Democracia y ambientalismo vs economía neoliberal

0
3368

La democracia, para desarrollarse plenamente, requiere de unas garantías de existencia para que la ciudadanía pueda hacer ejercicio de sus derechos y deberes. Si la ciudadanía ocupa la totalidad de su tiempo pensando solo en cómo sobrevivir aprovechando al máximo sus ingresos, es improbable que pueda destinar espacios a la reflexión sobre el mundo en el que vive o a la participación en la vida política de su país. Es por eso que la democracia debe conjugar a su dimensión política la dimensión económica.

Diversos economistas han venido señalando que los seres humanos y las otras especies están al servicio de la economía, o mejor, del mercado, aún cuando la economía tendría que estar al servicio del ser humano y la naturaleza; una lógica inversa que afecta la estabilidad de la democracia en tanto conduce a la apropiación de las decisiones importantes en unas pocas manos que manejan la economía, restándole capacidad a la participación de la ciudadanía, y afectando por consiguiente la democracia, y afectando las condiciones de vida del conjunto de la sociedad.

A su vez, las fuentes de la economía, tal y como está organizada en la actualidad, llevan al deterioro de las condiciones ambientales, teniendo como ejes el consumo irracional y la extracción de recursos naturales que afectan tanto los suelos como la atmósfera misma. 

«la obsesión del crecimiento, para empezar, es un disparate. Porque una elemental ley natural, que todo el mundo conoce, es que todos los sistemas vivos crecen hasta un cierto punto en que dejan de crecer. Tú dejaste de crecer, yo dejé de crecer, el árbol grande deja de crecer, pero no deja de desarrollarse.

Uno de los economistas que sostuvo esta perspectiva fue el chileno Manfred Max Neef (1932-2019), quien ganó el Livelihood Award —conocido como el premio nobel alternativo—, por su teoría del desarrollo a escala humana, en 1983. 

Su visión sobre el desarrollo se sintetiza en los siguientes postulados que dio para la Revista En Torno en el 2015: «El postulado número uno: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía; dos: el desarrollo tiene que ver con las personas y la vida, no con objetos; tres: crecimiento no es lo mismo que desarrollo, y el desarrollo no precisa necesariamente de crecimiento; cuatro: ninguna economía es posible al margen de los servicios que prestan los ecosistemas; y cinco: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito que es la biosfera, por lo tanto, el crecimiento permanente es imposible».

Lo anterior en oposición a la concepción de crecimiento económico del neoliberalismo «la obsesión del crecimiento, para empezar, es un disparate. Porque una elemental ley natural, que todo el mundo conoce, es que todos los sistemas vivos crecen hasta un cierto punto en que dejan de crecer. Tú dejaste de crecer, yo dejé de crecer, el árbol grande deja de crecer, pero no deja de desarrollarse. Seguir forzando el crecimiento para consumir más y seguir produciendo una infinita cantidad de cosas innecesarias, generando una de las instituciones más poderosas del mundo, como lo es la publicidad, cuya función es una y muy clara: hacerte comprar aquello que no necesitas, con plata que no tienes, para impresionar a quienes no conoces. Eso evidentemente no puede ser sustentable».

En el 2009, Max Neef dictó una conferencia en la Universidad Internacional de Andalucía titulada “El mundo en rumbo de colisión”, en la que explicó de forma didáctica los problemas de la insustentabilidad de la economía neoliberal y su globalización, y la necesidad de dar paso a un modelo económico que pusiera acento en el bienestar humano y la convivencia con la naturaleza. 

Compartimos a continuación la reproducción escrita de la conferencia así como el registro audiovisual.

El mundo en rumbo de colisión

En el mismo momento en que la FAO informa que el hambre está afectando a 1.000 millones de personas, y valora en 30.000 millones de dólares la ayuda necesaria para salvar todas esas vidas, la acción concertada de seis bancos centrales (USA, UE, Japón, Canadá, Inglaterra y Suiza), inyecta 180.000 millones de dólares en los mercados financieros para salvar a bancos privados. Y si ello fuera insuficiente, el Senado de Estados Unidos aprueba que se agreguen 700.000 millones de dólares más. Dos semanas más tarde se aprueban otros 850.000 millones. Finalmente, el paquete de rescate hoy (27.11.08), alcanza a la exorbitante suma de 8.150.000 millones, o sea, 8.15 trillones de dólares.[1]

