¿Qué tienen en común los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, la masacre de Tlatelolco y los últimos hechos que han sucedido en Bogotá?
Lo común es que todas han sido represiones, desapariciones, agresiones hechas promovidas y sustentadas por el gobierno de turno. “Fue el Estado”, “el Estado los desapareció”, “¡¿por qué?!, ¡¿por qué?!, ¡¿por qué nos asesinan?! ¡Si somos la esperanza de América Latina!”, consignas comunes que nos muestran al culpable.
El culpable que al día de hoy no ha dado razón sobre los hijos desaparecidos, no ha asumido responsabilidad alguna sobre las miles de masacres y mantiene y sustenta a un escuadrón de la muerte. Lo diferente es que pasó aquí y está pasando allá, México -Colombia, la cuestión es que no es coincidencia, y que pasa o ha pasado en cada país de América Latina, o del sur global.
¿Y por qué pasa? Pasa porque estamos en un sistema mundo capitalista en el que existe un sujeto hegemónico conformado por las corporaciones y el mantenimiento de un capital individual y sustentado en las instituciones estatales que aseguran el mantenimiento del capital general, unas corporaciones que implantan una política de territorialidad basada en la competencia y unas instituciones que median las reglas para que se dé el juego.
Pero este sistema tiende a la bifurcación, tiende a momentos de crisis y es ahí donde se muestra una de las partes que mantiene al sujeto hegemónico, su parte instrumental, su brazo derecho: la guerra, las armas, las bases militares y porque no, el ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios). Atraviesan, organizan, limpian el territorio, para la penetración eficaz de las fuerzas hegemónicas.[1]
El capitalismo tiene como naturaleza ser violento, agresivo, criminal y existe una legalidad y legitimación de la CRIMINALIDAD ESTATAL.
Pero en algún momento estos espacios-sujetos de bifurcación dentro de la crisis sistémica podrán llegar a ser la regla, siendo necesario seguir haciendo y contrayendo otro tipo de relaciones sociales y de apuestas políticas, que sean contestatarias, opuestas y colectivas.
Claramente hay que exigir una respuesta y solución sobre donde están los hijos de aquellas madres que esperan “verlos volver caminando” como ellas mismas afirman, acompañarlas y apoyarlas en esta exigencia, que debe volverse una responsabilidad histórica de memoria colectiva, una responsabilidad de todxs hacia las víctimas, igualmente justicia, respuesta y no repetición a la masacre de Tlatelolco, y evidentemente no más represión, violaciones, atentados contra los estudiantes de las Universidades Publicas en Bogotá y en si contra la protesta social, EL DESMONTE DEL ESMAD es la exigencia.
Sabemos que para ellos no es la excepción sino la regla operar como operan, pero debemos seguir siendo esos puntos críticos y estar preparadxs a esas pequeñas aperturas de puertas para la entrada de las fuerzas colectivas.
[1] Basado en una conferencia magistral de Ana Esther Ceceña, en el Coloquio Internacional sobre Geopolítica Critica. Universidad Nacional Autónoma de México, 26 de septiembre de 2019.