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Un día en la vida del machito

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Estaba el machito sentado frente a su computadora, en la comodidad de su casa, compartiendo su “importante” opinión acerca de cómo se debe protestar hoy en día, mofándose de las mujeres que valientemente se rebelaron la noche anterior: “¿Qué les pasa?” decía, “¿Qué culpa tenemos los demás hombres de que las viole la policía?”

“El feminismo del 99% no es una alternativa a la lucha de clases, es otro frente dentro de ella”: Nancy Fraser

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En la Revista Hekatombe sabemos de la importancia de aprender y no quedarse en las intuiciones o en el pálpito, por eso, en nuestra sección #FemisHKa reproducimos la entrevista que hace Rebeca Martínez a Nancy Fraser, sobre un feminismo del 99%, para el portal Viento Sur.

Entrevista a Nancy Fraser
“El feminismo del 99% no es una alternativa a la lucha de clases, es otro frente dentro de ella”
Rebeca Martínez

Frente a este feminismo de las privilegiadas, Fraser apunta la urgencia de crear un feminismo que esté del lado de la mayoría de las mujeres

Nancy Fraser se muestra muy contundente contra el feminismo liberal de mujeres como Hillary Clinton que solo buscan escalar posiciones dentro de las empresas. Frente a este feminismo de las privilegiadas, Fraser apunta la urgencia de crear un feminismo que esté del lado de la mayoría de las mujeres: las trabajadoras, las migrantes, las lesbianas y trans, y de sus problemas, que tienen más que ver con el racismo institucional que soportan y con la explotación que viven dentro de sus trabajos y de sus casas, donde cargan con la mayor parte de los cuidados. Es precisamente de esto de lo que habla en el manifiesto Feminismo para el 99%, que firma junto a Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya y que ha sido publicado por la editorial Herder.

Esta profesora de Filosofía en la New School de Nueva York estuvo en Madrid recientemente, en una visita coordinada por el Grupo de Estudios Críticos, y habló con viento sur sobre este feminismo para la mayoría y sobre el ataque que está perpetrando el neoliberalismo contra aspectos vitales tan importantes como la crianza de los niños y niñas, el cuidado de nuestros mayores, la sanidad, la educación o la vivienda.

Rebeca Martínez: Sobre el manifiesto Feminismo para el 99% que has firmado junto a otras mujeres, ¿Qué es y por qué se lanza ahora?

Nancy Fraser: Es un ensayo corto que pretendíamos que fuera popular y que se leyera fácilmente. No es escritura académica, tiene la forma de un manifiesto. Lo escribí junto a otras dos pensadoras feministas: una es la italiana Cinzia Arruzza, que ahora vive en Nueva York, y la otra Tithi Bhattacharya, que es india y enseña en Estados Unidos.

El manifiesto es un intento de articular una nueva vía para el movimiento feminista, que durante las dos últimas décadas ha estado dominado por el feminismo corporativo y liberal

Esta ha sido la primera vez, desde que comencé mi activismo en los años sesenta o setenta, que he escrito un ensayo como este, de auténtica agitación política, teniendo en cuenta que soy profesora de Filosofía. Sin embargo, los tiempos ahora son tan duros, la crisis de la sociedad y de la política es tan severa, que sentí que tenía que dar el salto y escribir para una audiencia más amplia.

El manifiesto es un intento de articular una nueva vía para el movimiento feminista, que durante las dos últimas décadas ha estado dominado por el feminismo corporativo y liberal representado por Hilary Clinton en Estados Unidos. Este es el feminismo de mujeres profesionales y de directivas, de mujeres relativamente privilegiadas, en su mayoría blancas, con formación y de clase media o media-alta, que intentan meter cabeza en el mundo de los negocios o en los medios de comunicación. Con este proyecto lo que pretenden básicamente es escalar en la jerarquía de las empresas para ser tratadas de la misma forma que los hombres de su misma clase y tener el mismo salario y el mismo prestigio.

Este no es un feminismo igualitario, es un feminismo que no tiene mucho que ofrecerle a una vasta mayoría de mujeres que son pobres o de clase trabajadora y que no tienen esos privilegios: mujeres inmigrantes, mujeres trans… Este feminismo del 1%, o como mucho del 10%, ha empañado el nombre del feminismo, asociándolo al liderazgo, al individualismo y la vida empresarial. Le ha dado al feminismo un mal nombre y lo ha asociado con el neoliberalismo, la financiarización y la globalización, con políticas que van contra la clase trabajadora.

Pensamos que era un buen momento para dar el salto e intentar crear un feminismo que sea realmente antisistema, anticapitalista y que se referencie en las mujeres de clase trabajadora y pobres para mejorar sus vidas.

Nosotras tres queríamos proponer una alternativa a esto, y no estamos solas, porque hay otras feministas de izquierdas que también han intentado hacerlo. Y, en efecto, la alternativa está emergiendo con las enormes marchas y las manifestaciones del 8 de marzo, que tienen un carácter anticapitalista y antisistémico, que protestan contra la austeridad y el asalto a la reproducción social.

Pensamos que era un buen momento para dar el salto e intentar crear un feminismo que sea realmente antisistema, anticapitalista y que se referencie en las mujeres de clase trabajadora y pobres para mejorar sus vidas. Lo interesante es que es un movimiento que debe centrarse en temáticas tradicionales, como el derecho al aborto y otras, que sin duda son fundamentales, pero que tiene que pensar también más allá, en la gran crisis de la sociedad, para articular políticas y programas que beneficien a todo el mundo. Por eso, el feminismo del 99% no significa solo el 99% de las mujeres, significa el 99% de los seres humanos sobre el planeta. Esta es la idea general del manifiesto.

Rebeca Martínez: Sobre el manifiesto Feminismo para el 99% que has firmado junto a otras mujeres, ¿Qué es y por qué se lanza ahora? Desde 2017 se han organizado tres huelgas feministas internacionales en muchos países, incluida España. Y no solo eso. Aquí, las protestas laborales de los últimos años están protagonizadas sobre todo por mujeres: las trabajadoras del hogar, las limpiadoras de hoteles, de residencias de mayores, entre otras. ¿Estamos ante una nueva ola feminista? Si es así, ¿a qué momento del capitalismo neoliberal responde?

Nancy Fraser: Creo que sí estamos ante una nueva ola, o que al menos hay potencial para que así sea, si hacemos una ruptura real con este feminismo liberal corporativo.

Esto significa que hay una auténtica crisis de los cuidados o una crisis de la reproducción social y es precisamente lo que está dando lugar a las huelgas que mencionabas.

El neoliberalismo ha perpetrado un asalto brutal contra lo que llamamos la reproducción social, contra todas las actividades destinadas al mantenimiento y la reproducción de personas: la crianza de los niños, la educación, el cuidado de la gente mayor, cosas como la educación pública, la sanidad, el transporte, las pensiones o la vivienda. Porque todo esto forma parte de la reproducción social y no solo el cuidado de los niños, los mayores y otras actividades realizadas dentro del hogar.

El neoliberalismo ha aplastado todo esto. Hoy día, las mujeres tienen que estar a tiempo completo en el trabajo asalariado, en un momento en que el Estado necesita recortar en gasto social, como parte de su política de austeridad y de la financiarización. Así que, por un lado, tenemos el recorte en el suministro público de estas áreas y, por otro, la insistencia en que las mujeres dediquen su tiempo a producir ganancias para el capital. Esto significa que hay una auténtica crisis de los cuidados o una crisis de la reproducción social y es precisamente lo que está dando lugar a las huelgas que mencionabas.

En la crisis de los años treinta, el centro de las revueltas activistas era el trabajo industrial: las luchas por la sindicación, por los derechos laborales, etcétera. Hoy la situación es otra. En parte debido a la desindustrialización y la relocalización de la producción en el sur global; ahora el centro es la reproducción social.

Diría que hoy día las luchas por la reproducción social son la vanguardia de la izquierda anticapitalista y antisistema. Las mujeres están en el frente y eso significa formar parte de la centralidad, de una nueva forma de pensar lo que es la política feminista.

Tú has mencionado antes huelgas de mujeres muy significativas, a las que yo añadiría la huelga de las maestras en Estados Unidos. Las profesoras tienen salarios tan bajos que muchas de ellas tienen que realizar segundos trabajos por la tarde para poder mantenerse, a sí mismas y a sus familias. Estas mujeres hacen huelga no solo para conseguir mejores salarios, también piden más recursos para la educación, para mejorar las escuelas y están teniendo mucho apoyo. Son ejemplos que ponen la esfera de la reproducción social como un eje amplio de lucha. Y, por lo que sé, las enormes huelgas del 8M en España también protestan por los recortes en todas estas áreas.

Diría que hoy día las luchas por la reproducción social son la vanguardia de la izquierda anticapitalista y antisistema. Las mujeres están en el frente y eso significa formar parte de la centralidad, de una nueva forma de pensar lo que es la política feminista.

Rebeca Martínez: Sobre las luchas por la reproducción social, ¿cómo se relacionan con la lucha de clases, el movimiento antirracista y el LGTBIQ?

Nancy Fraser: Primero de todo, creo que tenemos que repensar qué entendemos por lucha de clases. Esa imagen de los años treinta de los obreros industriales organizados en sindicatos es una parte de lo que es la lucha de clases, pero diría que la lucha por la reproducción social también es lucha de clases, porque no hay producción ni trabajo industrial si no tienes a alguien que realice el trabajo de producir a los trabajadores y de reponerlos, que cuide de la próxima generación que les va a reemplazar. Por eso, la reproducción social es central para la producción capitalista y el trabajo que produce a toda esta gente y que constituye su sociabilidad supone mucho trabajo, tanto como el trabajo en las fábricas.

la reproducción social es central para la producción capitalista y el trabajo que produce a toda esta gente y que constituye su sociabilidad supone mucho trabajo, tanto como el trabajo en las fábricas.

Lo que constituye una clase no es solo la relación de la producción en la fábrica, también la relación de la reproducción social que produce a las y los trabajadores. Todo esto es parte de la lucha de clases. La idea de la lucha de clases en el pasado era bastante estrecha. No creo que el feminismo del 99% sea una alternativa a la lucha de clases, no creo que esté en competición con la lucha de clases, creo que se ha constituido otro frente en la lucha de clases, que debería aliarse con el movimiento obrero más clásico y ser un aliado también de lo que mencionaste, de la lucha antirracista, la lucha por los derechos de las personas migrantes, y la lucha por los derechos de las personas LGTBIQ.

No creo que el feminismo del 99% sea una alternativa a la lucha de clases, no creo que esté en competición con la lucha de clases, creo que se ha constituido otro frente en la lucha de clases

La conexión con la raza y la etnicidad es muy fuerte, porque lo que ocurre ahora es que tenemos una nueva división de clase racializada entre las mujeres. Las mujeres empresarias, de clase media-alta y con formación, luchan por superar la discriminación y escalar a los puestos más altos. Lo que hacen para poder trabajar sesenta horas a la semana en trabajos que exigen mucho es contratar a mujeres, a menudo inmigrantes y muy mal pagadas, para que realicen el trabajo de cuidados: cuidado de los niños, la limpieza de la casa, la cocina, el cuidado de sus padres dependientes y demás. Estas mujeres del llamado feminismo liberal se apoyan en todo este trabajo de las mujeres racializadas, que son las mujeres más vulnerables porque no tienen derechos laborales, se les paga muy poco y están expuestas a agresiones y abusos. Por todo esto, necesitamos poner en el centro del feminismo la dimensión de clase y raza. El feminismo para el 99% tiene que ser un movimiento antirracista, tiene que hacer suyas las problemáticas de las mujeres pobres y racializadas, que son la mayoría de mujeres, y poner sus necesidades en el frente, no las necesidades de las empresarias y sus demandas para romper el techo de cristal. Y esto también es así para la lucha LGTBIQ.

El feminismo para el 99% tiene que ser un movimiento antirracista, tiene que hacer suyas las problemáticas de las mujeres pobres y racializadas, que son la mayoría de mujeres, y poner sus necesidades en el frente, no las necesidades de las empresarias y sus demandas para romper el techo de cristal. Y esto también es así para la lucha LGTBIQ.

Aquí ocurre también algo interesante, porque diría que en este movimiento [LGTBIQ] también hay un ala liberal que es hegemónica y un sector más amplio de gente cuyas necesidades y problemas son marginalizados. Hay una lucha similar en el seno del movimiento LGTBIQ y me gustaría que nuestro feminismo del 99% hablara también por las mujeres trans, queer y lesbianas, que el movimiento LGTBIQ para el 99% fuese el aliado natural del feminismo del 99%.

Rebeca Martínez: Hablamos de las luchas por la reproducción social, que pueden constituir un bloque contra las dinámicas del neoliberalismo, pero ¿Qué hay de las relaciones patriarcales? ¿Podemos combatir las violencias machistas desde la lucha por la reproducción?

El hecho de que los medios se centren solo en los casos de personas conocidas, desafortunadamente, hace que (el #MeTooo) no parezca una lucha de clases, pero es otra forma de lucha de clases en realidad.

Nancy Fraser: Es una buena pregunta. Me gustaría empezar haciendo alusión al movimiento #MeToo. Como sabes, la idea más extendida de lo que es este movimiento se centra en Hollywood, en actrices muy bien pagadas y en artistas que tienen visibilidad en los medios de comunicación. Pero el sector compuesto por mujeres mucho menos privilegiadas es más vulnerable a las agresiones sexuales y al acoso en el trabajo. Pensemos, por ejemplo, en las jornaleras. Muchas de ellas no tienen ni papeles, y, al tener menos poder y recursos, son mucho más vulnerables a las demandas de los jefes. Y lo mismo ocurre con las trabajadoras de hoteles, por ejemplo, recordemos el caso de Dominique Strauss-Kahn, o quienes trabajan limpiando casas privadas, las trabajadoras domésticas, que son víctimas de agresiones sexuales muy a menudo.

La cuestión de la reproducción social tiene mucho que hacer para cambiar la relación entre la producción y la reproducción y, por lo tanto, para cambiar el equilibrio del poder dentro de las casas.

El movimiento #MeToo, si lo pensamos de una manera más amplia, es una lucha obrera. Es la lucha por un entorno de trabajo seguro, donde no puedas ser víctima de abusos. El hecho de que los medios se centren solo en los casos de personas conocidas, desafortunadamente, hace que no parezca una lucha de clases, pero es otra forma de lucha de clases en realidad.

La cuestión de la reproducción social tiene mucho que hacer para cambiar la relación entre la producción y la reproducción y, por lo tanto, para cambiar el equilibrio del poder dentro de las casas. El trabajo de la reproducción social no debería estar generizado, ser una cosa solo de mujeres. Es un trabajo importante para toda la sociedad, algunos aspectos del mismo son incluso placenteros y creativos, así que los hombres también deberían tener acceso a él, sentir la responsabilidad de hacer la parte que les corresponde. Esto va de cambiar la dinámica dentro de los hogares y, por supuesto, el feminismo del 99% está en contra de todo tipo de violencia: contra las mujeres, contra las personas trans, contra las personas no cis y contra las racializadas.

Creo que es importante tener una imagen del poder diferente que viene de los bancos, el FMI, las organizaciones de las finanzas y la industria, a través de la construcción del mercado de trabajo, el mercado de trabajo generizado, racializado.

El del patriarcado es un concepto que, personalmente, no me gusta usar porque sugiere una imagen del poder diádica: tienes al amo y a sus sirvientes sometidos. Algo de eso existe todavía, sin duda alguna, pero la forma central del poder en nuestra sociedad hoy día opera de una manera más impersonal, más estructural, lo que restringe las opciones para la gente pobre y trabajadora. Creo que es importante tener una imagen del poder diferente que viene de los bancos, el FMI, las organizaciones de las finanzas y la industria, a través de la construcción del mercado de trabajo, el mercado de trabajo generizado, racializado. Esto es lo que determina quién tiene acceso a los recursos y puede reivindicar sus reclamaciones, quién puede funcionar como igual, incluso dentro de las familias y las relaciones personales.

Rebeca Martínez: Cuando en tus trabajos hablas de justicia social, distingues tres niveles: el económico (redistribución), el cultural (reconocimiento) y el político (representación). ¿Hasta qué punto están presentes los tres en el nuevo ciclo de huelgas feministas?

Nancy Fraser: Creo que hay una preocupación por todos estos aspectos y que están estrechamente relacionados. No puedes cambiar la esfera económica, redistribuir las relaciones de producción, si no cambias esas otras cosas que están interconectadas. Lo que importa en el ámbito político es a menudo definido en términos de lo que importa en el ámbito económico, aunque las fuerzas capitalistas insistan en que lo que ocurre en el lugar de trabajo debe ser decidido por el mercado y por los jefes, como si eso no fuera una cuestión política y de democracia.

El feminismo ha afrontado un gran desafío y ha creado un lenguaje nuevo que cambia la cultura, que cambia la concepción que tiene la gente sobre sus derechos, sobre lo que no tienen que aguantar, lo que está mal, aquello por lo que pueden protestar.

Hay todo un debate sobre dónde está la línea que separa aquello que decide el mercado y las fuerzas privadas del capitalismo y aquello que decidimos una mayoría democrática. Y todo esto tiene mucho que ver con la cultura, con los lenguajes que están a nuestra disposición y que nos ayudan a entender la situación.

Tenemos conceptos como el de acoso sexual, el de degradar, tenemos la terminología para decir lo que está mal en la sociedad, y esto tiene que ver con cómo traducimos la experiencia propia para expresar una demanda. El feminismo ha afrontado un gran desafío y ha creado un lenguaje nuevo que cambia la cultura, que cambia la concepción que tiene la gente sobre sus derechos, sobre lo que no tienen que aguantar, lo que está mal, aquello por lo que pueden protestar. Esto amplía la esfera del discurso político, la esfera de lo que son decisiones democráticas y no privadas de la familia o la empresa. Hoy en día estamos avanzando mucho en el ámbito cultural y esto repercute en un cambio institucional en las dos esferas: la política y la económica. Pero de lo que se trata siempre es de la interrelación entre estos tres niveles.

Rebeca Martínez: Has apuntado muchas veces que el neoliberalismo se apropió del potencial crítico y de las demandas de la segunda ola del feminismo y los incorporó en su propio beneficio. ¿Podría ocurrir otra vez con esta incipiente ola? ¿Puede evitarse de alguna manera?

Nancy Fraser: Creo que el feminismo liberal, junto al antirracismo liberal, al movimiento LGTBIQ liberal y a lo que llamamos capitalismo verde, todos estos movimientos que fueron hegemónicos, fueron incorporados al bloque hegemónico de poder que en EE.UU. constituyó el neoliberalismo progresista. Estos movimientos prestaron su carisma y su ideología para crear la ilusión de que esta política horrible de la financiarización, la precarización del trabajo, la reducción de salarios, etc., podía ser progresista, progay, promujeres y todo eso.

Siempre es posible ser hegemonizado y apropiado por fuerzas que son más poderosas, existe siempre esa posibilidad y es importante que los movimientos emancipatorios estén alerta.

Esto ocurrió así y por eso es tan importante que la nueva ola feminista rompa con ese tipo de feminismo y abra un nuevo camino. Siempre es posible ser hegemonizado y apropiado por fuerzas que son más poderosas, existe siempre esa posibilidad y es importante que los movimientos emancipatorios estén alerta.

Vivimos un momento de crisis monumental en el que tenemos la oportunidad de tomar un nuevo camino para crear un movimiento antisistema para el 99%

Hoy en día, nos han dicho que tenemos dos opciones para elegir: el populismo autoritario de derechas, que es racista, xenófobo y bastante desagradable, o volver a la protección liberal, al neoliberalismo progresista, que podría ser antirracista y todo lo demás. Pero esta es una elección falsa. Tenemos que rechazar las dos opciones, no solo el populismo racista y supremacista, también el neoliberalismo progresista. Vivimos un momento de crisis monumental en el que tenemos la oportunidad de tomar un nuevo camino para crear un movimiento antisistema para el 99%, en el que el feminismo del 99% esté conectado con los otros movimientos para el 99%: el obrero, el que lucha por el clima, el de las y los migrantes, etc.

Rebeca Martínez: Para terminar, una pregunta más teórica. En tus obras apuntas que el Estado-nación (lo que se conoce como marco westfaliano-keynesiano) entró en crisis con el neoliberalismo y que sus fronteras son ahora más difusas, menos claras. Llamas a este proceso la política del desenmarque. Pero, ¿cuál es el papel del Estado-nación ahora? ¿Podemos decir que ha desaparecido por completo?

Necesitamos pensar de una manera más transnacional y global cómo podemos asegurar derechos sociales para todas las personas del mundo, para que nadie tenga que meterse en un bote y arriesgar su vida para buscar una oportunidad en la otra parte del planeta

Nancy Fraser: No, no ha desaparecido. Históricamente, la fuerza principal que ha suministrado cualquier nivel de protección y seguridad a la gente trabajadora frente al capital ha sido el Estado-nación y el Estado-nación aún sigue siendo el principal destinatario de las demandas. Cuando queremos protección o apoyo social, ¿a quién se lo pedimos? Pedimos a nuestros gobiernos que se responsabilicen. Entendemos que la política está organizada aún sobre las bases de la nación, por eso las campañas electorales son nacionales, las principales actividades políticas se realizan a escala nacional. Pero, en última instancia, esto no es del todo correcto y podemos verlo cuando atendemos la inmigración, que es un enorme punto de conflicto y crisis.

Hay gente de todo el mundo que no tiene un Estado que los proteja, que pueda darle algo de lo que nosotros le pedimos a nuestro Estado en los países desarrollados. Viven en campos de refugiados, están forzados a vivir violencia política y persecuciones religiosas por el hecho de que han invadido su país y lo han destruido todo, por crisis climáticas, por las características de esta crisis global que vivimos.

Esta gente viene huyendo y el movimiento populista de derechas dobla el nacionalismo y la exclusión. ¿Cuál es el eslogan de Trump? Make America great again (Haz que América vuelva a ser grande), como era antes de que toda esta gente apareciera y arruinara nuestro país. Esa es la ideología de este populismo y supongo que pasará lo mismo con algunos partidos aquí también. Necesitamos pensar de una manera más transnacional y global cómo podemos asegurar derechos sociales para todas las personas del mundo, para que nadie tenga que meterse en un bote y arriesgar su vida para buscar una oportunidad en la otra parte del planeta.

* Rebeca Martínez es investigadora en comunicación.

¿El patriarca Petro? Del problema de los «aliados» políticos de las causas feministas

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Escribir esta reflexión para este medio es significativo por varios motivos. El primero, porque la Revista Hekatombe, desde su posición de no engañar a los lectores con una falsa neutralidad/objetividad informativa, ha mostrado su apoyo a Gustavo Petro y al proyecto de la «Colombia Humana» —CH— en diversas ocasiones. No es un asunto de que probablemente la mayoría de sus columnistas hayan manifestado algún tipo de simpatía por la CH —el escrito más difundido de Hekatombe es, de hecho, una rigurosa defensa a Petro frente a críticas de La Pulla—, sino que la propia Revista ha editorializado su posición.

Remezón en la Colombia Humana

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Bogotá, 11 de agosto de 2019. Tras anunciar que Hollman Morris sería el candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro ha generado un remezón al interior del movimiento, que se ve reflejado en la renuncia de su coordinadora programática María Mercedes Maldonado quien hace algunos meses manifestó su rechazo junto con Ángela María Robledo a la conducta de Morris tras las denuncias por violencia intrafamiliar y acoso.

Los conductores de TransMilenio: un despido Masivo del que no se habló en el proceso de chatarrización

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El martes 23 de Julio de 2019 a las 7:00 de la mañana si usted transitaba por la zona de la Calle 80 con Carrera 30 exactamente en el puente vehicular, pudo observar una pequeña aglomeración de trabajadores de TransMilenio que realizaban una manifestación por este sector; el diario Publimetro Colombia por su página web publicó los hechos: ¡Atención! Trabajadores de TransMilenio realizan bloqueo sobre la calle 80. De esto, ¿usted se enteró?

Egan Arley Bernal: ¿un triunfo personal convertido en triunfo nacional?

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Políticos de todas las corrientes han salido a celebrar que el joven zipaquireño Egan Bernal haya ganado el Tour de Francia: desde María José Pizarro, Claudia López o hasta el propio Iván Duque. Por un momento pareciera que el triunfo deportivo fuera un sello de identidad y «unidad» nacional y las distintas vertientes políticas sistémicas estadocéntricas pudieran estar de acuerdo en lo siguiente:

The Matrix o las dos caras de la perversión: Zizek

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Es ésta la mejor manera de entender Matrix: en esta yuxtaposición entre dos aspectos de la perversión: por un lado la reducción de la realidad al mundo virtual regulado por reglas arbitrarias que se pueden suspender; por otro, la verdad oculta de esta libertad, la reducción del sujeto a una pasividad absoluta e instrumentalizada.

¿Qué tan calle eres?

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Hay un momento en nuestras vidas en que no sabemos si hemos hecho lo correcto, si hemos vivido las suficientes experiencias y si tuvimos la suficiente calle cómo para sobrellevar nuestros actuales dilemas y problemas. Dada esta angustia existencial que se despierta en algún punto del ciclo vital, desde Revista Hekatombe queremos apoyarte con un test para que descubras si eres más calle que la calle, o si por el contrario eres una fresa, y no precisamente salvaje.

¡Qué esperas, descúbrelo en este nuevo  #HekaTest!

 

Qué nos dicen las recientes Rappi-protestas sobre el capitalismo (colombiano)

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La sensación de que estamos viviendo una crisis sistémica y resintiendo los efectos del agotamiento del modelo global de acumulación neoliberal que intentó gestionarla es cada vez mayor. La juventud colombiana es paulatinamente más consciente del desalentador panorama laboral que se avecina, con cada vez menos posibilidades de movilidad social: adiós a los empleos con seguridad social y buenos salarios. Heredó un orden social instituido merced a un conjunto de reformas económicas que comenzaron a darse con fuerza desde la apertura económica de César Gaviria y la constitucionalización del proyecto neoliberal en la carta política de 1991 de la mano de su «kínder tecnocrático», la versión colombiana de los Chicago boys chilenos.

Pese a su apariencia técnica, nada de eso llevó al desarrollo capitalista colombiano, a la modernización y diversificación de su aparato productivo, y acentuó el extractivismo minero-energético, la desindustrialización y las condiciones de dependencia a los mercados externos, con sus consecuencias en términos de bajos salarios, proliferación de la informalidad laboral y escaso avance tecnológico y científico. Uribe y su Estado bélico-asistencialista —en expresión del politólogo Andrés Felipe Mora— siguió con la idea de que el crecimiento económico jalonado por la «confianza inversionista» era igual al desarrollo y, pese a sus escaramuzas de una salida negociada al conflicto, cerró las posibilidades de negociación de una reforma agraria o de apertura política mediante la vía militar. Santos continuó con el modelo neoliberal y la consiguiente periferialización productiva, pero con esperanza para la izquierda de que la «apertura política» que traería la implementación de los Acuerdos de La Habana pudiera cambiar la situación.

En realidad, este «abrir las fronteras» a la entrada de capitales comerciales y financieros, a la deslocalización productiva y a las políticas de flexibilización laboral para atraer «ahorro externo» —inversión extranjera— hacen parte de una serie de procesos económicos de globalización que han trazado el fin del ya insostenible Estado europeo de bienestar en la década de 1970, de los intentos de industrialización en América Latina y África con el modelo de sustitución de importaciones, del «pacto capital-trabajo», y el comienzo de la hegemonía del capital financiero por encima de las inversiones productivas alrededor de la triada Wall Street – FMI – Reserva Federal, como dice David Harvey. Cambió la forma del régimen de acumulación, dada la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del sector productivo de la economía capitalista, problema sistémico que el Estado de bienestar, beneficiado de la colonización de África, intentó solventar sin éxito. Problema sistémico de rentabilidad que tampoco la globalización neoliberal ha podido solucionar y que ya tuvo su primera gran crisis en 2008, como sostiene el economista Michael Roberts.

El problema de Rappi

Y aquí entra Rappi, una de las empresas financiarizadas «colaborativas» que ha disfrazado de «emprendimiento independiente» la riesgosa explotación laboral de decenas de miles de trabajadores y que se ha beneficiado del «ejército industrial de reserva» migratorio —que de industrial ya tiene poco— que ha desplegado el colapso de la dependiente economía venezolana por Latinoamérica —una de las grandes periferias productivas del sistema-mundo capitalista—. Creada en 2015 por tres «millenials emprendedores» llamados Felipe Villamarín, Simón Borrero y Sebastián Mejía, la aplicación ha experimentado en sus más de tres años de existencia una valorización inédita para una empresa colombiana: para septiembre de 2018 Rappi se valoraba en mil millones de dólares y para abril de 2019 en dos mil quinientos millones de dólares, periodo en el que recibiría una inversión de mil millones de dólares por parte del capital japonés de SoftBank.

El presidente colombiano Iván Duque ha celebrado este vertiginoso ascenso con vítores y defendido que tal emprendimiento es un ejemplo real de su vaporoso concepto de economía naranja. Pero, paradójicamente, las más recientes protestas frente a la sede de Rappi en Bogotá que derivaron en la quema de sus maletas, la creación en Buenos Aires de la Asociación de Personal de Plataformas para luchar por mejoras laborales, las lesiones o muertes accidentales de rappitenderos, los despidos que siguen a las protestas o los intentos de regulación de la aplicación en Argentina o Chile, muestran que hay una correlación entre explotación, alto riesgo laboral y ascenso económico de Rappi, supuestamente desinteresado en ganancias a corto plazo. Posiblemente la cuestión es que el problema sistémico de reducción tendencial de la tasa de ganancia, la periferialización productiva latinoamericana por parte de los «centros» —principalmente occidentales— de la economía-mundo y la necesidad de garantizar rentas a los inversores exige que las mejoras salariales de Rappi sean paupérrimas y oscilantes, tratar de desmontar cualquier tipo de sindicalización, exponer a los rappitenderos a asumir riesgos por su propia cuenta y crear dispositivos discursivos para deslegitimar las protestas, tales como culpar de las mismas a la actitud «asistencialista» y de disgusto por el trabajo de los venezolanos «chavistas», como ha llegado a afirmar Simón Borrero.

¿Y por qué Rappi sigue siendo una opción?

Si Rappi todavía es viable es, entre otras razones, porque el aparato productivo colombiano en la economía-mundo es dependiente y está rezagado —modesto crecimiento del 2.8% en el primer trimestre de 2019 respecto al año anterior—, por lo cual no genera suficiente empleo, por no hablar de las penosas desigualdades de distribución del ingreso. La tasa de desempleo en Colombia está en aumento: para mayo de 2019 fue de 10.5% cuando el año anterior para el mismo mes había sido de 9.7%. Responsabilizar a la migración venezolana sólo es una comidilla para desviar un problema que es estructural. Y Rappi es una especie de equipo de bomberos que trata de apagar los incendios del capitalismo periferializado sin ir a sus causas.

Duque por su parte sólo parece alentar el actual funcionamiento de la aplicación. Además, su «Plan de Desarrollo» no lleva al «desarrollo»: continúa privilegiando el «crecimiento económico extractivista» dependiente de los precios internacionales del petróleo y las materias primas. No hay un proyecto de modernización del aparato productivo ni de socialización de sus beneficios. Y la meta de generación de un millón seiscientos mil empleos se busca lograr apoyando emprendimientos que privilegien más flexibilización laboral y menos seguridad social, según ilustra el economista Diego Carrero Barón. Más de lo mismo de un modelo que está presentando signos preocupantes de desgaste.

La aplicación de Rappi es funcional al actual régimen de acumulación precarizador del trabajo, pues puede absorber mano de obra «no calificada» o «escasamente calificada». Pero asimismo es una opción para técnicos, tecnólogos y profesionales excluidos del «poco dinámico» mercado laboral colombiano. Todo esto es preocupante y erosiona la supuesta «libertad» defendida por el liberalismo económico y político. La «libertad» queda cuestionada cuando el margen de acción está limitado por un proyecto de vida, determinado por el funcionamiento real de la economía-mundo capitalista, basado en pedalear riesgosamente más de ocho horas para hacer compras y entregar pedidos por medios electrónicos. Una y otra vez. Todas las semanas. Si el capitalismo globalizado no puede resolver sus propias crisis quizá sea tiempo de «globalizar» aún más las luchas antisistémicas, así sea como horizonte «final» de lucha política mientras se presiona, en principio, un nuevo ciclo de reformas económicas y políticas radical-liberales al capitalismo colombiano y latinoamericano, en perspectiva de colaboración sur-sur y sin rendirse al nuevo hegemón chino. En todo caso, las crecientes dinámicas explotadoras de las «economías digitales colaborativas» están marcando parte del escenario de lucha de clases de la contemporaneidad.

Incluyan a la FARC por estrategia

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Me había prometido no volver a opinar sobre la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, ya que lo normal es que sus militantes (sobre todo los que dependen de los salarios que paga ese partido para vivir) me ataquen sin contemplación por lo que a mi me ha parecido injusto o por sus errores sin justificación, pero bueno, esa autocensura al repensarlo, teniendo en cuenta la coyuntura, es ridícula.