contactos que se estuvo en ese lugar. Hiperconsumo y gentrificación vienen de la mano. 

Que el otro desee lo que yo tengo mientras yo deseo lo que el otro tiene, y ese deseo es la mercancía o la experiencia como mercancía. Ese termina siendo el sentido de la existencia en el capitalismo contemporáneo. De la alienación de la explotación/autoexplotación al ocio del hiperconsumo.

Ese termina siendo el sentido de la existencia en el capitalismo contemporáneo.

La diferencia de clase, desde la teoría crítica, tiene que ver más con la posesión de medios de producción, distribución y  grandes rentas vs. la obligación de vender la fuerza de trabajo; que con la capacidad de gasto, aunque, sin lugar a dudas, este segundo factor también es fundamental en la división de segmentos de clase.

Se puede ver en ámbitos laborales y familiares e incluso en ámbitos organizativos de izquierda. Toda conciencia se suspende ante el momento de compartir y poner en juego el hiperconsumo. La unidad de un grupo se va fracturando ante quienes tienen mayor capacidad de gasto y pueden consumir más, y quienes no, y poco a poco el primer grupo va segregando al segundo de los espacios de encuentro o de ocio. Toda unidad previa, toda relación afectiva se va debilitando también ante el consumo. El consumo entonces como factor de encuentro o separación. 

El consumo entonces como factor de encuentro o separación. 

La salida está en echar abajo el capitalismo y su ideología, por supuesto, pero ¿Y mientras tanto qué? ¿Cómo tramitar el hastío ante el hiperconsumo? El sistema se afinca en estructuras, pero también en relaciones, en vínculos, en la vida cotidiana. En ese día a día en el que muchas veces se van reproduciendo acríticamente los valores que sustentan el culto al gasto innecesario y a la mercancía. 

No se trata de asumir el voto de pobreza voluntaria, la reclusión del ermitaño o una suerte de neo hippismo, sino de preguntarse: ¿Acaso la única forma de ocio es la que está mediada por el hiperconsumo? Hay un pacto de hiperconsumo que se asume de forma activa o pasiva ¿Qué pasaría si se rompe con ese el pacto?

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