Así es mucho del periodismo actual

0
452

Cuando era una niña veía a April O’Neil, la periodista amiga de las Tortugas Ninjas, como una mujer fuerte, curiosa, valiente y comprometida con su ejercicio periodístico; luego llegaron las historias sobre Oriana Fallaci, sus entrevistas y el romance con Alekos Panagoulis. En la juventud aparecieron John Reed, Nellie Bly, Gloria Steinem, Ryszard Kapuściński, Rodolfo Walsh, Guillermo Cano, o el periodismo de la Revista Alternativa en Colombia durante los 70s, y se me armó una imagen idealizada del oficio. Un periodista o una periodista, en esa idea romántica y adolescente, debía ser una persona curiosa, culta, e intrépida, pero luego crecí y me estrellé contra el mundo.

Mientras consumía medios de forma consciente y bebía de las ciencias sociales, era evidente que el código deontológico del periodismo era un listado de afirmaciones vacías que, con las dinámicas del poder, la pereza intelectual, el neoliberalismo y la precarización laboral, terminaron diluyéndose en titulares tendenciosos y análisis tontos. Por supuesto, no es algo generalizado, hay profesionales juiciosas, dedicadas, que estudian y se escandalizan al escuchar a otras personas de su gremio, pero siento que esto es la excepción. 

“Escribir es escuchar”, así era como Rodolfo Walsh explicaba la investigación periodística, en la misma línea Fallaci señalaba: “todo habla y se puede convertir en una historia: basta saber escuchar”, entonces me pregunto, ¿qué escuchan los periodistas de los medios corporativos o los de la derecha que se las dan de muy liberales (no en términos partidistas) y se la pasan invocando al pobre Guillermo Cano?

Hace unos días quedé sorprendida después de ver que un periodista que estuvo en el lugar de la noticia y entrevistó personas, salió al aire a dar una información coja, desde el prejuicio y la ignorancia, sin dársele nada. Mientras tanto, otro periodista en el estudio cargaba con más prejuicios la “noticia”. ¿Alguno escuchó?

Una amiga periodista me envió unos audios en los que me contaba sobre un podcast en el que un grupo de “analistas” que dicen saber cómo se hace buen periodismo, comentaban el consejo de ministros, mientras lanzaban categorías completamente absurdas y que, con tono soberbio trataban de legitimar. Tan absurdas, que ni siquiera las voy a replicar. Amplificaban su ignorancia, mientras confundían Estado, régimen político y gobierno, se reían y se daban palmaditas en la espalda.

Parece que estos periodistas de ahora tienen una idea de neutralidad rara y muy arraigada, para preservarla solamente revisan textos periodísticos como un ejercicio endogámico, sin revisar otro tipo de documentos que les permitan cualificarse para informar o analizar.

La información y el análisis requieren de cualificación, de lectura de contexto, es que es necesario saber algo de historia, de política para redactar o emitir una valoración. Es más fácil quedarse con los prejuicios que estudiar, que incomodarse leyendo autores con quienes no se comulgue, o escuchar personas diferentes a los amigos. Dice Estanislao Zuleta en el Elogio de la Dificultad: “Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre las cosas mismas, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades”.

El análisis periodístico, en gran medida, parece como una superficie despojada de las contradicciones de lo social, de los grises, de los grandes intereses económicos. La imágen de la sociedad es extraña, es como una suma de individuos sin historia, sin clase social, sin dinámicas complejas, sin lazos, etc. En esa sociedad todos los individuos son iguales, aunque a la hora de dar cuenta de un punto de vista, los individuos con más recursos, de familias tradicionales, tienen mayor legitimidad que las personas que vienen de otros lugares. El análisis periodístico convencional se caracteriza entonces por su hipocresía. Es vacío e hipócrita y en eso no hay ninguna dificultad.

La soberbia parece ser un componente obligatorio del quehacer periodístico y del análisis periodístico. Está en el tono arrogante que usan las y los periodistas para validar categorías sacadas de la manga, no tener bases conceptuales para hacer análisis, no tener interés alguno de, por lo menos, revisar Wikipedia para dar una noticia decentemente. No solo pasa en las salas de redacción de los medios corporativos, también en los podcast en los que de forma diferente analizan los medios de comunicación, o en los medios que venden una idea de independencia bastante parcializada.

No espero que quienes practiquen este “periodismo” hagan un ejercicio de conciencia, hay que ser realistas, es mucho pedir que salgan de ese sitio cómodo, lleno de lugares comunes, prejuicios y desconocimiento. Mientras tanto seguirán haciendo encuentros y festivales para culpar a la tecnología, a la partida de la Usaid y a otros, de la crisis por la que atraviesan.