Hace poco escribía en mis redes sociales que en las vías de Bogotá no ocurren “accidentes” en donde “mueren” ciclistas si no que por el contrario son asesinatos, voluntarios o involuntarios pero finalmente asesinatos, por aquellos responsables de la conducción de los automotores.
¿Asesinatos? Me empezaron a cuestionar, me tildaron de exagerado o populista pero finalmente mi señalamiento va en la vía de entender precisamente la responsabilidad que recae en quien va sobre una carrocería, frente a quien solo tiene su cuerpo como protección. Algo que parecería de sentido común pero si lo fuera no estaría escribiendo este documento.
Al día siguiente dándole vueltas a la idea escribí:
Lo escribí desde mi perspectiva de ciclista urbano, no de quien sale a los ciclo paseos todas las semanas ya que por mis obligaciones laborales no me queda tiempo y los extraño, sino de quien usa la bicicleta en Bogotá como medio de transporte y no como entretenimiento o deporte.
Así como yo hoy en día se hacen casi 800 mil viajes diarios en bicicleta en esta ciudad, casi lo mismo que movilizaría la línea de metro subterránea que no quiso hacer Peñalosa y al tiempo en la mayoría de los casos esas bicicletas que se mueven por esta ciudad todos los días no lo hacen por una conciencia ambiental superior o moda hipster sino sencillamente porque no hay dinero para embutirse en ese caro (pero al parecer sexy) TransMilenio del alcalde. La bicicleta es el medio de transporte de los de abajo en esta ciudad.
El conflicto que encara la bicicleta en nuestra ciudad es muy similar al de las feministas frente a esta sociedad machista y patriarcal desde mi punto de vista. Bogotá es gasolinera y carro-céntrica ¿o acaso usted tampoco tiene como ideal la típica “casa, carro y beca”?
Recuerdo cómo una vez alguien se quejaba también por redes sociales sobre las bicicletas que no respetaban los semáforos o rodaban por la calle y no por la cicloruta que construyeron hace tiempos sobre el andén de los peatones. Yo comente en ese estado-queja de Facebook que muchas veces hago lo posible por no parar, pasándome semáforos en rojo por ejemplo, siendo cuidadoso obviamente pero es porque me encuentro en un lugar peligroso de la ciudad, igualmente muchas veces evito las ciclorutas mal construidas sobre el espacio del peatón porque están muy deterioradas y afectan mi movilidad y/o porque el lugar es oscuro y peligroso para mi seguridad.
Cuando comenté eso ante la “queja” de este conductor molesto y que considero de pensamiento “progresista” varias personas me atacaron y dijeron que la bicicleta debe someterse a las mismas reglas que el automotor y que si no es posible pues que no debería andar en bicicleta ¿acaso no se podría ser más conservador y egoísta?
También es muy común toparse con la sugerencia de que lo asesinaron porque no tenía reflectivos y no se hizo visible. Le asesinaron porque no tenía el casco puesto. Por favor no me digan que si se hubiera puesto un casco el niño que asesino hace una semana un camión seguiría vivo o la guía de al colegio en bici aplastada por un Sitp estaría rodando hoy en día. El casco, las luces y los reflectivos son necesarios, pero aun así se siguen matando bicicletas con todo eso puesto.
En mis clases tiendo a caracterizar nuestra sociedad colombiana como una sociedad psicópata con tintes sociópatas, entendiendo la psicopatía como ese desorden mental en donde dejas de sentir remordimiento o culpa por el daño que le infringes a tus semejantes y la sociopatia como la degeneración del mismo desorden en donde no solo no sientes remordimiento o culpa sino que además lo disfrutas.
Todo esto pasa porque se han roto los lazos de empatía que han sido el cemento de la sociedad humana desde siempre. Entendiendo la empatía como la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y que ha sido un rasgo evolutivo fundamental de una especie que no es la más fuerte, ni la más ágil y ni siquiera la más inteligente.
