«¡A mí la desigualdad me importa un comino!»: una impostura uribista llamada Miguel Polo Polo

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No se puede comprender al uribismo actual sin cierto tipo de «influencers de la política» que, «venidos de abajo», promueven con su ascenso simbólico un relato de éxito personal —fe en el sistema— y apuntan a convertirse en nuevos cuadros políticos uribistas. Miguel Polo Polo es uno de ellos: un joven cartagenero que «por cosas de Dios» pasó de estar trabajando de «sol a sol» en Domicilios.com a presenciar la posesión del actual presidente Duque, como él mismo cuenta. Para 2034 el youtuber quiere ser presidente. Así, a pesar de los vilipendios en redes sociales, ser objeto una y otra vez de agresivos memes racistas, e incluso haber sido amenazado, Miguel Polo Polo parece seguir su meteórica marcha en la arena pública, donde generalmente no importa la razonabilidad de los argumentos, sino decir algo ingenioso y polémico que enerve los ánimos y persuada a las acríticas masas, en este caso, uribistas.

No, no rechazo a Miguel Polo Polo por ser negro. Rechazo sus ideas. Disfrazar el racismo de crítica no puede ser una alternativa para quienes creemos que la deliberación pública debe ser un campo de lucha abierto, apasionado, pero con fundamento crítico. Tampoco apoyo a quienes lo matonean una y otra vez —lo que no excluye que me haya reído culposamente de algunos memes—. Mi incomodidad reside en la ideología que hay detrás de cada video, cada afirmación divulgada en redes sociales, un trabajo comunicativo cuyo propósito principal es legitimar el poder político del uribismo, del que él ya es parte, así no se diga la verdad, así se argumente mal. Que la crítica a él sea una excusa para desentrañar un poco el entramado de ideologías que constituyen a la derecha uribista.

1. «A mí la desigualdad me importa un comino»: ¿qué le podría decir Keynes a Polo Polo?

En un vídeo titulado «LA DESIGUALDAD NO ES MALA», Miguel Polo Polo intenta criticar la idea de Petro según la cual Colombia tiene una brecha entre ricos y pobres «abrupta», «abismal», «bárbara». Para ello, Polo Polo enuncia que en la medida en que cada quien pueda maximizar sus beneficios, la desigualdad no importa. Pero ya hemos criticado tal supuesto cuando nos hemos referido en esta Revista a la Teoría del Equilibrio General Walrasiano —TEGW—, una suerte de «paradigma» de la ortodoxia neoclásica con serios problemas teóricos. Ahora bien, el problema es que la crítica ni siquiera se corresponde con lo que dijo Petro, que más que denunciar la existencia de la desigualdad lo que hace es criticar que ésta es excesiva. Y ello es una diferencia importante: una que nos lleva de la ortodoxia económica al pensamiento de John Maynard Keynes, otro economista liberal, pero que vio la necesidad de cierta intervención estatal para garantizar la posibilidad misma de la libertad económica individual.

En el último capítulo de su obra más célebre, conocida como Teoría general del empleo, el interés y el dinero, Keynes concluirá que su teoría se enlaza con dos grandes problemas del sistema económico capitalista y de los que se habría de ocupar la política económica: el pleno empleo y la alta desigualdad en la distribución de riqueza. Pero el asunto que preocupa a Keynes no es que haya desigualdad como tal —de hecho, en algún punto la considera justificable—, sino que, por decirlo así, ésta ha llegado a unos niveles intolerables. Por ello, propone que el Estado intervenga en la implementación de altos impuestos sobre riquezas heredadas y en la reducción de la tasa de interés para estimular la inversión en sectores productivos que generen empleo. Sin embargo, Keynes no postula ningún socialismo, pues «[no] es la propiedad de los medios de producción la que conviene al estado (sic) asumir». Al contrario, aunque critique que la economía clásica se base en supuestos que poco se satisfacen en las economías reales, considera que hay que lograr en el actual sistema un equilibrio entre el pleno empleo y «la eficacia y la libertad», pues este sistema, en comparación con los socialismos, es el mejor si se le despoja de sus vicios; es decir, las intervenciones estatales, aunque parezcan trabas, están dadas para garantizar un desarrollo más adecuado de la libertad económica individual. En fin, el proyecto de Keynes consiste en realizar las intervenciones estatales adecuadas para resolver «fallos del mercado», en definitiva, ¡salvar al capitalismo de sus propios males!

Sin embargo, la estrechez de miras de Polo Polo lo lleva a decir que poner sobre el tapete el problema de la alta desigualdad implica decir que la solución para ello es el socialismo, o sea, en sus palabras, quitarle al rico lo que es suyo e igualar a todos en la miseria. Irrespetar los derechos de propiedad de los que más tienen. No es cierto. El keynesianismo se plantea la cuestión y no por ello está en contra de la economía de mercado. Un problema del uribismo y del fundamentalismo de libre mercado es ese: poner falsas dicotomías para hacernos creer que sólo es posible una única forma de entender la política económica.

2. Estudio en universidad pública, pero Ser Pilo Paga «ha sido el mejor programa educativo del país: capitalismo puro y duro»

De acuerdo con su perfil de LinkedIn, Miguel Polo Polo estudia en la Universidad de Cartagena, una universidad pública. A pesar de que a la postre la decisión de la gran mayoría de «pilos» de optar por una universidad privada contribuyó a acentuar la crisis financiera de las universidades públicas, Polo Polo dice que una intervención estatal que subsidia la oferta a la educación es «capitalismo puro y duro». No. Capitalismo puro y duro habría sido que la «mano invisible» del mercado no requiriera de intervenciones estatales para darle acceso a destacados jóvenes de escasos recursos a una educación de calidad. Peor aún, hay registros en prensa de que la Universidad de Cartagena ha tenido fuertes protestas estudiantiles por problemas de financiamiento. ¿Entonces a cuenta de qué Miguel Polo Polo defiende un programa que perjudica la universidad donde estudia? Un claro ejemplo de que una ideología de «libertad y emprendimiento» puede llevar a alguien al punto de ir en contra de sí mismo. Et voilá!

3. ¿Política, Dios y moral van juntas?

Como si hubiéramos retrocedido a los siglos en los que los monarcas apelaban al supuesto origen divino de su poder político para legitimarse, en entrevista a Iván Duque la primera pregunta que le hace Miguel Polo Polo es: «¿Qué lugar tendrá Dios en su gobierno?». Duque se sale parcialmente por la tangente y expresa de forma hábil que «Dios estará en su corazón», que él es una persona creyente y que ora todos los días para «trabajar y ser el próximo presidente de los colombianos». Ésta fue una forma sutil de decir que el asunto de la creencia en Dios es un asunto privado. Sin embargo, Polo Polo pareció no comprender esa respuesta y en una publicación de Facebook insiste en que «la política sin moral es como el hombre sin Dios», frase acompañada por una foto con el exprocurador anulado Alejandro Ordóñez, hoy embajador de Colombia ante la OEA, lo que deja entrever que se está haciendo referencia a la moral religiosa. Sin embargo, la política liberal secular no requiere ninguna moral religiosa particular. Por eso, afortunadamente, se ha decretado constitucionalmente —art. 19— la libertad de cultos y, como lo hiciera López Pumarejo en su primer mandato, la idea es reafirmar y consolidar el poder civil sobre el poder de una religión particular. Esto no significa que la política no tenga o no pueda tener contenidos morales: pero una moral basada en una interpretación particular del cristianismo y el Dios judeocristiano no es la única alternativa existente. Precisamente esa es la pugna. Por ello, hay que prestar especial cuidado a la ola de conservadurismo social que ha sacudido a Colombia por cuenta de sectores cristianos radicalizados que pretenden frenar o recortar derechos civiles, por ejemplo, a parejas del mismo sexo, con argumentos alejados de la razonabilidad argumentativa o la evidencia empírica. Es claro que una parte importante de esos sectores está con el uribismo, como quedó evidenciado en la derrota del SÍ al plebiscito, y Miguel Polo Polo parece querer unírseles.

Conclusiones

Para ser influyente en la opinión pública colombiana no se requiere necesariamente exponer buenos argumentos: basta con hablar vehementemente y dar la apariencia de manejarlos. Esta fórmula quizá explique parcialmente el éxito de Polo Polo en redes sociales, el cual puede convertirse en un capital político que a futuro lo lleve a ser elegido en algún cargo de representación popular por el partido de Uribe. De momento, en algunas de sus posiciones se puede ver una amalgama de ideologías relacionadas con la ortodoxia económica y la exacerbación de la iniciativa individual, la estigmatización de la izquierda democrática —lo que no es capitalismo «libre» es socialismo— y el socialconservadurismo. No hemos hablado de otras formas en que Polo Polo ha estigmatizado la izquierda democrática. Ni del hecho de estar en un grupo político que históricamente ha estado vinculado con el bochornoso episodio de la parapolítica. Nada de eso. Hemos elegido tres temas hasta cierto punto arbitrarios, pero significativos sobre un modo de pensar dentro del uribismo. Y qué más que un abrebocas de una discusión y un debate abiertos para enfrentar ese ideologizado modo de pensar.

Fuentes

Keynes, J. (2006). Teoría general del empleo, el interés y el dinero. México: Fondo de Cultura Económica.

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Camilo David Cárdenas Barreto. Licenciado en Filosofía por la Universidad Pedagógica Nacional y estudiante de Ciencia Política de la Universidad Nacional. Me gusta escribir y hacer análisis político de coyuntura. Muchas gracias por leerme. Contacto: cdcardenasba@unal.edu.co

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