Tener que explicar que la política no es de exclusivo dominio de un sector social, sector que hay que decir, se ha hecho al control hegemónico del poder a punta de la economía ilegal, la guerra, los asesinatos-torturas ejemplificantes y la acumulación de riqueza producto del pago incompleto a trabajadores/as asalariadas/os y del no pago al trabajo del cuidado. Raya con lo ridículo y resulta agotador, pero este ejercicio no va dirigido a esas mafias que nos deslegitiman, va dirigido a quienes hoy se levantan, a quienes están en las calles disputándose su vida, su futuro y el derecho a envejecer y morir dignamente en esta tierra.
Estos quince días las preocupaciones por las diversas y múltiples subjetividades políticas que están cuestionando el establecimiento me llevan a pensar en los argumentos, si se les puede dar este calificativo, que les increpan desde la falta de experiencia o que les juzgan las dificultades ante la conceptualización de la compleja terminología politológica, o que ilegitiman su estética y su narrativa al no contener en sus discursos y formas los elementos de lo que el statu quo requiere para sobrevivir. Retórica altamente antidemocrática, autoritaria, profundamente misógina, etapista, capacitista y adulto-centrista, y que basa sus aleccionadores comentarios y juicios en la creencia que niñas, niños, jóvenes y jóvenas no tienen criterio, opinión o al menos ideas, porque facultades mentales tan elaboradas como estas, se adquieren de forma espontánea y con la foto de la cédula.
La disputa que vemos hoy no solo es por la vida digna para todos y todas en un amplio sentido, sino que es el levantamiento insurreccional más hermoso que quizá hayamos presenciado en la historia reciente de este país, es la voz de las silenciadas, los silenciados, la de niñas y niños que crecieron entre violencias de toda índole, la de jóvenes que crecieron escuchando que sus sentires no tenían cabida en las disputas por un mundo mejor. Quizá sin saberlo heredaron luchas y conquistas, son la memoria viva confrontando el olvido y la muerte, son la historia absolviendo a miles de colombianas y colombianos que entregaron la vida por estos futuros. Son nuestras ancestras y ancestros iluminando los senderos de las luchas contra las colonias que se impusieron sobre sus cuerpos y que aún hoy nos corroe.
A los/as que están en las trincheras, a quienes en casa han tenido la valentía de levantar la voz, a quienes han confrontado los imposibles y los lugares que les invalidan, a quienes nos dan lecciones de dignidad. Gratitud, admiración y apoyo a sus formas, causas, voces y lecturas de mundo. Nos urge permitirnos dialogar sobre experiencias, perspectivas, reivindicaciones y proyectos de país.