El péndulo entre paz y guerra: las elecciones 2018

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En este artículo espero mostrarte un par de vivencias en el interior de un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación -ETCR-, tal vez identifiques la forma de vida de los ex guerrilleros y las esperanzas de construir paz en las regiones, intentando anclarla al debate presidencial, la coyuntura electoral que indiscutiblemente nos atañe como colombianos y defensores del Acuerdo de Paz. 

UNO

Es jueves en la mañana y estoy sola en la biblioteca, de repente llega un militar, no es la primera vez, al contrario, lo hacen con frecuencia, parece que entienden que en los libros se ocultan saberes importantes. Me resulta incomoda su presencia, ellos buscan hacer conversación, pero siempre creo que es inteligencia, por eso quieren saber por qué estoy aquí, quién me contrató, cada cuánto salgo y por qué me hablo tanto con los ex guerrilleros.
Cada vez que llegan me digo ¡CARAJO! Por qué soy tan mala para la inteligencia y me meto en una película de detectives y psicólogos donde por medio de las preguntas que ellos realizan, procuro hacer “contrainteligencia” . Creo que por primera vez lo he logrado, este soldado es particular, al igual que yo es rolo, tiene un bebe recién nacido y es de un barrio popular de la localidad de Kennedy, entonces me cuenta que él no escogió ser militar, a él lo retuvieron en una batida militar (sí de esas que son ilegales, pero que aún se hacen).

En definitiva, es la primera vez que hablo con un soldado y no me pide mis papeles, me pregunta por mi edad y le respondo que 24 casi 25, él dice que tiene la misma, pero este hombre se nota mucho mayor, creo que la guerra y la experiencia militar hacen que el número de abriles no importe cuando la vida esta en riesgo cada instante. No demoro en cuestionarle el por qué sigue allí y parece que él también se lo cuestiona con frecuencia, porque su respuesta es rápida y hasta rutinaria. “Vea profesora, ¿si yo dejo la guerra a dónde consigo trabajo?, en Bogotá lo más cercano sería un vigilante y aún así no me contratarían por falta de experiencia, y de hacerlo me pagarían un mínimo, acá tengo garantías para enviarle a mi mujer algo cada mes, ya uno se acostumbra”.

Entonces me digo si este hombre, que pertenece a la institución a la cual el Estado invierte sus mayores recursos, dice no poder conseguir un trabajo digno en la capital, entonces cuál es la esperanza real para todos los ex guerrilleros que fuera de la necesidad material, tienen que lidiar con el señalamiento y odio desmedido producto de una guerra mediática. Pensaba en la propuesta que hacia Petro al iniciar los diálogos en La Habana: conformar un ejército como en El Salvador, capaz de articular las dos fuerzas que se enfrentaron en la guerra y si queremos una paz completa, debe pasarse por reconciliar en lo material al pueblo y allí tanto militares, exguerrilleros y población civil nos debemos un diálogo sin prevenciones y la oportunidad de vivir y construir nuestro buen vivir.

La conversación continua, el militar manifiesta le hace mucha falta su familia y no entiende cómo puedo adaptarme a esta zona. Le explico que en la guerrilla se construye una sociedad de amistades (no familia, no propiedad, no Estado, es algo muy distinto), pero que considerando las observaciones que he realizado del movimiento de estas unidades militares, ellos son castrados de diferentes relaciones humanas y salta a la vista cuando no hay mujeres en las unidades militares que aquí hacen presencia (hablando de lo afectivo y no de lo sexual). En cambio, las ex guerrilleras en esta zona son más que los hombres y, por ende que mi adaptación haya sido muchísimo más sencilla, porque encuentro mujeres que están dispuestas a tejer paz a partir de las ideas sororas.

Entre pena y timidez el soldado me pregunta sí es posible que le preste un libro, las FARC tienen una gran biblioteca, así que le digo que la única condición es cuidarlo. Él se regresa a los estantes y ahora con nervios dice: siempre he querido leer la guerra de guerrillas del Che Guevara ¿lo tiene? Simplemente le alcanzo dos ediciones distintas para que escoja cuál de ellas prefiere.

DOS

Ha terminado la clase, es jueves 19 de abril; nos dirigimos a la rancha por repelo, la matemática nos hizo dar hambre; varios muchachos están sentados, se escucha que va a empezar el “Gran Debate Presidencial”, pronto traemos nuestras sillas y empezamos a escuchar. Surgen preguntas sobre el accionar militar con grupos como ELN, EPL, disidencias de las FARC- EP y se notan las miradas tensas, se escapan sonrisas nerviosas, todos saben las respuestas, aun así las escuchamos.

