El miedo y la ira inundó las calles el pasado fin de semana. El discurso irracional desde los dos espectros mesiánicos del país, nos demostró una vez más que Colombia es un lugar propicio para la manipulación ideológica y la consolidación de ideas que están por encima de sus habitantes. Somos presas de nuestros ideales sociales y políticos. Estas nuevas Moiras, manipulan los hilos invisibles que determinan el augurio público y democrático del territorio. Sin darnos cuenta, un monstruo hecho de lenguaje, anda libre y sin ningún apego filosófico. Acompaña derechas o izquierdas sin comedimiento, sirviendo a un propósito fluctuante y caprichoso que se encarna en los rostros de dirigentes y activistas de turno. ¿Es entonces la ideología una entidad independiente a quienes creen hacer uso de ella? O ¿Es simplemente una creación de lenguaje al servicio de individuos que asumen un rol de modernos Prometeos?
Veamos un poco las manifestaciones de este monstruo:
1.
Las arengas desprovistas de sustancia discursiva, ratificaron el talante pendenciero y sociopático asimilado por la ciudadanía. Una vez más, expresiones tales como socialismo, comunismo y castrochavismo, salieron a relucir sin ningún pudor, aderezadas con locuciones violentas que ponen de manifiesto una pobre racionalización en torno a la realidad de un país. Citando al teórico del lenguaje Teun A. van Dijk, “Las ideologías (…) siempre han estado asociadas con ideas socialmente compartidas. Primero, esas ideas fueron consideradas como el objeto de una nueva ciencia de la ideología, tal como se propuso después del movimiento filosófico del Iluminismo francés. Más tarde, las ideologías adquirieron una connotación negativa como sistemas de ideas dominantes de la clase gobernante. O se definieron como las falsas ideas de la clase trabajadora que era erróneamente aconsejada respecto de las condiciones de su existencia” (van Dijk 31).
Pregunta un tanto compleja en un país donde los anacronismos están a la orden del día. Curiosamente, una de las expresiones de la ultraderecha que motivó la pasada marcha, enunciaba que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Este ser inmaterial, ha hecho parte del accionar humano. En un principio como posible ciencia de estudio, luego como principio axiomático de la calaña dominante y por último como manifestación “falaz” de la clase trabajadora. ¿Sería acertado enunciar que posee un principio inequívoco y verdadero? Pregunta un tanto compleja en un país donde los anacronismos están a la orden del día. Curiosamente, una de las expresiones de la ultraderecha que motivó la pasada marcha, enunciaba que “todo tiempo pasado fue mejor”. Poniendo en práctica el mejor uso que la clase dominante podría otorgarle. Movilizar el miedo infundado, frente a una posible pérdida de derechos es el mejor potenciador discursivo para manipular y movilizar reacciones a fuerza de terror.
Aquí el monstruo ideológico se pone al servicio de una derecha arrodillada al empresariado y a capitales de dudosa procedencia, presuntamente. Fluye tranquilamente por los canales “informativos”, encarnado en la voz de Vicky Dávila, Luis Carlos Vélez y Néstor Morales. Sin mencionar una gran cantidad de descerebrados que hacen lo propio en las redes sociales, adjudicando incluso, problemas climáticos y la escasez de agua a la figura de un mandatario. Así pues, la ideología se materializa en el sustrato de realidad con base a quien la esté invocando. En palabras de van Dijk, “las ideologías son conjuntos de ideas específicas y por tanto objetos mentales. Aunque resulte trivial para la mayoría de los científicos cognitivos, este primer paso no deja de ser polémico para algunos psicólogos orientados hacia lo social y lo discursivo (…) hablar de la mente es como haber hablado del alma hace algunos siglos (…) un vestigio de los mitos religiosos y académicos, en este caso del viejo dualismo cartesiano que separaba la mente del cuerpo” (van Dijk 33).
El Monstruo ha tomado partido. Es caprichoso, indomable y con una inclinación lustrosa a los vicios del poder. Ha construido una realidad en la cual conceptos como izquierda y progresismo, son completamente desdeñables. Ha dado cabida a tecnócratas y diletantes de pacotilla como Daniel Samper, Alejandro Gaviria o Sergio Fajardo.
Nos encontramos frente a la materialización de la ideología. La movilización de la masa, a costa incluso de defender políticas que van en contra de ellos mismos ha sido el gran logro de la derecha en Colombia. La estética de la agresión cobra resultados. Amenazar, atacar y ofender, siendo el portavoz de partidos políticos corruptos y miserables, será una de las más fuertes construcciones discursivas que el monstruo ideológico dejará como legado. La defensa del ideal traqueto, el hacendado y el siniestro empresario, otorgador de dones, continuará como la representación clara del adefesio cultural y social en el territorio.
2.
Es notorio como la izquierda y el progresismo han querido redefinir el entramado discursivo en Colombia. Combatir un esperpento ideológico no ha sido nada sencillo. Pero seguimos en presencia de la desigualdad, la vulneración de derechos, la mentalidad retardataria, y lo que es peor, un gran grueso de la sociedad defendiendo a quienes promueven ideas del calibre de todo tiempo pasado fue mejor. ¿Se está domesticando mal al monstruo? En palabras del filósofo Slavoj Zizek, “la ideología no es simplemente una falsa conciencia, una representación ilusoria de la realidad, es más bien esta realidad a la que ya se ha de concebir como ideológica. Ideológica es una realidad social cuya existencia implica el no conocimiento de sus participantes en lo que se refiere a su esencia, es decir, la efectividad social” (Zizek 46,47). El Monstruo ha tomado partido. Es caprichoso, indomable y con una inclinación lustrosa a los vicios del poder. Ha construido una realidad en la cual conceptos como izquierda y progresismo, son completamente desdeñables. Ha dado cabida a tecnócratas y diletantes de pacotilla como Daniel Samper, Alejandro Gaviria o Sergio Fajardo. Ha otorgado discurso a lo más aberrante de la política como Polo Polo o J. P. Hernández, y en su estado de inmanencia, nos devuelve una sonrisa tímida y casi imperceptible, desde las sombras, donde su amo, sediento de opresión y violencia, tira de su correa incesantemente. La gran marcha, otra ilusión más de libertad.
REFERENCIAS
Van Dijk, Teun A. (1998). Ideología. Editorial Gedisa, Barcelona
Zizek, Slavoj (1989). El Sublime Objeto de la Ideología. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires