Suele pasar que, desde tendencias ideológicas opuestas, a veces nos refiramos a propuestas con las que no estamos de acuerdo como ‘no–propuestas’, es decir, como cosas sin sentido que parecen romper con un plan más amplio y coherente. Esto puede pasar porque no las vemos relacionadas y muy coherentes con nuestros planes, o bien porque les otorgamos a las personas y clases que las representan cierto beneficio de la duda, pues queremos creer que lo que deriva de esas propuestas –o las propuestas mismas– no es suficiente para no estar de acuerdo en otros asuntos.
En mi opinión, ambas interpretaciones son algo indulgentes, la primera porque podemos minimizar el riesgo real que encarnan aquellos sujetos o sectores que creemos “no tienen una agenda política definida” –el llamado centro político, por ejemplo–; la segunda, porque al describir ciertas acciones solamente como desaciertos, “descaches” o como cosas que contrarían pero no alteran en su conjunto un plan con el que quisiéramos estar de acuerdo, podemos perder de vista que esas cosas que queremos explicar y exculpar son, sin más, parte de apuestas políticas e ideológicas con las que, en definitiva, no coincidimos –y, probablemente, no coincidiremos.
Esto lo creo en general y recientemente lo he pensado con y por la nueva alcaldía de Bogotá, a propósito de cuál es la propuesta de ciudad que se impulsó con el eslogan “El cambio es imparable”. Una interpretación que ha parecido darse a algunas de las acciones de la nueva administración es que son desafortunadas o descachadas, pero que eso no implica que se tenga una propuesta de ciudad con la que no coincidimos sectores “alternativos” y de izquierdas. De otros lados, se ha dicho que lo hecho hasta ahora es más bien una muestra de que no hay una propuesta de ciudad sino un modelo de “ciudad a pedacitos”, lo que llamo una no–propuesta de ciudad.
Siguiendo con la idea de que esas interpretaciones pueden ser indulgentes, vale la pena enunciar algunas de las propuestas y acciones de Claudia López y su equipo de trabajo, varias de las cuales se ha dicho son “descaches” o decisiones desafortunadas; y no solamente desde la posesión sino desde las campañas electorales de 2018 y 2019, esto porque pasado apenas un mes de la entrada en funciones es poco lo hecho y mucho lo criticado, sin embargo, como dicen las mamás “desde el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo”: Se podría decir que la campaña fue como el algo que se toma antes de desayunar, la posesión y los nombramientos del gabinete han sido los ingredientes del desayuno, por lo que debe examinar su calidad; el primer mes apenas es la preparación y la servida en la mesa… Luego de ello hay que pensar en cómo será el menú del almuerzo, y así.
Lo primero que hay que recordar es que antes de pensar programáticamente en Bogotá, Claudia López fue formula vicepresidencial en una coalición que hizo un plan de gobierno para el país, esto es, un proyecto de sociedad con todas sus letras. A pesar de tener puntos en común en algunos temas, la cercanía del programa de la llamada “Coalición Colombia” con gremios empresariales, así como la falta de contundencia en asuntos sociales relevantes como educación y salud, ni la propuesta ni el candidato que encabezó esa alianza propiciaron un acuerdo que uniera a distintas fuerzas alternativas y de izquierdas para alcanzar la presidencia. El desafortunado final de la historia lo estamos viviendo ahora muy a pesar de que Claudia López apoyara a Gustavo Petro en segunda vuelta, no sin antes hacerle suscribir públicamente una serie de “mandamientos” tallados en piedra que iban desde lo más genérico, como el cumplimiento de los resultados de la consulta anticorrupción, hasta afirmaciones tan específicas como “el impulso a la iniciativa privada, el emprendimiento y la formalización”.
Pasadas las elecciones presidenciales, la apuesta de Claudia López por la alcaldía de Bogotá continuó su rumbo entre las mismas líneas: anticorrupción y emprendimiento privado. Esto aterrizado al contexto bogotano significó la ratificación de un discurso institucionalizado sobre otro eslogan, el de “construir sobre lo construido” que, en la práctica, implica continuar lo que la administración de Peñalosa dejaría “amarrado” –algo similar a lo escrito en pierda–, y esto tiene doliente específico, a saber, el metro elevado, pues es innegable que el inamovible de la pasada alcaldía es el proyecto de movilidad de Peñalosa basado en buses de TransMilenio y que ese metro no es más que un proyecto de alimentador.
En efecto, durante la campaña por la alcaldía de Bogotá el tema de movilidad acaparó gran parte de la agenda programática y, sobre éste, Claudia López no puso en cuestión el proyecto Metro Elevado dejado por Peñalosa a pesar de las irregularidades denunciadas públicamente. Su propuesta de movilidad consistía básicamente en hablar de un sistema integrado y multimodal de transporte distrital y regional, que incluye la segunda línea de Metro hasta Suba y Engativá, el Regiotram y la no construcción de la Troncal de TransMilenio de la Avenida 68.
Y ya vemos que ha venido pasando en este tema: el desayuno ha sido la ratificación del gerente del Metro, tan cuestionado por la forma en la que se cerró la licitación del proyecto con apenas un oferente y a menos de una semana de terminar el periodo de ese gobierno; otro ingrediente ha sido la adjudicación de la troncal de TransMilenio por la Avenida 68, contradiciendo abiertamente lo afirmado en campaña, comprometiendo los recursos para una eventual segunda línea de metro y, con ello, manteniendo la apuesta peñalosista de un sistema de transporte anticuado y muy lejos de ser la solución a los problemas de movilidad de Bogotá.
En otros asuntos, difíciles de rastrear y muy por detrás de las discusiones sobre el Metro, llamaron la atención –y no por buenas– propuestas recicladas sobre convivencia, como la reedición de la cultura ciudadana mockusiana enfocada en “el cumplimiento de las normas de convivencia y en la regulación cultural (…), y en darle mayor legitimidad a las instituciones de seguridad” –entiéndase el Esmad. Al respecto, cabe recordar que el hoy secretario de gobierno, al referirse a modificaciones en los protocolos del Escuadrón Antidisturbios, planteó que, si fueran vestidos de blanco, eso influiría positivamente, como si el tratamiento de guerra de la protesta social fuera una cuestión de estilo y color.
Ya en funciones, durante la primera jornada de movilización nacional, Claudia López nos puso a hablar de protocolos y fue vehemente al decir que el Esmad sería el último recurso, pero por lo que vimos en Bogotá, especialmente en zonas como Suba y Kennedy, los pasos previos del protocolo fueron tramitados en tiempo exprés y la represión a la protesta social no se hizo esperar. Al finalizar el día, las palabras de la alcaldesa alcanzaron para agradecer la valentía de la Fuerza Pública y alimentar el mito de “los vándalos” que tan bien ha funcionado para generar pánico y estigmatizar a quienes nos movilizamos masivamente… – con esto el desayuno gusta cada vez menos.
Otro de los temas de discusión durante la campaña tuvo que ver con la defensa de los derechos de las mujeres y la equidad de género, tanto que, en la recta final, grupos feministas y distintos sectores de mujeres de la ciudad convergieron alrededor de la candidatura de Claudia López porque consideraron que era la más indicada para impulsar la agenda de las mujeres en Bogotá. No obstante, una vez comenzaron a conocerse las personas que encabezarían las secretarías, hubo un descontento generalizado por la designación en la Secretaría de la Mujer. Sin desconocer las calidades académicas y profesionales de la nueva secretaria, lo cierto es que los sectores de mujeres que apoyaron a Claudia esperaban que esta entidad quedara en manos de una persona con experiencia activa en temas de género y, sobre todo, que fuera cercana a las disputas que las mujeres se han dado en la ciudad.
A propósito, merece una pequeña mención la forma en la que se presentaron por redes sociales a las personas que encabezarán las distintas secretarías de Bogotá: Los fotogramas que evocan lugares no muy bogotanos, acompañados de frases como “La nueva secretaria es mamá de…”, y exaltan títulos universitarios de élite nacional o extranjera, dejan un mensaje claro, tan claro como la piel de la mayoría de las personas nombradas, y muy asociado al mérito tecnocrático y academicista que parecería ponerse por encima de experiencias de vida hechas en las calles y con la gente.