Frente a una situación como esta nos enfrentamos, como sugiere Santiago Alba Rico, [2] a dos alternativas: ser demagógicos o ser realistas. Si sostengo, invocando la ley de la oferta y la demanda, que en el mundo hay mucha más demanda por pan que por operaciones de cirugía estética; y mucho más de alivio de la malaria que de vestidos de alta costura; si sugiero un referéndum que pregunte a los ciudadanos si prefieren destinar las reservas monetarias para salvar vidas o salvar bancos; se me acusará, sin duda, de ser demagógico. Si, por el contrario, acepto que es más urgente, más necesario, más conveniente y más provechoso para todos impedir la quiebra de una aseguradora o de una institución bancaria, que dar de comer a millones de niños, socorrer las víctimas de un huracán o curar el dengue, se dirá que soy realista.

Ese es el mundo en el que estamos. Un mundo acostumbrado a que nunca hay suficiente para los que no tienen nada, pero siempre hay suficiente para los que tienen todo. No hay suficientes recursos para superar la pobreza, pero sobran los recursos para satisfacer necesidades superficiales. 8.15 trillones de dólares, en lugar de salvar bancos privados, podrían generar 270 años de un mundo sin hambre. Un mundo sin miserias, ¿no sería mejor para todos, incluso para los bancos?

¿Qué caracteriza al mundo en que estamos?

La Cuádruple Crisis

  1. El crecimiento exponencial del cambio climático antrópicamente inducido, que afecta a todas las regiones de la tierra.
  2. El fin de la energía barata, con dramáticos efectos en las sociedades.
  3. La extensiva disminución de recursos fundamentales para el bienestar humano, como agua fresca, recursos genéticos, bosques, pesquerías, vida silvestre, suelos, arrecifes de coral y otros.[3]
  4. La gigantesca burbuja especulativa  que es 50 veces  mayor que la economía real de intercambio de bienes.

Causas de la Crisis

  1. El paradigma económico dominante, que propende al crecimiento económico a cualquier costo, y estimula la acumulación y la codicia corporativas.
  2. El uso incontrolado de combustibles fósiles para facilitar el crecimiento económico.
  3. La promoción del consumismo como ruta a la felicidad.
  4. Destrucción de culturas tradicionales, a fin de imponer modelos económicos industriales, con la consecuente pérdida de cosmovisiones, lenguajes y valores distintos de la cultura dominante.
  5. Desprecio por los límites planetarios en relación a disponibilidad de recursos, consumo, generación de desperdicios y capacidad de absorción.
  6. Sobrepoblación. Crecimiento más allá de la capacidad de la tierra para sustentarla. [4]

Consecuencias

Las causas mencionadas pueden acarrear peligros sin precedentes tanto para el medio ambiente como para la sociedad.

  1. El calentamiento global implica pérdida de suelos productivos, tempestades y huracanes, crecimiento en los niveles de agua, desertificación y problemas económicos especialmente para las regiones más pobres
  2. Agotamiento de fósiles baratos que implicarán impactos en todo el mundo, amenazando el desarrollo industrial futuro. Afectará el transporte de largas distancias, los sistemas industriales de alimentos, los sistemas urbanos, y muchos de los bienes a que nuestro modo de vida se ha acostumbrado: autos, plásticos, químicos, refrigeración, etc. todos dependientes de la oferta de energía barata.
  3. Disminución de recursos básicos como agua, bosques, suelos agrícolas, biodiversidad con posibilidades de que se extinga un posible 50% de las especies vegetales y animales en las próximas décadas.

Soluciones

Las soluciones implican nuevos modelos que comiencen a aceptar los límites de la capacidad de carga de la tierra. Pasar de la eficiencia a la suficiencia y bienestar. Igualmente urgente y necesaria es la solución a la existente inequidad ya mencionada. Sin equidad las soluciones pacíficas son imposibles. Debemos reemplazar los valores dominantes de codicia, competencia y acumulación, por los de solidaridad, cooperación y compasión.

El nuevo paradigma requiere alejarnos del crecimiento económico a cualquier costo, y superar la codicia y la acumulación como metas centrales del presunto bienestar social. La transición debe ser hacia sociedades que puedan ajustarse a menores niveles de producción y de consumo, favoreciendo las economías locales y regionales. Volver a mirar hacia adentro.

Los mitos que sustentan  el Modelo vigente

Mito 1. “La Globalización es el único camino efectivo hacia el desarrollo” [5] 

Entre 1960 y 1980 la mayoría de los países en desarrollo adoptaron el principio de la “sustitución de importaciones”, que permitió un significativo desarrollo industrial (caso chileno, la CORFO). Durante ese período el ingreso per cápita de América Latina creció 73 por ciento, y el de África 34 por ciento. En cambio, a partir de 1980 el crecimiento económico de América Latina tendió a estancarse, y el de África declinó en 23 por ciento.

