El partido político debería ser como el árbol cósmico maya, que hunde sus raíces en el mundo del Hades, que crece como un robusto tronco sobre la superficie de la tierra y que tiende su follaje en el amplio cielo. De la misma manera, el partido político debería nutrirse participando en las luchas sociales de los movimientos populares, desarrollando la organización de la sociedad civil, para cumplir su función propia en la sociedad política o el Estado. (…)
el partido político debería nutrirse participando en las luchas sociales de los movimientos populares, desarrollando la organización de la sociedad civil, para cumplir su función propia en la sociedad política o el Estado.
Entre la burocracia y los ciudadanos hay que crear una estructura organizacional en la que consista la vida cotidiana del partido, de donde se nutra y surjan los dirigentes y los candidatos a cargos electivos del partido, donde se actualicen los principios y se decidan las estrategias. Para ello hay que idear una regeneración completa del partido, partiendo de lo que con frecuencia se denomina el «comité de base». Si en el país hay más de 100 mil casillas electorales (número que indica una cierta distribución poblacional), habría que alcanzar más de 100 mil «comités de base», a fin de no de estar desprevenidos en la próxima elección para cumplir funciones electivas, sino de vivir cotidianamente en su lugar territorial, junto a la comunidad de vecinos simpatizantes, el posible compartir las vicisitudes de la acción política de los ciudadanos más conscientes de sus obligaciones.
habría que alcanzar más de 100 mil «comités de base», a fin de no de estar desprevenidos en la próxima elección para cumplir funciones electivas, sino de vivir cotidianamente en su lugar territorial, junto a la comunidad de vecinos simpatizantes, el posible compartir las vicisitudes de la acción política de los ciudadanos más conscientes de sus obligaciones.
El «comité de base» es la comunidad partidario-política primera, en donde el cara-a-cara de la democracia directa es posible, en donde la participación personal permite conocer al otro ciudadano e ir considerando los avances teóricos y prácticos del grupo semana a semana. Entre la impersonalidad de la entusiasta concentración multitudinaria y la soledad del hogar singular, se encontraría una institución política donde las relaciones públicas cobrarían rostro, nombre, fraternidad.
(…) Para ello sería necesario lanzar toda una campaña de repensar los principios del partido, teóricamente. En efecto, la izquierda desde 1989 ha quedado desnuda ideológicamente. Todos los miembros de un partido de izquierda tienen sólo el recuerdo de una teoría estudiada anterior a esa fecha, la de la «caída del muro de Berlín». Después, el partido no ha entrado en discusión teórica. Más: la mayoría de los miembros desconfía de la teoría. Sin embargo Lenin había dicho que «sin teoría no hay revolución». Yo diría hoy: «Sin teoría no hay partido político». Y sin organización tampoco. Es que la teoría y la organización se tocan: una impulsa a la otra. La organización, en primer lugar, es la reunión de los miembros del partido en la reflexión teórica sobre lo que deben hacer.
Ese momento teórico del «comité de base» es el momento organizacional esencial. Desde el momento en que comienza a haber un consenso teórico en torno de ciertas tesis políticas fundamentales, la organización de los miembros puede sostenerse y crecer. En realidad lo que crece es una convicción de que un cierto diagnóstico teórico y práctico de la realidad política de México puede permitir una acción política concertada para transformar las instituciones en vista de una mayor felicidad del pueblo. La teoría y la estrategia organizacional van unidas.
La constitución de millares de «comités de base» invertiría la corrupción de la parcelación del poder por cuotas de tribus, y daría lugar a una auténtica democracia de la base, que elegiría sus representantes reales a todas las instituciones internas del partido.
(…) La afiliación es una acción correcta, pero como resultado de la organización de millares de «comités de base» que culmine, después de hacerse cargo de los principios (…). La constitución de millares de «comités de base» invertiría la corrupción de la parcelación del poder por cuotas de tribus, y daría lugar a una auténtica democracia de la base, que elegiría sus representantes reales a todas las instituciones internas del partido. Por el momento, la burocracia del partido está «agarrada» desde arriba a la brocha, sin comunidad de base que la haya realmente elegido. Son representantes sin representados.
Alguien podría indicar que es imposible organizar un partido a partir de la formación de miles de «comités de base» (tantos como casillas electorales). Sería imposible si la acción la emprendieran personas singulares, sin imaginación organizativa suficiente, y sin una voluntad en la empresa que se definiera como prioridad absoluta de vida o muerte del partido.
Es que, dada la situación política, el andamiaje de las estructuras del poder, el monopolio de los medios de comunicación, un partido progresista no puede confiar en el error de sus oponentes, ni en sus debilidades, o en milagros que le beneficiarán. Sólo debe confiar en sus propias fuerzas, y éstas se logran organizándose. Pero esto supone una restructuración completa del partido, que debe usar sus pocos recursos de manera eficiente para lograr el máximo de frutos.