Y no se puede olvidar un hecho pintoresco sucedido en campaña, cuando Claudia López en declaraciones públicas sobre sus propuestas de educación habló de la pertinencia de unas carreras universitarias sobre otras, con un enfoque neoliberal y de mercado. A pesar de que la hoy alcaldesa negó lo dicho, borró de sus redes sociales los mensajes que hacían referencia al tema y se excusó diciendo que habían sido publicados sin consultarle, la noticia fue verificada y contrastada con el programa de gobierno en el que se afirma expresamente que al menos 20.000 cupos gratuitos en educación superior irían para “programas técnicos, tecnológicos y profesionales pertinentes para aprovechar las oportunidades de innovación y empleo de Bogotá y la región. Oportunidades que han identificado los empresarios, la academia, la Cámara de Comercio, Probogotá, Connect, y el Consejo Regional de Competitividad”.
Muy acorde con ese enfoque, la estrategia que ha manejado desde la primera semana de “tablero en mano” para explicar las decisiones que se han tomado, más que todo aquellas que contradicen de cabo a rabo lo dicho en campaña, parece invocar la imagen de la maestra como una autoridad incuestionable que se ampara en criterios académicos (técnicos y jurídicos) y exige a sus estudiantes (la ciudadanía) que tomen el dictado y entiendan por qué no se puede hacer otra cosa. La lección parece ser “no podemos cambiar ni hacer nada porque esto (Metro elevado) o aquello (Troncal Transmilenio Avenida 68) ya está licitado o estudiado, y así no resuelva lo que debería resolver (problemas de movilidad), nosotras (la ciudad, la gente) debemos ver que es así, que es cierto y que no puede ser de otra forma”. Es como si la nueva cultura ciudadana debiera ser una sometida al papel, al contrato y no a exigir garantías de derechos, de bienestar y dignidad.
En fin, podríamos seguir enumerando otras salidas en falso de Claudia López, sin embargo, los puntos acá enunciados de manera superficial, podrían dar cuenta de que las decisiones de Claudia López, desde las designaciones en secretarías y direcciones hasta las ratificaciones de lo dejado por Peñalosa y su trato a la protesta social, están lejos de distanciarse de esa propuesta de ciudad. Decir lo contrario, creo, pasa por ambivalencias basadas en la necesidad de creer que necesitamos rodear esta nueva administración porque nada puede ser peor que Peñalosa y, en últimas, porque muchos sectores alternativos apoyaron la candidatura de Claudia en 2018. Justamente pasa por ser indulgentes para preservar ciertas esperanzas.
En otras palabras, a las interpretaciones indulgentes de la nueva administración, esas que afirman que hay una propuesta de ciudad con algunos desbarajustes, o que no hay una propuesta de ciudad sino partes y discursos desarticulados, podría contraponer la idea de que no solamente sí hay una propuesta de ciudad integral, sino que dicha propuesta responde de manera eficiente a construir sobre lo dejado por Peñalosa y culminarlo. Ante este panorama, la opción de una política trasformadora será hacer oposición activa y beligerante que incluya programa y propuesta de ciudad para las próximas elecciones.
Apéndice. Cuando de propuestas de ciudad hablamos, recuerdo la semana en la que destituyeron a Gustavo Petro de la alcaldía de Bogotá. Además de la necesidad de saber en tiempo real quien era la alcaldesa o alcalde encargado, una transmisión de noticias de medio día me hizo pensar en cuán distinta es, justamente, la propuesta de la Bogotá Humana: Rafael Pardo, designado como alcalde encargado, iba en un helicóptero recorriendo la ciudad y más o menos la respuesta que daba al reportero era “estamos retomando el control de Bogotá” … No sé muy bien qué esperaba ver desde la altura –quizás las movilizaciones en favor de Petro–, lo cierto es que esa imagen fue suficiente para creer que el establecimiento quería neutralizar y revertir lo que había avanzado hasta ese momento la Bogotá Humana, esa propuesta de ciudad que veían tan distinta a la que están acostumbradas las clases dominantes de este país.