El período 1980 – 2000, aniquila la sustitución de importaciones, para reemplazarla por desregulación, privatizaciones, eliminación de barreras comerciales internacionales, plena apertura a inversiones extranjeras. Una economía que mira hacia afuera en lugar de la anterior que miraba hacia adentro. Los resultados constatados indican que en el primer período (1960 – 1980) los países más pobres tuvieron un crecimiento anual per cápita de 1.9% .

En el segundo período (1980 – 2000), tuvieron una declinación anual de 0.5%. Los países del grupo intermedio declinaron de una tasa de crecimiento per cápita de 3.6% anual, a menos de 1% anual. Los países más ricos también disminuyeron su crecimiento.

Países como Corea de Sur y Taiwán, citados frecuentemente como ejemplos dignos de ser emulados, lograron su desarrollo con barreras tarifarias, propiedad estatal de grandes bancos, subsidios a la exportación, violación de patentes y propiedad intelectual, restricciones a los flujos de capital incluyendo la inversión extranjera directa. Hoy sería absolutamente imposible para cualquier país replicar estas estrategias sin violar gravemente las disposiciones de la OMC y de FMI.

Mito 2. “Mayor integración a la economía global es buena para los pobres”

Los países pobres deben hoy acomodarse a una cantidad de reglas y restricciones establecidas por los organismos Internacionales. Ello hace que recursos humanos, capacidades administrativas y capital político se separen de necesidades  urgentes como educación, salud e industrialización.

En 1965, el ingreso per cápita promedio de los países del G7, era 20 veces mayor que el de los siete países más pobres. En 1995 era 39 veces mayor, y actualmente lo es unas 50 veces. En prácticamente todos los países en desarrollo que han adoptado una rápida liberalización del comercio, la desigualdad de ingresos se ha agudizado, y los ingresos reales han declinado entre 20 y 30% en América latina.

Más de 80 países tienen hoy un ingreso per cápita menor que hace una o dos décadas. La paradoja es que son precisamente los países más marginales los que se han integrado más plenamente a la economía global.

Mito 3. “Las ventajas comparativas son la mejor manera de asegurar la prosperidad”

Uno de los supuestos incuestionables de la política moderna es la necesidad del libre comercio global. Dudar de sus beneficios es un acto de herejía. Sin embargo, a pesar de su supuesta superior eficiencia en relación a otros sistemas de organización económica, el libre comercio globalizado resulta notablemente ineficiente en términos reales. 

Al dar mayor prioridad a la producción de gran escala para exportaciones en lugar de producción a escala pequeña y mediana para la satisfacción de necesidades locales; y al generar presiones competitivas que enfrentan comunidades con comunidades en todo el mundo, los precios de los productos de consumo pueden bajar, pero los costos para la sociedad y para el medio ambiente crecen enormemente.

Se sigue creyendo en los beneficios de adherirse a las ventajas comparativas. Sin embargo, de acuerdo al modelo de David Ricardo, creador del concepto, el sistema funciona sólo si no hay movilidad transnacional del capital. Internamente el capital busca el nicho más adecuado que le da la ventaja comparativa. En cambio, cuando el capital tiene plena movilidad transnacional, buscará ventajas absolutas en países que impliquen menores salarios, menores impuestos y menores exigencias ambientales. 

Como lo manifiesta John Gray: “Cuando el capital goza de movilidad (transnacional) buscará ventajas absolutas emigrando a países donde los costos ambientales y sociales sean menores y las utilidades mayores. Tanto en la teoría como en la práctica, el efecto de la movilidad global del capital es el de anular la doctrina Ricardiana de las ventajas comparativas. Sin embargo el edificio del libre comercio no regulado se sigue manteniendo sobre este endeble fundamento”.[6]

Vaya un ejemplo. Una corporación como Nike (fabricantes de zapatos) para permanecer competitiva, precisa reducir sus estándares. Por lo tanto emigra a Indonesia donde, a través de sub-contratistas, los zapatos son hechos por muchachitas que reciben un salario de 10 a 15 centavos de dólar la hora. Como lo describe David Korten: “La mayor parte del outsorcing productivo tiene lugar en Indonesia, donde un par de Nikes, que se venden en  Estados Unidos por entre $73 a $135 dólares, se producen a un costo de $5.60 por niñas y mujeres jóvenes que reciben alrededor de 15 centavos de dólar por hora. Las trabajadores se alojan en barracas, no hay sindicatos, y en caso de alguna huelga, suelen llamar a los militares para que controlen la situación. Los $20 millones de dólares que le pagaron a Michael Jordan, astro del basketball, por publicitar zapatillas Niké, sobrepasó la planilla anual de sueldos de todas las fábricas Nike en Indonesia”. (Cabe destacar que se trata de 75.000 trabajadores).[7]