La organización de millares de «comités de base» supone definir correctamente en qué consiste un tal comité (…), cómo transcurre su vida cotidiana, cómo se estructuran sus reuniones, cómo se planifica el contenido de los encuentros semanales, quiénes elaboran y entregan los materiales (…) dentro de una sucesión progresiva para las reuniones durante todo un año (…), y tantos otros aspectos que hay que saber anticipar.
Esto supone una tarea de ninguna manera cumplida hasta el presente, donde la formación teórica no ocupa ningún lugar relevante en el partido, y que despreciada se nombran personas no aptas para esta difícil tarea. Si los dirigentes del partido tuvieran una evaluación mínima teórica, pocos pasarían dicha evaluación. Por ahora la política es un «estira y afloja» entre tribus y no como «noble oficio de la política».
Comencemos entonces por bosquejar la cuestión. Los comités de base son del partido y no de las tribus. Participan afiliados al partido y simpatizantes no afiliados (aunque los afiliados puedan ocupar cargos de representación). Se organizan territorialmente (…), o por funciones (…). Cada «comité de base» tiene un nombre y un número (según las casillas). Nombra sus autoridades y se relaciona horizontalmente con todos los otros «comités de base» a la manera de una red, por computadora (…). Las reuniones son semanales, al anochecer, después del trabajo, en salones públicos o privados, políticos o civiles, atrios de iglesia o clubes, garajes particulares o casas habitación. El «lugar» es abierto, ciudadano, público en cuanto a su asistencia, abierto a todo simpatizante. Se trata de que todo ciudadano pueda «enterarse» personalmente de la vida política del país y de participar activamente de manera concreta en dicha vida. La impersonalidad impotente deja lugar a una acción concreta que llega a la conciencia ético-ciudadana de cada agente político, de cada ciudadano.
La reunión tiene tres momentos. Uno teórico de estudio (por ejemplo 40 minutos). Los miembros del «comité» se distribuyen las exposiciones de un libro, artículo o material disponible en Internet y propuesto por el equipo responsable nacional y/o estatal de formación. Este equipo de formación debe ser de ciudadanos realmente cultivados en teoría política (profesores o alumnos aventajados de ciencia política, en historia, filosofía, etcétera, que realmente hayan recibido una formación mínima, pero necesaria). Para la formación de estos equipos debe haber seminarios permanentes de «teoría política» del partido, para formar no sólo los equipos estatales, departamentales, municipales, sino los «monitores» (o que generan y desarrollan la discusión) en cada «comité de base». Estas escuelas de cuadros permanentes deberán depender de una escuela de cuadros nacional, con un equipo de profesores de lo mejor que haya en el país, de entre sus grandes intelectuales que son simpatizantes (no necesariamente miembros afiliados) del partido.
Estas escuelas de cuadros permanentes deberán depender de una escuela de cuadros nacional, con un equipo de profesores de lo mejor que haya en el país, de entre sus grandes intelectuales que son simpatizantes
Esto supone una tarea de ninguna manera cumplida hasta el presente, donde la formación teórica no ocupa ningún lugar relevante en el partido, y que despreciada se nombran personas no aptas para esta difícil tarea. Si los dirigentes del partido tuvieran una evaluación mínima teórica, pocos pasarían dicha evaluación. Por ahora la política es un «estira y afloja» entre tribus y no como «noble oficio de la política».
Un segundo momento de la reunión semanal del «comité de base» sería un análisis coyuntural de la vida política del país, estado o municipio (unos 40 minutos). (…) En este punto, igualmente, el equipo nacional, estatal o municipal podría entregar unas pocas páginas (en la web del organismo nacional de los comités de base) de su análisis, que el comité podría discutir y adoptar el suyo propio. La base aprendería a tener su propio análisis coyuntural cotidiano, semanal, mensual, anual, sexenal.
Un tercer momento consistiría (unos 40 minutos igualmente) en definir acciones concretas. Visitas a huelguistas, a manifestantes, a hospitales, sindicatos; organización de campañas, publicación de boletines, etcétera. En la acción conjunta los miembros del comité de base aprenderían a transformarse en militantes políticos, sin ser profesionales. Ciudadanos activos de la sociedad civil a través del partido. Si hubiera 130 mil «comités de base», con unos 15 miembros cada uno en promedio, su presencia en la vida política sería irreversible. El tal partido no debería contar con otros medios, o al menos debería contar menos y podría hacerse presente de manera inmediata y organizada en todos los actos.