¡JUM! ¡JUM! ¡JUM! Es el eco ante la respuesta de Vargas Lleras, quien habla de su experiencia como ministro de defensa, de que todos son iguales, de acabar con la mesa de diálogos en Ecuador y de un crecimiento militar del ELN comparándolo con el Caguán. Entonces regreso la mirada a los del “jum”: hombres y mujeres que tuvieron que vivir la guerra, que le apostaron a la paz, que salen de una clase de matemáticas en las horas de la noche, pues dejando el fusil a un lado mantienen la esperanza de otra Colombia. Me concentro en Rocío que está tocándose la barrigota y buscando el nombre para su bebé y pienso ¡que mierda! no podemos volver a la guerra.

Ha terminado el debate, entre cansancio y aburrimiento digo: “nuestro voto tiene que seguir siendo por la paz”, se levanta Carlos luego de una partida de ajedrez y yéndose a dormir se despide con las palabras: “hoy es 19, hoy iniciaron sueños, hoy es un día de memorias, que las memorias construyan”. Nos miramos entre todos, caramba, como no caímos en cuenta Carlos fue del eme y hoy es 19 de abril, definitivamente la historia sigue poniendo sus huellas y entre constructores de paz debe surgir la unidad.

TRES

Es viernes 20 de abril en la parte alta de la región del Catatumbo, esta noche se escuchan más las voces que el sonido de los grillos y los sapos, el ETCR se encuentra muy poblado. La razón el paro armado declarado por el Frente Libardo Mora Toro del Ejército Popular de Liberación (EPL) impide que los muchachos se desplacen hacia sus lugares de trabajo.

Entonces voy a la taguara (cantina) y veo a los muchachos jugando billar, mientras Juliana (la tendera que viene del municipio del Tarra) me dice “ya me duele la cabeza de mirar tantas cosas por Facebook”, deduzco que se refiere a la situación y que su preocupación principal está en la hija a quien por razones de trabajo ha dejado de verla. Todo se corta, le toca atender y Ciro pide otro litrón. Él esta cabizbajo mirando el celular “¿qué profe, dónde está su vaso?” de inmediato me sirve y continua “es muy arrecho que entre guerrillas nos matemos, vea” acercando el móvil; veo 18 imágenes continuas de muertos en las camionetas, abaleados que desfiguran los rostros y las manos.

Refunfuño, ¿pero para qué ves eso? – Profe ellos son de esta vereda, crecieron con nosotros, son nuestros hermanos, nos estamos matando entre pueblo.
Al escuchar esto me aterro, no solo por las palabras, mi actitud misma ha cambiado, hace un tiempo hubiese llorado o al menos aguado los ojos; esta vez es distinto, entiendo a lo que se refiere, sabemos que con llorar no le vamos a regresar la vida a esos jóvenes, tampoco van a frenar los combates, mucho menos hacer que el Estado mire este lugar olvidado por tantas décadas, nuestro compromiso es vivir para luchar y luchar para transformar, hoy pocas son las esperanzas que le quedan al proceso de paz, ante ETCRs inconclusos, sin terminar sus obras, donde lo acordado por el Estado no se cumplió, sin proyectos productivos, con revolucionarios tras barrotes como Simón Trinidad y la búsqueda del Estado por encarcelar al resto como el caso de Jesus Santrich.

Ante ese espantoso panorama no podemos retroceder, Colombia hoy se pelea la vida y libertad de aquellos que buscan una oportunidad de buen vivir, en palabras de una ex guerrillera de éste ETCR “que nos incumplan lo acordado lo aguantamos, pero que no nos quiten la vida y la libertad” estas elecciones para el Catatumbo no son más que la continuación de la guerra que cada vez se encrudece o la oportunidad de ver algún día la paz. Finalmente, la guerra se ha construido en más de medio siglo, de seguro la paz en cuatro años no ha sido perfecta, y me permito citar a un amigo “en la oscuridad lo que importan son los pasos” Por todo esto yo también digo quiero que Petro sea mí presidente, esperando que poco a poco los territorios puedan ver un amanecer sin el sonido de las metralletas.

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Aleja Vargas | Amiga de la casa Hekatombe

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