Mito 4. “Más globalización significa más empleo”

De acuerdo a la OIT, a comienzos del 2000, había 150 millones de desempleados en el mundo, y 1.000 millones de sub-empleados; es decir, un tercio de la fuerza de trabajo mundial. Tal situación se ha ido deteriorando.

El outsorcing, ilustrado en el acápite anterior, es hoy una necesidad de las corporaciones para permanecer competitivas. Esto genera desempleo en los países de origen de las corporaciones, y subempleo en los países que reciben las inversiones.

Mito 5. “La Organización Mundial de Comercio es democrática y transparente”

“Muchas decisiones que afectan la cotidianeidad de las personas dejan de estar en las manos de gobiernos locales o nacionales, para pasar a manos de un grupo no electo de burócratas que trabajan a puertas cerradas en Ginebra. Ellos tienen el poder de dictaminar acaso la Unión Europea, por ejemplo, tiene o no el derecho de prohibir el uso de materiales biotecnológicos peligrosos en los alimentos que importa, o si los habitantes de California pueden prevenir la destrucción de sus últimos bosques vírgenes, o si los países europeos tienen o no el derecho de prohibir la cacería cruel para conseguir pieles”.[8]

De acuerdo a las normativas de la OMC, si una corporación transnacional al invertir en un determinado país, determina que alguna ley, disposición o regulación le resultan inconvenientes a sus intereses, ese país está obligado a abolirlas o a adaptarlas a la satisfacción del inversor. 

Ello significa que bajo las normativas de la OMC, la carrera hacia el fondo (descrita en el Mito 3) afecta no sólo a los aspectos sociales y ambientales, sino a la democracia misma.

La OMC no tiene reglas sobre trabajo infantil ni sobre derechos laborales. Todo en su constitución está diseñado para beneficiar a las corporaciones. Durante las discusiones que dieron origen a la OMC, conocida como la Rueda del Uruguay, el controversial asunto de la propiedad intelectual fue propuesto por 13 grandes empresas, incluidas General Motors y Monsanto. En las negociaciones que siguieron, de los 111 miembros de la delegación de Estados Unidos, 96 eran del sector privado. Resultó obvio, pues, que los acuerdos finales sirvieron a las corporaciones, en detrimento de la capacidad de los países más pobres para acceder a conocimiento y tecnología. 

Un caso particularmente dramático es el de que los países pobres están prohibidos de producir sus propios productos farmacéuticos genéricos, y obligados a comprarlos de las transnacionales farmacéuticas a precios muchísimo más elevados. Las consecuencias han sido especialmente dramáticas en el caso de África, donde los precios corporativos para el tratamiento de VIH están muy por encima del poder adquisitivo de la población afectada.

En resumen habría que reconocer a la OMC no por lo que se dice que es, sino por lo que es realmente: Una institución cuyo propósito fundamental es el de lograr que las corporaciones gobiernen el mundo.

Mito 6. “La Globalización es inevitable”

Renato Ruggiero, ex Director General de la OMC, manifestaba que “tratar de detener la globalización es equivalente a tratar de detener la rotación de la tierra”. Bill Clinton manifestaba que “la globalización no es una opción política; es un hecho”. Tony Blair la identificaba como “irreversible e irresistible”. Margaret Thatcher inmortalizó su frase “no existe alternativa”. Todas esas afirmaciones son una evidencia del grado de fundamentalismo que caracteriza a los defensores del sistema. El modelo alcanza visos de pseudo-religión.

Las alternativas son ciertamente posibles, puesto que el modelo dominante ha sido producto de la renuncia sistemática de parte de la mayoría de los países, a sus derechos de controlar los procesos económicos en beneficio propio. Desde luego que cualquier proceso que se origine en decisiones políticas es reversible.

No se trata de  escoger entre las reglas de la actual economía internacional, por una parte, y el caos de ausencia de reglas por la otra. El cambio fundamental radica básicamente en re-localizar la economía a planos locales, y a diseñar nuevas reglas que acerquen el consumo al mercado. Una economía a escala humana.