La humanidad ha “conquistado” el planeta sobre todo por su capacidad de solidarizarse con el semejante, de cooperar y actuar en equipo. Nos hemos comido entero el mito del individuo y en consecuencia así actuamos y eso se ve reflejado cotidianamente en cómo nos comportamos en las vías de Bogotá independientemente si eres peatón, bicicleta, moto, carro, bus, Sitp o lo que sea.
Es evidente la cantidad de personas que mueren todos los días en las vías de nuestras ciudades y las pérdidas más trágicas son las de peatones o bicicletas. Seguramente ha muerto más gente en las vías del país que por el conflicto armado. Todo lo que he escrito no es precisamente para exonerar a la bicicleta que se pasa el semáforo en rojo o que anda por el andén violentando peatones, no es para exculpar a la bicicleta que no usa casco, no lleva reflectivos o luces, no es para perdonar a la bicicleta que se cree superior moralmente que el resto de mortales. El problema sobre todo es entender que no estamos solos por le mundo, que si nos movilizamos bajo el principio de la competencia y la dominación pierde la ciudad y por lo tanto perdemos todas y todos.
Nuestras ciudades no están construidas alrededor del peatón como debería ser si nos planteáramos ciudades democráticas en todo el sentido de la palabra. Las ciudades se han construido y se siguen construyendo con gobiernos como el de Peñalosa alrededor del automotor. Si queremos entrar al siglo xxi debemos empezar a pensarnos el ordenamiento territorial de una ciudad como la nuestra alrededor del peatón y el agua, y sobre todo debemos densificarla.
Además de eso darnos cuenta que cuando nos movilizamos debemos pensar en el otro. Si andas caminando por la calle darte cuenta que te arriesgas-obstruyes caminando sobre las ciclo rutas que se construyeron sobre el espacio que debería ser tuyo. Si andas en la bicicleta darte cuenta que aunque la cicloruta es el espacio que te corresponde no debes tratar mal al peatón que no está pensando en ti cuando camina por ella y deberías solicitarle amablemente que use el andén que tiene asignado para caminar. Que si andas en tu moto, automóvil o bus y te topas con una bicicleta que según tu criterio debería andar por la ciclo ruta que tiene al lado no uses tu máquina para asustarle o gritarle sino que tengas la altura para darte cuenta (no porque lo avale la ley) que esa bicicleta también tiene derecho a la vía que tu estas usando de manera ineficiente. Todas y todos podemos seguir haciendo de las vías de esta ciudad un espacio de conflicto o por el contrario de empatía y reconocimiento mutuo.
Yo no creo que la bicicleta sea la respuesta a todos los problemas. Yo creo que la bicicleta hace parte del cambio estructural que necesita una sociedad como la nuestra. Creo que quienes toman consciencia del privilegio de algunos cuando se movilizan por las vías deberían ser los principales agentes de ese cambio a largo plazo, como ya ocurre en muchos de los casos, pero también creo que falta una apuesta real y decisiva desde las autoridades para que ese cambio este cada vez más cerca y sea cada vez más palpable.
Ese cambio pasa por ejemplo por un gobierno de la ciudad que piense en rebajar la velocidad en las vías, que obligue a los motores a andar muchísimo más lento de lo que andan ahora, que construya infraestructura que le quite cada vez más espacio a los motores y un sistema masivo de transporte que tenga como columna vertebral un metro subterráneo. Necesitamos unas instituciones que no usen a la bicicleta politiqueramente sino que la entiendan realmente como herramienta angular de una ciudad decente y en consecuencia la consideren como un eje transversal del ordenamiento territorial.
Así como las feminazis no existen y es solo una negación violenta a la crítica feminista al orden de la sociedad el señalamiento de bicinazis solo demuestra que hay algo que no está funcionando bien y que pisa callos y sobre todo que montarse en la bicicleta en una ciudad como Bogotá termina siendo un acto subversivo, arriesgado pero necesario si crees que podemos tener una ciudad digna de ser vivida. ¡Cuídense en las calles y por favor sigan rodando!
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Shameel Thahir Silva | @ShameelThahir |
Politólogo y Magister en Estudios Políticos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia. Ciclista urbano. Enamorado de Bogotá y con ganas de servirle a su gente. Preocupado por un país en donde quepamos todxs.