El voto por Rodolfo Hernández no es uribista, pero tampoco es anti «establishment»

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El “rodolfismo” no es propiamente un nuevo centro como el liderado por una clase media alta formada académicamente, cercana al poder tradicional, que busca la puesta en marcha de algunas políticas de modernización dentro del marco del modelo económico existente. Ni una derecha convencional abiertamente guerrerista, como el uribismo.

los códigos comunes del discurso no son, de forma explícita, los mismos que los de Uribe, sí es posible identificar que este espacio discursivo se convirtió en un refugio del sentido común uribista.

El voto por Rodolfo Hernández, que es básicamente de opinión, viene a expresar la demanda por un cambio relativo ante lo que la opinión pública —alimentada en mayor medida por los grandes medios— ha construido como los problemas fundamentales del país: la corrupción y la polarización izquierda-derecha.

Algunos analistas señalan que la victoria de Petro y Hernández puso de manifiesto la caída del uribismo como sector político de relevancia en Colombia. Si bien es evidente en la conversación con votantes del segundo candidato, que los códigos comunes del discurso no son, de forma explícita, los mismos que los de Uribe, sí es posible identificar que este espacio discursivo se convirtió en un refugio del sentido común uribista.

En ciencias sociales por sentido común se entienden los códigos o las coordenadas base para pensar y entender la realidad en un contexto social específico. En el sentido común del uribismo están ideas base como: el autoritarismo y las formas agresivas de expresión asumidas como prácticas válidas en la política; la satanización y el temor frente a las ideas izquierdistas, progresistas, y, en general, de justicia social; el desprecio hacia las personas empobrecidas y racializadas; el mito del emprendimiento individual como mecanismo de ascenso social, más allá de toda dinámica estructural, entre otras.

Se trata de un voto anti intelectual, en el que pesa más el slogan y la frase que la propuesta completa y justificada

Si se examina con calma, muchas de estas ideas base son compartidas por segmentos de la población votante de Rodolfo Hernández. Se trata de un voto anti intelectual, en el que pesa más el slogan y la frase que la propuesta completa y justificada. Y en el que está presente también otro rasgo del sentido común uribista: el arribismo que retoma rasgos de la cultura popular, mientras reniega de lo popular como clase y colectividad. 

El sentido común uribista no es lo mismo que el uribismo como militancia o adherencia política. En esa dirección, es cierto que el uribismo como tal, como fuerza política, ya no cuenta con la misma capacidad para movilizar y poner presidente, pero es falso que esté completamente derrotado ya que, precisamente, las coordenadas ideológicas uribistas logran ser movilizadas por un candidato atrapa todo como Rodolfo Hernández. 

El discurso vacío y abstracto de la corrupción, el que deja de lado la relación que tiene con el poder y con el modelo mismo, mientras anula del mapa el problema de la desigualdad estructural, se constituye en una bandera que permite ser usada por cualquier iniciativa que sea débil programáticamente pero fuerte mediáticamente, como la campaña de Rodolfo Hernández.

El sentido común uribista no es lo mismo que el uribismo como militancia o adherencia política.

Es así que segmentos de la población que no guardan mayor interés por la política y que están relativamente a tono con la tendencia general de rechazo al uribismo, terminan respaldando propuestas en las que se enuncian postulados supuestamente correctos a la luz de lo que parece  el deber ser. Segmentos de la población que, por un lado, fueron viejos votantes del uribismo pero que hoy ya no le creen a Álvaro Uribe como persona, y por el otro, fueron abstencionistas históricos que recién se deciden a votar en estas elecciones, y desconfían por los temores —infundados— que hay frente al progresismo y Gustavo Petro.

El pacto histórico tiene el reto de vencer a una candidatura que ha ido creciendo en un tipo de adherente para el que el programa político, o la coherencia del discurso, significan poco o nada.

En realidad, en la actual contienda electoral no existe una candidatura «anti establishment» o antisistema. La que se aproxima a esta categoría, pese a no cuestionar ni la democracia liberal ni el capitalismo, sería la candidatura del Pacto Histórico, al proponer medidas que desafían el actual modelo neoliberal que tiene en jaque a la economía nacional.

El pacto histórico tiene el reto de vencer a una candidatura que ha ido creciendo en un tipo de adherente para el que el programa político, o la coherencia del discurso, significan poco o nada. Ahora, en segunda vuelta, el «rodolfismo» tiene la posibilidad de sumar nuevos votos uribistas, por lo ya dicho, y también de centro, al enarbolar como eje transversal la bandera ambigua de la lucha anticorrupción.

El de Rodolfo Hernández es, entonces, un sector que tiene como aliadas a una forma de pensar que fue sentido común por muchos años, y a una opinión “pública” que teme el cambio del modelo que ha llevado a la crisis al país.

Desde el campo de los sectores que buscan la justicia social, quedan dos semanas para intentar ganar en segunda. No hay que perder de vista que, en perspectiva histórica, el voto de cambio ha sido uno de los más altos en la historia. Es difícil no caer en el pesimismo y en la decepción, pero la pasividad y la quietud no son una opción.

1 COMENTARIO

  1. De tan buen artículo me permito resaltar este poderoso párrafo: » (el voto Rodolfista) Se trata de un voto anti intelectual, en el que pesa más el slogan y la frase que la propuesta completa y justificada. Y en el que está presente también otro rasgo del sentido común uribista: el arribismo que retoma rasgos de la cultura popular, mientras reniega de lo popular como clase y colectividad.» Aquí encontramos pistas para plantear la actividad a seguir para la 2a vuelta.

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