Una nueva Economía

Una alternativa posible es una nueva economía sustentada en cinco postulados fundamentales y un principio valórico trascendental.

Postulado 1. La Economía está para servir a las personas y no a las personas para servir a la economía.

Postulado 2. El Desarrollo tiene que ver con personas y no con objetos.

Postulado 3. El crecimiento no es lo mismo que el desarrollo, y el desarrollo no precisa necesariamente de crecimiento.

Postulado 4. Ninguna economía es posible al margen de los servicios que prestan los ecosistemas.

Postulado 5. La economía es un sub-sistema de un sistema mayor que es finito, la biosfera, por lo tanto el crecimiento permanente es imposible.

Principio Valórico. Ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por sobre la reverencia por la vida.

Revisando este listado, resulta evidente que lo que tenemos hoy es, uno por uno, exactamente lo contrario. Sin embargo, suponer que una economía basada en estos postulados no es factible, sería absurdo. De hecho ya se la practica en muchos lugares del mundo, a niveles locales, ya que es obvio que los principios propuestos pueden expresarse mejor a escala micro.

La contribución más importante de una economía a escala humana, es que permite la transición de un paradigma sustentado en la codicia, la competencia y la acumulación, a uno sustentado en la solidaridad, cooperación y compasión. 

Tal transición permitiría no sólo mayores niveles de felicidad para quienes han sido marginados, sino también para los responsables de dichas marginaciones.

Algunas de las nuevas reglas podrían ser las siguientes:

  1. Localización monetaria, de manera que los excedentes fluyan y permanezca lo más posible en su lugar de origen. Puede demostrarse con un modelo económico que si el dinero circula al menos cinco veces en su lugar de origen, puede generarse un pequeño boom económico.
  2. Producir local y regionalmente todo lo que sea posible a fin de acercar el consumo al mercado.
  3. Reintroducción de resguardos para las economías locales, a través de tarifas y cuotas.
  4. Competencia local a fin de evitar el surgimiento de monopolios.
  5. Impuestos ecológicos sobre energía, polución y otros negativos. En la actualidad pagamos impuestos por bienes en lugar de por males.
  6. Mayor compromiso democrático para asegurar la efectividad y la equidad en la transición hacia las economías locales.

La obscenidad de seguir con lo mismo

Mientras 1.000 millones de personal padecen gravemente de hambre, y mientras 3.000 millones viven con menos de 1.5 dólares por día, se manifiesta la obscenidad de la concentración de la riqueza.

Los 400 americanos más ricos alcanzan una fortuna conjunta de 1.57 trillones de dólares. Cada uno de ellos tiene un promedio de 3.9 mil millones. La fortuna de estas personas es más del doble del PGB de toda el África sub-sahariana, que alberga a 800 millones de habitantes.

Estas inmensas fortunas siguen expandiéndose aún en medio de la crisis que afecta a las inmensas mayorías.

Cabe destacar que los super ricos de hoy no se relacionan con el crecimiento de la economía real, como era en los días de Carnegie, Rockefeller o Ford. Las nuevas riquezas se sustentan, por el contrario, en la destrucción de la economía real. De los 400 multibillonarios, 65 provienen de finanzas, 51 de inversiones especulativas, 36 de entretenimiento, 35 de especulación de bienes raíces, 30 de tecnologías computacionales, 28 de gas y petróleo, 20 de retail, etc. Sólo 5 de los 400 están relacionados con la  producción de bienes industriales. 

Todo esto demuestra las características parasitarias de los grandes capitalistas de hoy. Un cambio profundo no sólo es imperioso, sino inevitable.

[1] En este artículo se entiende por billón, mil millones; y por trillón, un millón de millones.

 [2] Santiago Alba Rico, “Demagogia y Realismo”, Revista Rebelión, 24.09.2008, España.

[3] Manifesto on Global Economic Transitions; The Internacional Forum of Globalization, Septiembre 2007

[4] Ibid.

[5] Información para esta sección se ha obtenido de: Caroline Lucas y Colin Hines, “Time to replace Globalization”, a Green Localist Manifesto for World Trade, Gran Bretaña, 2002.

[6] John Gray, “False Dawn: The Delusión of Gloobal Capitalism”, Londres 1998. Traducción mia.

[7] David C. Korten, “When Corporations Rule the World”, Kumarias Press, USA, 1995. Tracucción mia.

[8] Lucas y Hines, op.cit.

Tomado de: «El mundo en ruta de colisión.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí